sábado, 27 de junio de 2020

AQUEL RUMOR

Al tiempo que el tiempo pasa
me alimento de recuerdos
en los presentes baldíos.
He comprado un ramillete
de lozanos crisantemos
a la difunta esperanza.
Qué lejano aquel rumor
de estaciones y tranvías,
de niñas en bicicleta
por soleadas avenidas,
ritmos de tango y bolero
flotaban en aquel río.
Limpio el cristal que me aparta
de la humedad de la noche
y de los rayos del día.
Noche despierta del alma.
Noche desierta sin luna.
Mar y cielo. Guerra y calma.
Vida y muerte todo en una.

JUSTO AHORA

En Montana o por Vietnam
te juro que justo ahora
corre el agua por un río,
que alguien vaga vagabundo
por las calles de París,
que ha sido abatido un ciervo
por un rifle en cualquier parte,
que están cayendo ilusiones
al tiempo que se ilusionan
tres mil millas adelante,
que ha espirado el moribundo
su penúltimo estertor,
mientras un recién nacido
desgañita anunciador
el proseguir de la sangre.
En cambio en la misma hora,
redonda como una onda,
yo no sé nada de ti.
Crueles como puñales
me atraviesan toda el alma
las agujas del reloj.

jueves, 25 de junio de 2020

SANDÍAS Y MANDARINAS

Hace unas semanas tuvo lugar la última misión a la Estación Espacial Internacional. Ya escribí algo sobre ello, poco serio por cierto. Desde esos días en que seguí con entusiasmo todo el desarrollo de dicha misión, desde el despegue hasta el acoplamiento de la cápsula a la Estación, con la posterior entrada a ella de los dos astronautas y el recibimiento de los otros tres que ya estaban allí dentro, no he hecho más que pensar en el asunto. Impactante es. Y admirable.

Sentadito en casa qué fácil se ve todo, qué sencillo parece lo que estás mirando. Pero para que eso ocurra centenares de mentes privilegiadas han estado previamente centenares de horas estrujándose sus respectivos cerebros hasta conseguir el objetivo de su común proyecto.

Por no extenderme demasiado, entre las muchas cosas que he pensado sobre todo esto, es la altura a la que la Estación Espacial está situada con respecto a la Tierra, que es de unos cuatrocientos kilómetros.

En mi casa tengo un globo terráqueo. Será del tamaño de una sandía. Yo por ejemplo sé que entre mi pueblo y Toledo hay unos cuatrocientos kilómetros de distancia. Eso en mi globo terráqueo vendrán a ser como cinco milímetros. Si esos cinco milímetros los imagino en altura sobre mi globo terráqueo puedo tener una idea bastante aproximada de a qué distancia orbita la Estación alrededor de la Tierra.

También sé que entre la Tierra y la Luna hay cuatrocientos mil kilómetros. Así que con multiplicar por mil esos cinco milímetros obtengo también otra idea muy aproximada de la distancia real entre los dos astros. Cinco metros. Con lo cual he de ponerme en la cocina, coger una mandarina, y a una distancia aproximada de cinco metros hasta donde está mi globo terráqueo, puedo decir, esta mandarina es la Luna, y aquello redondo y azul que veo en aquella sala es la Tierra. Y ahora puedo hacer comparaciones, entre los cinco milímetros de la Tierra a la Estación Espacial y los cinco metros de la Tierra a la Luna. Y es la Luna el astro más cercano a nosotros, y fijaos lo lejos que queda. ¿Venus o Marte cuántos metros estarían de lejos de mi globo terráqueo entonces? ¿Me faltaría casa para calcularlo? ¿A qué distancia estarán entonces Plutón o yendo más allá cualquiera de esas galaxias que a menudo descubren y hablan de que están situadas a millares de años luz de aquí? ¿Alguien se ha parado a pensar que la luz recorre trescientos mil kilómetros en un segundo? ¿Cómo tendría que ser mi casa de grande para calcular con mi globo terráqueo esas distancias?

En fin. Y toda esta retahíla no es más que un intento por tratar de abrir cierto camino para la explicación de otra cosa.

