No hacemos guerra.
No hacemos daño.
Estamos aquí en silencio
diciéndonos tantas cosas,
como se hablan la noche
con el mar,
el viento y las estrellas.
Dicen que ya no hay
caminos,
que todo está escrito,
que la vida es mera
repetición.
Es verdad, mi amor,
se dicen muchas cosas.
Y sin embargo...
pídeme esa luna que tú y yo
vemos
y la tendrás en tus manos,
como se tiene en el cielo,
como se tiene en el lago.
Vamos a seguirle el rastro
a la mariposa,
al astro rey
(espiemos, ahora que duerme,
sus conjeturas para mañana),
a un buey alado.
Y si amanece, al relente
nuestras voces
serán eco del río
y del canto de la alondra.
Quién sabrá de nuestra
estela
disuelta en el aire como una
muerte antigua.
Quién sabrá de nosotros
más allá de donde
apuntan los cipreses.
Sin hacer guerras.
Sin hacer daños.
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