domingo, 30 de junio de 2019

NO SON MANDAMIENTOS, PERO LO PARECEN. O CIERTOS INTENTOS DE CONDUCTA PARA ATRAVESAR UN FIN DE SEMANA.

Ralentizar el tiempo.
Aletargar el pensamiento.
Darle vacaciones al sentimiento,
descanso al cuerpo.
Entregarme de lleno a mí pasando de lleno de mí.
Huir de lo especial.
Alimentarme bien de aire.
Como música, los gemidos de fondo de mis nuevos cachorritos y el aire en mi morera. Ver a la madre que ya se levanta y se atreve a abandonarlos para ir a comer y beber agua, cosa que me andaba preocupando.
Leer artículos periodísticos sobre cosas interesantes o sobre gente inteligente pero sin gastarme un duro en periódicos. A veces basta con ser educado y callado con una camarera para que te los regale.
Ver que la hierba seca y abundante en la noche también tiene su encanto, o que Puente Genil a lo lejos y también en la noche parece un pueblo que siempre está de feria.
Estar sin camiseta y notar la alternancia de vientos de diferente temperatura en tu cuerpo.
Observar a la luz del foco el óxido de la malla que me rodea desde hace treinta años. Saber por él que también soy ese óxido, que soy tiempo, pero un tiempo aún en movimiento. Bucear entonces en el pasado. Pero muy poco.
Ducharme varias veces al día.
Dormir mucho y sin horario.
Hibernar por día y medio con muchos grados en la calle.
Hablar callado.
Sentirme yo.
Y aún vivo.
Llorar lo mínimo.
Esperar al lunes como si nada.
Mi meta: conseguir decirlo todo dejando este papel así, en blanco.
Mi camino a ella bien se ve que no va por buen camino, pues continúo escribiendo, continúo diciendo, continúo inventando, continúo disfrazándome, alardeando no sé de qué, construyendo una falsedad, materializando un anhelo que jamás se materializa. Continúo manchando lo inmaculado perdido en más de un mundo.

Escritor: embaucador.

Mi escritura como un oso de peluche... así comenzaba un poema mío de hace ya tiempo. Y digo -enzaba y no -ienza porque ese poema ya no existe. Como dejarán de existir todos los demás algún día, igual que dejaré de existir yo, y conmigo a la vez esta maldita cárcel de tratar de entenderlo todo.

miércoles, 26 de junio de 2019

Cuando yo digo que escribo por necesidad, en pocas de las otras muchas cosas que diga llevaré tanta razón como en ésa. Es como buscar algodones. Algo así.

Últimamente me dan las tantas trabajando. Que no deja de ser al fin y al cabo, sea por exigencias de dicho trabajo en cuestión o por capricho, una forma más de gastar el preciado tiempo.

No voy a extenderme en más reflexiones sobre eso, así que aparcado queda. Bastante caro me sale como para emplear mi ratito de libertad en ello también. Que eso sí que no tiene precio.

A lo que voy. En un entreacto hace un rato en mi trabajo, mientras el calor hacia también su trabajo sobre el barniz recién dado, yo me senté un ratito en el patio de mi taller a contemplar las cosas. Con una cervecita, el tabaco, y un bote de alcaparrones aliñados.

No debo de quejarme si he de estar tan tarde trabajando. Porque veía bandadas de todo tipo de pájaros imagino que de regreso a sus nidos, a sus hogares, después también de su jornada. De una jornada repetitiva, donde no hay domingos ni lunes, tal vez sólo las estaciones climáticas, que ésas sí que condicionarán notablemente su existencia.

Eso era lo que veía por el cielo. También veía los olivos, el mar de olivos de estas tierras. También una humareda negra lejana algo inquietante porque parecía salir del lugar adonde va dirigido el trabajo que estoy haciendo. Cosas de mis pensares. Y coches por la autovía, camiones, motos. Lo que hoy no vi fue ningún avión volando.

Pero sí vi, y éste es el motivo de mi escritura hoy, es a mi perra mastina pariendo allí en mitad del patio.

Era su segunda cría la que estaba dando a luz, una hembra. La anterior, macho, la tuvo mientras yo daba el barniz antes mencionado. Oí unos gemidos. Vi al padre correr hacia la madre, que no es esposa, inquietado como yo por ese sonido. Lo vi llegar a ella, lo vi cómo veía lo que había. Lo olió. Y se fue.

Esto también da para mucho que pensar desde mi faceta y rol de humano. Pero tampoco me da la gana plasmar lo que pienso sobre ello.

viernes, 21 de junio de 2019

Hay un silencio hondo.
Así sonaría el mundo
tras dispararle a Lorca.

Hay un silencio
a lago desecado,
a niño huérfano,
a rumbo ignoto.

El día es noche para los sueños.
No vuela una sola mariposa.
El aire pesa, apresa.
Y tu alma yerra a la espera
por un laberinto silencioso,
oscuro, sin fondo.

Ladra un perro.
Al todo.
A la nada.