Con mis Juegos Literarios ya he dicho también que no paro de descubrir autores y obras. El otro día le tocó el turno a un filósofo: Antonio Escohotado. El texto que descifré era parte de su obra "Caos y orden". Me interesó lo que decía dicho fragmento, así que indagué en el autor. Vi un par de vídeos, un par de entrevistas. La primera de Jesús Quintero, que la vi completa. La segunda, con una presentadora que no recuerdo el nombre, y que sólo aguanté hasta la mitad. Y es que el docto filósofo comenzó a escocerme. Cada respuesta que le daba a la mujer, igual de tajantes como repelentes, abrían una brecha entre ese hombre y yo. Respondía como los tenistas. Y las preguntas de la presentadora por lo menos a mí no me resultaban banales. Sin embargo él tan seguro de su verdad, soltando reveses a diestra y siniestra. Y yo pensaba: este hombre me parece a mí que vive en un micromundo, y con olor a ficticio. Lo que toma por verdad es la verdad de su micromundo. Mi instinto me dice que ese hombre se ha creado su propio planeta, su propia verdad. Mi instinto me dice que ese mundo suyo propio le sirve para defenderse, como cápsula bien pensada para aguantar en el espacio exterior. Y es que en ese espacio exterior puedes toparte por ejemplo con presentadoras en minifalda de piernas bonitas, de cara bonita, de pelo bonito, de boca seductora, inteligentes, que te hagan aferrarte a tu verdad porque lo que tienes ante ti está zarandeando y sin esfuerzo los pilares de la microverdad de tu micromundo. Eso me pareció a mí este hombre, una especie de astronauta amenazado porque la escafandra se le está quebrando o su cohete se está quedando sin batería. También me recordó a aquel Simón en el desierto de la película de Buñuel. Encerrado en sus ideas, aupado en lo más alto de su columna, decía cosas que proclamaba por verdades generales, aunque no eran más que escudos para sí mismo. ¿Habrá pensado este hombre en sandías y mandarinas, cocinas y salas con un globo terráqueo, en cómo de grande ha de ser una casa para intuir la distancia de un año luz, de un mes luz, de una semana luz, de un día luz, de una hora luz? ¿Quién carajo te crees que eres en el universo: Don Antonio Escohotado?

Me resultó curioso lo que dijo sobre la utilización de los adjetivos y adverbios en los textos, que según él son sinónimos de mentira o distanciamientos con la verdad. Acusó a Charles Dickens y Carlos Marx de escritores mediocres por ese motivo. Él dice que llevaba doce años ya sin utilizar adjetivos ni adverbios en sus escritos. Vamos a ver. ¿Si yo digo: Estuve en tu casa, es más verdad que si yo digo: Ayer estuve en tu preciosa casa? Según él sí.

Precisamente ayer, y otra vez con mis Juegos Literarios, me salió un texto de Charles Dickens. Y me hizo mucha gracia cada vez que me topaba con un adjetivo o un adverbio en el texto. Me acordaba de Antonio Escohotado. No sé, si yo no viniese de la lección del filósofo a lo mejor esos adjetivos y adverbios me hubiesen pasado desapercibidos, como en cualquier lectura normal. Pero lo quisiera yo o no su lección me había influenciado, y cada adjetivo o adverbio ahora estaban más presentes, más llamativos para mí.

Con esto vengo a decir que el mismo filósofo estaba pecando de aquello que criticaba. Si los adjetivos y adverbios influyen en el sentido de encauzar a otros por caminos subjetivos, las críticas filosóficas también lo hacen, y utilizando adjetivos, porque ¿qué es mediocre, gramaticalmente hablando, sino un adjetivo?

Es que es normal que la mayoría de los filósofos acaben medio locos o locos del todo. Es que la verdad es inmensa, como el espacio infinito, para querer atraparla y defenderla.

Pero sobre todo intentemos ser humildes, Don Antonio Escohotado, intentemos ser humildes. Y si quien está ante ti, aparte de estar como un tren, ha osado y sin esfuerzo estar a tu altura, admítelo, sé tú principalmente todo lo objetivo que le pides a los demás para depurar la verdad. Bájate de tu columna. Pisa la tierra común de todos. Vuelve atrás de tus delirios irrefutables. Recapacita. Y como diría Machado ”Tu verdad no, la verdad. La tuya guárdatela."

