martes, 19 de abril de 2022

 Escribir es hacer oposiciones a pavesa de cigarro.


Ahí tienes tu escrito, tu carta, tu novela, tu poema, tu artículo científico.


Ingrávido en el aire.

Minúsculo.

Gris. Sin vida.


Igual que una pavesa de cigarro.


Quien escribe lo sabe.


Como sabe que no tiene otro camino.

domingo, 17 de abril de 2022

 Era hermoso aquel pan sobre la mesa.

En el aire flotaban 

palabras de proyectos, risas, quejas; 

y de fondo, un silencio.


Era hermoso aquel pan 

que el cuchillo del tiempo 

fue rompiendo a pedazos. 

El tiempo con su hambre irrefrenable.


De aquel pan han quedado

migajas solamente en el tapete. 

Con mi mano de canto 

las hago un montoncito,

las presiono y las uno, 

les impregno vapor desde mi boca. 

Pequeña bola cálida que amaso, 

le doy forma de pan.


Prendo un cigarro. 

Asciende, lento, el humo.

Por la ventana cuela un sol medroso,

apenas si disipa

el vaho inoportuno en los retratos.


En el patio se desmadró la higuera,

rosales sin destino, regentes madreselvas.

Hay olvido en el río y en los álamos.

Se terminó el incienso.

Y abril clavando en mayo 

herraduras de plata.


Ya no quedan vecinas cantaoras de coplas.

Tan sólo alguna tórtola.

¿O acaso ni eso sólo, sino que estoy soñando con arrullos de tórtolas?


Con un pequeño pan entre mis manos,

sentado ante una mesa,


de fondo escucho risas, quejas,

palabras de proyectos; 

y en el aire, un silencio. 


Y tras la puerta el viento.

jueves, 14 de abril de 2022

 Soluciones no existen,

sino entretenimientos varios,

amnesias autoimpuestas,

cegueras a capricho.

miércoles, 13 de abril de 2022

 Al entrar en Casariche, a la izquierda, había un hombre sentado cuya piel era negra y arrugada, plateadas las barbas, y sus vestidos largos y azules. Tomaba el sol, serio, ensimismado. 


Una cooperativa de aceite, a la derecha, tenía sus puertas cerradas; sus paredes eran blancas y puertas y ventanas de color verde. Quizá fuera un oasis.


Enfrente la estación de tren, clausurada. 


Hacía bastante sol, aunque también fuerte viento. 


El viento es como el tiempo que todo paisaje transmuta, arrastra o cierra: la temporada, el viaje, las dunas del África.


Incluso la esperanza.

lunes, 11 de abril de 2022

 Las paredes medianas de su corraleta, aparte en sí por la propia estructura de su esqueleto, impiden al cerdo esclavo conocer los caminos, los ríos. Tan sólo tiene un leve conocimiento del cielo y su variedad de colores y antojos: si azul le calienta y adormila, si gris le aspavienta y empapa. Y del viento: ora suave y le calma, ora fuerte y le aloca. Otra desventaja para él es su gran panza, harta de maíz, despojos y afrecho. Tendencia a estar tendido comúnmente es la suya, haragán entre el lodo de su propia inmundicia. Y a chillar cuando le falta el susodicho alimento, y a destrozarlo todo, aunque esto vaya en contra de su misma supervivencia. Es cierto: los cerdos esclavos rompen hasta el bebedero semiautomático que les aporta agua. Quizás los cerdos esclavos ni son cerdos ni tienen facultad de esclavos, sino que filosofan a escondidas tras las medianas tapias de su corraleta, y ansían transitar los caminos y bañarse en los ríos que vislumbran cuando meditan. Y por eso, tal vez sea por eso, les da por acabar con todo, menos con las tapias de hormigón que les someten y aprisionan, demasiado fuertes para su hocico de ser vivo a fin de cuentas, y como tal caduco, y por lo cual frágil, y si lo intentan: sangran (en este punto un cerdo o una mariposa o un diente de león o un estromatolito o un poeta son justa y esencialmente idénticos). Suicidio, sí, llamémoslo suicidio. ¡Pero es tan hermoso!

sábado, 2 de abril de 2022

 Los árboles que orillan el estanque

inclinan su interés hacia las aguas.

Vegetal expresión de amor callado.


Un ballet de diez peces de colores

ensaya su espectáculo sin público

en la hora temprana.


Sólo un espectador ocupa una butaca:

provincia de Almería en azulejos,

Almanzora, Comarca de los Vélez,

Fiñana, Oria, Huécija, Bacares,

y otras toponimias singulares:

Velefique, Tabernas, Carboneras,

Chirivel, Lucainena de las Torres.


Medio siglo en la tierra

y no conozco toda Andalucía.


Tampoco en su existencia

sabrán de mar o lago o río auténticos

esos peces del agua,

y sin embargo danzan... cómo decirlo: deshinibidos. 

                         Y además con dulzura;

cual coro que acompaña con su baile

el amor de los plátanos de sombra

hacia las verdes aguas estancadas.


Escucho un ditirambo en cascabeles,

y la onomatopeya lejanísima de una campana.

Despierto de mi ensueño.

Un coche de caballos comienza su jornada,

y la primera misa de la mañana.


Amanece. Sevilla.

Plaza de España.

En un día cualquiera.


Bueno, no tan cualquiera.

A veces me distraigo en los semáforos

con minúsculas hierbas de la acera.

Vegetal reflexión, fugaz filosofía,

bastión irreductible

de un tiempo cuando aquí todo era campo.

Los naranjos me lanzan 

de nuevo su azahar a mis fosas nasales,

y si puedo afinar más el olfato

alcanzaré el incienso;

y si también mi gusto

manzanas de rubí con traje caramelo,

y torrijas de miel, y arroz con leche;

y si también mi oído

el rasgar de alpargatas bajo el cancel vetusto;

y si también mi vista

el niño inflando a gotas su pelota de cera.


Bien está lo que vive en cualquier forma,

pero vive.

Bien está lo que ama como puede,

pero ama.

Bien está la rutina, el día a día. 

Bien está la visita entresoñada a provincias lejanas que nunca conociste,

el amor inventado por tu parte en árboles del parque, o el bailar de los peces en su cárcel de agua.

Bien están los recuerdos, escribir. Recordar y escribir es vivir todavía, es ansia, voluntad, coraje en repetir (de qué le vale un lápiz y un papel a los muertos bien muertos).


La dicha está en el sol y está en la lluvia; 

la dicha está en el aire,

y en tus cinco sentidos.


La nostalgia y cualquier otra cosa semejante

es simplemente símbolo.


Sentir, sufrir, reír, llorar, el errar o acertar, el ganar o perder, creer o no creer,

el negar, el asentir. Todo es símbolo.


Qué más da dónde se halle la verdad.


La suprema verdad se encuentra en el ahora, con su carga pasada cargada de pesantes presentes y futuros.

Él y solo mantiene con su farsa o axioma

aquello que merece ser vivido.

Calcula de un plumazo el laberinto 

del estar y del ser, 

ignora lo perdido y lo no conseguido,

estimula al vencido,

rearma al desarmado,

realma al desalmado,

infla con viento renovado

las velas del sopor del desvelado,

y devuelve al carril de la creencia

al más descarrilado descreído.

  Allá por las últimas alturas respirables le dijo el zángano último a la abejita reina: -Frótate una de tus últimas patitas por entre la úl...