Mas todo sigue estando en ti,
dentro, callado,
como pintura en la cueva
de un reptil remoto,
como señales de aceite
en una cántara antigua,
como música en la caja
de un violín roto.

Y sólo sabes
tenderte sobre el tiempo,
esperando la noche
donde abrirte o guarecerte,
como una Flor de Luna,
como un caribú perseguido.
Lobo de ti mismo,
de ti mismo temeroso.

Es como para coger lupa, y observar el fino filo que separa una capa de otra. Podría decir en vez: que separa una de otra capa, y hacerlo así como más barroco, como regocijándome en lo guay que soy... al escribir. Porque es así. El que escribe alardea, miente, se disfraza con el traje que ha ido tejiendo para tapar con él sus taras, sus impotencias, su eso que no es. Y se pierde en un maremágnum de libros, de historias, de uras. Porque es extraño, pero quien tanto clama libertad, es fanático de otras junglas, de otras telas de araña diría más absurdas porque no son naturales, sino inventadas. Es complicado todo. Seguramente esté equivocado (así que ven, léeme, contradíceme, golpéame con tu palabra, líbrame de mi idea que tanto me esclaviza, del eco de mi voz en la caverna y dame de beber de tu agua limpia). Hoy no tengo ganas de escribir. Que el brillo de un sol hoy tras las nubes me arrastre a tus ojos o que me deje a oscuras evocando algún recuerdo. Hoy no quiero parecer. Hoy sólo quiero ser y estar, aunque sea poco, pero de verdad. Ciertos días abomino toda literatura, la creatividad, la inventiva, ese autoanalgésico, esa autoestafa.

viernes, 14 de junio de 2019

Hoy tuve amago de tristeza. Pero logré dominarla. Aunque sentí también tristeza por mi tristeza y la dejé salir un poco libre a sus llantos.

Pero quiso más, y yo confiado en las suelas de mis zapatos nuevos recién comprados para tal fin, no pude evitar resbalar. Y fue el desmadre padre. 

Aunque supe luego de la infinidad de capas que nos cubren. Yo ya estoy desnudo. Falso. Debajo hay más que mostrar, más de lo que avergonzarte o enorgullecerte. Pero debajo hay todavía más, y ya no sentirás nada porque ciertas nociones se pierden como cabras en la niebla. Y ya no sabes más sino seguir buceando adentro de lo adentro. Hudiéndote. Sólo por amor, sólo por el amor. Palabra última. Único estado y último. En lo más hondo. Y luego eso, la nada. 

Pero luego tu te quiero. 
Y todo otra vez de nuevo. 
Todo y yo en el todo arriba, como nuevo, como si nada. Ya despuntan los higos de mi higuera. Brilla el sol como nunca. Oh dichosa y larga y nueva primavera.

Y adiós tristeza, adiós. 

Hasta mañana.

jueves, 13 de junio de 2019

COMO EL JAZMÍN

Nadie discute al jazmín
su olor de noche a diario.

Huéleme, o déjame
prendido de luna en un rayo.

Como el jazmín, también
silencio soy,
entre un soplo enamorado.

miércoles, 12 de junio de 2019

A vueltas otra vez con lo mismo

Sigo dándole vueltas al cuento de Cortázar. En realidad ahora pienso que es todo mentira. No hay ningún plano, todo es lo mismo, como el que inventa o sueña puertas encerrado en un espacio de hormigón sin ventanas ni puertas, como el que escribe un poema, como el que hace una foto. Un libro es mentira, una foto es mentira, cualquier interpretación de la realidad de la mano del hombre no es cierta, no es la realidad. No sé. Pienso demasiado. Me gustaría haber conocido a Cortázar en persona para conversar con él.

Entra un fresquito a esta hora por mi ventana que me alimenta. Leo a Miguel Hernández mientras pienso en muchas cosas. Una de ellas ha sido el propio libro, éste en concreto de Hernández, que son dos libros en uno, El hombre acecha, y Cancionero y romancero de ausencias. Las últimas páginas no existen ni la contraportada, se las comió por un despiste mío una cabra que tuve. Además se mojó un día no me acuerdo cómo y están las páginas acartonadas. En este punto yo también puedo ser un Cortázar e inventar planos distintos que se mezclan y confunden a partir de aquí. Por un lado las poesías de Hernández, bellísimas, sobre todo para mí las del Cancionero. Por otro esas páginas que faltan y su porqué, que dan pie a un cuento de una cabra que se comió un cacho de libro de poemas y en lugar de berrear recitaba. Y por otro el libro físico en sí, el sonido crujiente de sus páginas al pasarlas, que para mí son pura musicalidad.

Me gustaría un día que leyeses este libro mío, que escucharas ese sonido de sus hojas, y que vieras la gamberrada inconsciente (¿o no era inconsciente?) de mi cabra. Era negra, bajita y muy graciosa.