CIERTOS LUGARES

Entrar a ciertos lugares para mí, no es entrar a cualquier lugar. Es mucho más que atravesar una puerta y colarme dentro, porque eso es sencillo, y todos los lugares valen para eso. En cambio hay otras puertas que al cruzarlas y nada más entrar te das cuenta de que no lo has hecho solo. Algo en ti y contigo hace acto de presencia de repente, llamémosle alma. Y es ella la que a partir de ese momento dirige tus pasos, tus movimientos, mientras que tu cuerpo pasa a un segundo plano, no por ello menos importante, pues seguirá siendo el portador de tus cinco sentidos, que parecían dormidos, igual que el alma, que el lugar también despierta.

Como ejemplo haré mención de un par de esos lugares. Uno, los viveros, otro, las papelerías. También podría decir las floristerías y las librerías, pero las primeras son mucho más pequeñas que los viveros y todo está ahí como demasiado limpio, demasiado ordenado y perfecto, y muy cortado todo, lo que me lleva un poco a sentirme engañado, y en las librerías con respecto a las papelerías me ocurre que en ellas todo está como concluido, algo de cementerio tienen las librerías, de demasiado serio. Una librería viene a ser en cierta forma una invitación a conocer lo que otros dijeron, mientras que la papelería viene a ser una invitación a que digas a los demás quién eres tú. Una librería es como una tienda de muebles, mientras que una papelería es como un almacén de madera y ferretería. Una librería es como un almacén de alfas y omegas, pues cada libro tiene su principio y su fin. En cambio una papelería es como un universo aún por abrir y descubrir, en ella encuentras las herramientas, y el viaje te lo fabricas tú. Eres tú quien puede marcar el principio y el fin.

Tanto a los viveros como a las papelerías entro sin necesidad, según se entienda. Entro como el que va al cine o al teatro. Compro porque esos lugares están ahí para eso, son negocios. Pero yo sé que compro como el que paga una entrada, y además salgo de allí con algo en las manos, un minicactus o un boli, una macetita de albahaca o una libretilla. Objetos que en cierta forma me sirven de consuelo cuando ya me empieza a dar apuro por llevar demasiado tiempo extasiado entre infinidad de plantas y charcos del riego y olor a tierra y vegetal mojado y mi piel se ha humedecido y las suelas de mis zapatos están llenas de barro y mi cabeza perdida entra palmeras y melocotoneros y jazmines y rosales y geranios y el infinito de todas las plantas lo estoy viendo ante mí, o ante las pilas de cuadernos de todos los tamaños y colores y en blanco o a rayas o a cuadritos o los provocadores puñados de bolígrafos y lápices allí, a menos de un metro de mí, detrás del mostrador, tan apetecibles, tan... iba a decir vírgenes. Carpetas, portafolios, gomas de borrar, sacapuntas, compases, reglas, cartabones, paquetes y paquetes de folios, joder, si es que ahí hasta los blocs de facturas me ponen... iba a decir cachondo.
Es verdad. Mucho se habla de los libros, del hojear un libro sólo por sentir su olor, pero lo mismo me ocurre con los cuadernos o los blocs de albaranes, que cojo alguno y lo hojeo y procuro hacerlo cuando no me vean porque mi cara tiene que ser todo un poema, erótico o algo parecido. Así que llega un momento en que decido pagar, y salir, un poco menos triste con mi souvenir en las manos, como si viniese de Venecia o Acapulco, y vuelvo mi cabeza hacia el lugar, como el que se despide del puerto, entre ruidos de sirenas de barco y gaviotas. Recién ido, y ya tan deseoso de volver.

miércoles, 24 de junio de 2020

TAL CUAL QUE A LAS DIEZ

Para mí todos los días llueve.
En unos más que en otros.
Pero en casi todos llueve en abundancia.
A veces me paro y miro el reloj, son las diez.
Luego vuelvo a mirarlo, son las once, o son las doce, o son las cuatro. Y todo sigue tal cual que a las diez, o a ayer a las diez, o a antes de ayer a las cinco.
¿Sentís como yo esa lluvia perpetua caer?
Pero el reloj también sabe marcar las ocho o las nueve de la noche, y entonces me ducho primeramente para secarme tanta lluvia, y me cobijo en mi cuarto, porque sigo oyendo llover por todos los rincones, y abro un libro o pongo música o hago un juego literario, o escribo, o miro mis cactus; como el que enciende una estufa.
Hasta mañana, lluvia.
O hasta dentro de un rato.

