Allá por las últimas alturas respirables le dijo el zángano último a la abejita reina:
-Frótate una de tus últimas patitas por entre la última de tus entrepatas, que yo me voy. ¡Y ahí te quedas, asesina!
Si el poeta se duerme en su palabra, el pueblo al que le canta se empobrece. Si el pueblo se empobrece y adormila, el poeta se agranda, des...
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