Comentario del cuento Continuidad de los parques

El cuento es una maravilla, muy original por el enfoque que Cortázar le da a la trama. Literatura y realidad se unen y se confunden. Digamos que hay tres planos en el cuento: el nuestro, desde fuera de todo, leemos al hombre que tiene una historia, vive su propia realidad, pero a la vez lee también, es decir pasamos a un tercer plano, el de la novela que el hombre lee. La magia del cuento y su maravilla es cuando los personajes de la novela pasan al plano del hombre y viceversa, creando una ruptura y mezcla entre realidades, entre planos. No es la historia en sí del cuento lo que aquí importa, sino ese manejo tan bien creado de mezclar diferentes argumentos entre sí, introduciéndose unos en otros, hasta crear confusión porque tal y como lo cuenta se pierde un poco la noción de realidad sencilla y única, sino compuesta de varias, aunque dentro de una misma línea narrativa. Es decir, esas realidades están mezcladas con tal maestría que pueden dar pie a creerlas de manera que forman una única realidad.

Lee tranquila esto que te he escrito y si quieres luego hablamos.

domingo, 9 de junio de 2019

No sé si he jugado a ser noche y desierto.
He visto la vida ofrecérseme fácil.
La gente transitaba con un lenguaje manido en su mirada.
En cambio las palomas hablaban con el agua de la fuente otro idioma.
Y aquel arcángel dorado y brilloso allá en lo alto, ya las calles en sombra, como muecín anunciando el salat al-Magrib, la oración del atardecer.
No sé si he jugado a ser noche y desierto.
A veces es preciso coquetear con distancias, rupturas, desprendimientos; pisar a tope el acelerador por las curvas del silencio y de la nada.
No sé si he jugado a ser muerte,
coqueteando a la ruleta rusa con la realidad.
No sé si ha sido un juego.
Porque en mi boca ya anidaban los pájaros
del miedo.
A veces es preciso jugar con la verdad. Traspasar ciertos umbrales. Ir por la acera como desnudo de todo lo que has sido, casi como otro más, consciente de que vas vestido como los demás, con lenguaje manido en tu mirada.
Jugué tal vez a ser noche y desierto hasta llegar a parecerme a la noche y al desierto, hasta apreciar el aroma de la muerte.
Y ahora vuelvo, me devuelvo a mi cueva, como vuelto a nacer, como devuelto a la vida, sin saber, mi corazón tierra virgen, primitivo, a solas con mi frío (si frotase este lápiz contra el papel como yo pretendo tal vez reinventara el fuego),
tan lleno de nada para que me llenes de todo nuevamente, para que me enseñes otra vez tu idioma de paloma y agua, para que me eleves, ahora en verdadera noche, y en la aurora, yo, en alto sobre las calles todavía en sombra, brilloso como un arcángel dorado, anuncie al pueblo renacidos nuestro fayr, nuestra oración de un nuevo amanecer.
No sé si ha sido juego. Quizás pura necesidad.

viernes, 7 de junio de 2019

Qué te impide huir del carrusel.
La misma inteligencia.

Donde quiera que vaya
el carrusel me espera,
el carrusel me alcanza,
el carrusel me lleva. 

Bajo y subo.
Vuelo y caigo.

Subo y vuelvo a girar, 
como loco, 
como ciego. 
En mi caballo de plástico. 
En mi efímera carrera. 
Vuelta tras vuelta. 
Pálida meta. 

Acerca hacia mí tus brazos 
de meandro. 
Llévame ahora en su río secreto. 

Dame un sorbo de sol.
Apártame el sueño eléctrico. 

Y duérmeme en la caricia 
de tus manos de sauce.

lunes, 3 de junio de 2019

No hacemos guerra.
No hacemos daño.

Estamos aquí en silencio
diciéndonos tantas cosas,
como se hablan la noche
con el mar,
el viento y las estrellas.

Dicen que ya no hay
caminos,
que todo está escrito,
que la vida es mera
repetición.

Es verdad, mi amor,
se dicen muchas cosas.
Y sin embargo...

pídeme esa luna que tú y yo
vemos
y la tendrás en tus manos,
como se tiene en el cielo, 
como se tiene en el lago. 
Vamos a seguirle el rastro 
a la mariposa,
al astro rey
(espiemos, ahora que duerme, 
sus conjeturas para mañana),
a un buey alado. 
Y si amanece, al relente 
nuestras voces 
serán eco del río
y del canto de la alondra. 

Quién sabrá de nuestra
estela 
disuelta en el aire como una
muerte antigua.

Quién sabrá de nosotros
más allá de donde
apuntan los cipreses.

Sin hacer guerras.
Sin hacer daños.

sábado, 1 de junio de 2019

Núcleos de planetas en constante atracción.
Equilibrio de fuerzas, orden del caos.
Oscuridad y luz, inválido viento espacial
que no propaga el aullido
de lo que constante, obstinado
pugna por adherirse.

Si acaso mi voz fuera alta más allá del límite,
en la noche sideral un ciervo errante
pastaría sobre los prados negros,
y el dum dum de mi sangre galopando
por las venas interestelares.

Otro orden sería.
Otro el mapa universal.

Tal vez mi labio entonces
fuera la estrella que brilla en tu boca.

  Allá por las últimas alturas respirables le dijo el zángano último a la abejita reina: -Frótate una de tus últimas patitas por entre la úl...