PERO NO PASA NADA

Quién provocó la guerra
con este mar oculto.
Quién puso acorazados
sobre sus playas calmas.
Quién. Quién se lo pidió.

En la hora bastarda
miro mi piel herida.

Me infiltro en el frontera
donde termina el agua
y comienza la llama.

Veo barcos varados,
incendiados. Escucho
el llanto inconsolable
de sus tripulaciones.

Ya supieron la muerte
del capitán Infancia.
¿Quién les quiso jamás
como ese capitán?
Solos y a la aventura
lucharon lo posible.

Pero no pasa nada.

En la cartografía
de mis volcanes rojos
imagino siluetas
de signos zodiacales,
tener más que los ojos
para evacuar las lágrimas,
y en cada grieta en sangre
se abre una magnolia.

domingo, 21 de junio de 2020

TAL VEZ AHORA

Cesado el torbellino,
aún te me apareces.
Intacta.
Como una rosa ilesa
después de la tormenta.

Atrás quedaron los bosques laberínticos,
el estrépito de ramas azotadas,
la marabunta de hojas
que nos nublaban el suelo.

Tal vez ahora,
bajo un cielo limpio y calmo,
habitamos por regiones
alejadas de toda inclemencia.

Invisible en el aire,
como un aroma,
aún eres verdad sobre la tierra.

sábado, 20 de junio de 2020

COMO TANTAS COSAS

El amor, como las peleas, es cosa como mínimo de dos.

Lo cual es todo falso, como tantas cosas que se dicen, y más éstas, dichas de esta manera tan contundente y filosófica. Porque para amar o pelearse con uno basta.

Yo por ejemplo estoy todo el santo día de pelea conmigo mismo, aunque a veces me amo también.

Lo cual también es falso, no que no me ame a veces o esté todo el tiempo peleándome conmigo, sino que yo no soy uno sólo, soy un conjunto de seres formando un ser, algunos parecidos entre sí y otros muy diferentes, como los ángeles en el cielo o los demonios en el infierno. Unos se toleran. Otros se llevan fatal. Y así ando.

En fin, parece que hoy estoy bocú de filosófico. Será mejor dejarlo antes de acabar con gorra y vendiendo pseudolibros a veinte tronchos la unidad y esperando un wathsaap del Olimpo anunciándome que ya me están preparando un pedestal.

DE PELÍCULA TODO

Puesto a soñar, porque todavía uno es capaz de eso, de soñar digo, me encantaría visitar Nueva York. Pero eso sería sólo el preámbulo de mi sueño, que ya puesto del todo a soñar sería mucho mayor, pues con el tiempo visitaría todo Estados Unidos. Recorrer de punta a cabo todos sus estados. Me pasaría no sé, tal vez años recorriendo lugares, paisajes, pueblos, ciudades...

Todo sería perfecto en mi sueño. Hasta hablaría inglés perfectamente. Y comería perritos calientes en Manhattan, lo mejor de mi sueño. Y me pasearía en bicicleta por Central Park. Pero más ilusión me hacen los perritos calientes que el paseo en bici. Vería partidos de béisbol entendiendo ese deporte como si me hubiese criado entre ellos. Y cuando me cansase de ver rascacielos me iría a Philadelphia por ejemplo, o a Boston, o a Iowa, que se lee Jaiogua, a contemplar puentes y recoger flores silvestres. Y luego yo qué sé. A cualquier sitio. A Nueva Orleans,  y a Houston, y San Francisco. Visitaría Alcatraz. Y Colorado. A Las Vegas quizás no, no me atrae.

Y pararme en cualquier bar de carretera a comer y la camarera me llenase la taza de café cada vez que me la viese vacía. Y yo sentado en esos asientos de escay rojos adosados y perpendiculares a la pared devorando el plato estrella del bar en cuestión, judías con chile seguramente. Y luego otra vez a la carretera. Con Norah Jones o Katie Melua en la radio. Con mi gorra de béisbol y mis gafas de sol de espejo. Y escribiría un diario, en un cuaderno a rayas verdes con un lápiz amarillo rematado en goma rosa de borrar. Y venga millas...

En fin, de película todo, como sueño que es. De momento iré al Mercadona por bollos y salchichas, por ambientarrne un poco.

miércoles, 17 de junio de 2020

ABRAZO Y PICÓN

Laberíntica mente, extensa mente.
De escotillas y códigos.
De escondrijos y claves.
Prodigiosa mente, inmensa mente,
como el desierto o la selva.
Apenas te conozco. A veces te tengo miedo.
Como un castillo antiguo o la casa de niño tú guardas aún lo que se llevó el olvido, y todos los momentos son buenos para la tormenta, para el alud de nieve, para enredarse en la madeja de tus zarzas ocultas.
Tempestuosa mente.
Secreta mente, maravillosa mente.
Eres como un libro antiguo olvidado en el anaquel durante mucho tiempo.
Eres un ejército que aún no conozco entrenado ya para lo que vendrá.
Eres el almacén de todas las imágenes que cruzan por los espejos como los trenes por las estaciones.
Pero también eres las cocheras donde los trenes duermen en su descanso. Y eres todos los destinos de todos los viajeros y eres todos los caminos. Y en ti están todas sus maletas y todos sus sueños.
Caleidoscópica mente.
Si pudieras abrirme un poco la ventana... tengo miedo qué colores tendrán los cielos.
O cuéntame entonces si no sabes el cuento viejo de la abuela.
Abrazo y picón en brasero a veces precisan mis tardes.
Abrazo y picón en brasero. No la ribera encauzada entre malezas de adelfas, trinos de jilguero, y el clocló del agua fluyente por paisajes ajenos y distantes.
Abrazo y picón en brasero. Donde la palabra era una rosa virgen flotante en la alhucema tejiendo la buena bufanda para el camino de los viajeros ciegos.
Abrázame, que ya la tarde se hizo noche. Abrígame con tu sahumerio.
Y pon en marcha a tu ejército.

viernes, 12 de junio de 2020

MARGARITAS VIVAS

Una vez hace años un tipo me habló mal
de aquellos que salieron a las calles
en aquel mayo del 68.

Yo permanecí callado.

Después de varios años acaba de venirme la contestación.

Aquellos lanzaron margaritas vivas desde su boca. Y es posible que hoy alguno sea director de banco. Pero por una vez al menos de su boca nacieron margaritas. Pregúntate qué ha nacido siempre de la tuya. Marchitos crisantemos y gladiolos putrefactos. En tu aliento de rico suena el eco de las cosas que jamás tuvieron sangre. No menciones palabras como AMOR, MUERTE o VIDA. Son cosas que tú no sabes.

Perdón por el retardo.

jueves, 11 de junio de 2020

MARY PICKFORD

Una vez llegó a mí una bici holandesa.
La vendí por cuatro perras.
En este pueblo no son buenas las bicis holandesas.
Pero a veces me acuerdo de ella.

A pesar de las cuestas.
O es posible que yo sintiera vergüenza.

Era robusta y negra. Elegante y cómoda.

La bauticé con el nombre de Mary Pickford.

Sólo ella y yo sabíamos de mi ocurrencia.

¿Seguirá Mary Pickford rodando por alguna carretera?

Es horrible saber que no volveré a verla.

PEQUEÑAS ESPINAS , GRANDES LECCIONES

Tengo cinco minicactus juntos en una maceta, cada uno de una especie diferente. Tengo otro más, el que lleva más tiempo conmigo, a solas en otra maceta, pero vecino de los otros cinco. El solitario apenas mediría cinco centímetros de altura cuando lo compré. Es verde en el tronco y lila en las puntas de las múltiples protuberancias que rodean su cuerpo al completo, desde la base a su altura máxima. A veces algunas de esas protuberancias se alargan más que las otras, formando como minúsculas ramas, llenas de protuberancias también. A veces en algunas zonas aparecen unas miniflores blancas, en la corona del tronco principal y en las de esas ramas. No hace mucho que lo compré, y en contra de la advertencia del vendedor de que ese tipo de cactus es lentísimo al crecer hoy mide ya siete centímetros, que acabo de medirlo para escribir con rigor. Su quinteto vecino está integrado por: uno central, espigado, de cuatro caras separadas por aristas verticales hirsutas, verde oscuro y pálido, un poco triste en general. Alrededor suyo, lo más radialmente colocadas como buenamente supe, están los otros cuatro. Uno es pequeño, lleno de hojas gruesas y puntiagudas verde lima. He observado en él ir naciéndole más pequeñas hojas en dirección al borde de la maceta, lo que me hace soñar si algún día esas hojas sobrepasarán dicho borde y cuelguen babilónica y maravillosamente en una especie de microjardín. En dirección contraria a las agujas del reloj nos encontramos con uno rechoncho y bajito, sin ojos boca ni nariz pero tiene cara de buena gente. También tiene protuberancias, pero más discretas, aunque alrededor de cada una lo que hay son espinas, como cactus que es, y a mucha honra. El siguiente es un poco parecido al babilónico, pero éste no tiene pinta de saltar el borde y colgar con gracia, sino le veo un poquito dominante, parece que según va creciendo intenta ocupar el sitio de sus conciudadanos vegetales. Su verde es claro, pálido, como la piel de los frailes. No me fío mucho de él, por eso ando constantemente vigilándole. Ya está casi rozando al del centro, en cuanto vea que lo toca caerá sobre él un buen tijeretazo. Que se ande con cuidado. Y por último el más extraño de mis minicactus. Con éste tengo que afilar bien el lápiz para describirlo. Yo diría que en sí mismo es todo un mundo, no porque los demás no lo sean también si bien se miran, sino porque en él mismo hay una variedad de formas y tamaños no tan notable en los otros. Está compuesto a día de hoy por diez tallos erguidos, con protuberancias, hoy me voy a hartar de escribir dicha palabra, pero muy curiosas, porque parecen hojas de acanto. Miro la planta y es como mirar aquellas fotos en blanco y negro que existen aún en tantas casas, padre, madre, el hijo más pequeño en brazos de la madre, el resto de hijos ya en pie cada uno en su lugar, unos más altos, otros más bajitos, cada cual diferente pero todos tan iguales, cada cual independiente pero todos en conjunto. Pero lo más curioso verdaderamente de este cactus es que en los tallos de mayor tamaño crían en su parte superior una especie de antena larguísima relativamente hablando que termina en un microcapullo, es decir, una minúscula punta de lanza de color rosaceo que he estado bastante tiempo observando con esa mágica espera del que sabe que ahí en algún momento va a ocurrir una eclosión desconocida. Y así fue. Un atardecer, en la antena nacida de aquel tallo mayor, vi abierta una pequeña flor, lila, de un par de pétalos como máximo, súper delicada. Yo me puse a mis lecturas, a mis cosas, y de repente, cuando vuelvo a mirar aquella flor, veo que se ha encogido. Pensé, esto es cosa de la naturaleza, no voy a preocuparme. La planta sabe que es de noche y en la noche lo normal es irse a dormir. Quien quiera creerme que lo haga, pero durante el siguiente día estaba deseando de volver a mirar mi cactus, y comprobar si su pequeña flor estaba de nuevo abierta. Pero no fue así. Ni ese día ni los siguientes. Así han pasado ya quizás más de siete. Pero hoy, en el siguiente tallo en altura, y sobre su extraña antena, observé abierta una nueva flor. Volví a llenarme de alegría. Y otra vez fui feliz como pocos sabrán comprender otra vez. Y yo ya por experiencia sabía que esa flor iba a durar unas horas abierta. De hecho ya está cerrada. Porque el tiempo no para. No perdona. Pero yo sigo vivo. Y eso es maravilloso. Y en las cosas que nos rodean hay maravillas, repetidas durante miles de años, pero hoy lo están ahí para cualquiera. A veces la realidad parece fantasía. Pero es verdad. Imaginad que vuestra vida no durará más que varias horas. Qué importancia tiene eso cuando todo tu tiempo es tan importante. Cuántas horas de nuestra vida malgastamos en tonterías. Sin embargo una pequeña flor efímera viene a explicarme ante mis narices cosas tan importantes.

sábado, 6 de junio de 2020

AL BORDE DEL BARRANCO

Al borde del barranco,
tu muñeca agarrada.

Te aferrabas al mundo.
Me he aferrado a tu alma.

Tú ya habías nacido.
Con muñecas jugabas.

Yo era un sueño profundo.
Yo era un mundo soñado.

El tiempo dio un suspiro.
Y de ti me he prendado.

Al borde del barranco,
en la Cuesta del alma.

Tú te aferras al mundo.
Yo me aferro a tu alma.

EL VALS DE LAS ESTRELLAS

Somos la pareja perfecta
que siempre esperará
ese baile final
que nunca llegará.
Estuvimos bien cerca de bailar
el vals de las estrellas.
Pero no llegará, mi amor,
pero no llegará.
Y lo que es peor,
la luz del día nos aparta
de la luz de la noche.
Nos arrastra y nos lleva.
Cada vez más lejanos,
cada vez más ausentes,
como diría Miguel Hernández.
Qué cerca estuvimos mi amor,
de bailar el vals de las estrellas.


Hay momentos en mi vida que me hacen más falta tus besos que el aire.

ESTO ES

Esto es lo que yo quiero,
que me apuñalen poemas
con su navaja fría.
Que me desguacen canciones
el alma mía.

Sólo intuyendo la muerte,
conoceré la vida.

AL CIELO NO

Al cielo no,
ni al cielo ni al mar ni a la luna.

Primero no.

Primero el fondo final de mi alma.

Donde el cielo y la mar y la luna aguardan.

CIERTA COMPLICIDAD

Creo formas con palabras.
Como si fueran barro.

Llegan a mí.
No sé desde qué lado.

No hay intención.
Sólo proceso.

Luego las miro.
Encuentro significados.

Arcilla, agua y mis manos.
Lebrillos, cántaros, platos.

Un animal mitológico.
Una figura envuelta en sombra extraña.

Me significo.
Soy materia.

Del mismo material
que la materia.

Materia de mi propia materia.
Me renazco en cada creación.

Y así puedo contemplar la luna
con cierta complicidad.

TREN DE LAS CUATRO

El viento es el maquinista
del tren de las cuatro.

En abril es amplio el campo.
Y el sol se estira como los lagartos.

Las señoritas no usan sombrero.
Y los corazones se tienden descalzos.

En julio los abanicos
airean sueños arcanos.

Llega octubre cargado de miel.
Pero se fue.

Y enero no trae lo que llevó ayer.

Detrás de la ventanilla,
el campo es una gavilla
de esparto.

Vuelve el topo a su guarida.
Solitario.

Cumbres nevadas,
hondos barrancos blancos.

Pasa el tren de las cuatro.

CANCIÓN DEL CORAZÓN Y LA MANZANA

La tierra es un corazón
en llamas.

La luna es una manzana
que canta.

Y no quiere mirar.

CANCIÓN DEL BARQUITO

Sobre el papel un barquito.

Qué bonito.

Sin viento que se lo lleve,
ni aguas donde se hunda.

Infinito.


TRES CANCIONES MATUTINAS

1

No le busques tres qué
al rosal.

Huele bien, daña mucho.
Y ya no hay más.

Si quieres saber lo tercer,
llégale con suavidad.


2

Mañanita nublada.
Pienso en tus brazos.

Soy una gacela asustada
dentro del prado.

Aúlla el viento en la vaguada.
No estoy a salvo.

La luz está amenazada,
y el corazón se ahoga en llanto.

Buena amada,
el sol se escondió en tus brazos.


3

Porque me quieres, bésame.
Porque te quiero, me encantaría besarte.

Ten mi boca, pon la tuya.
Ya lo ves, así de fácil.

Entre zarzas y claveles,
caminaremos besándonos.

Con y sin nosotros,
la tierra seguirá girando.

  Allá por las últimas alturas respirables le dijo el zángano último a la abejita reina: -Frótate una de tus últimas patitas por entre la úl...