Era hermoso aquel pan sobre la mesa.
En el aire flotaban
palabras de proyectos, risas, quejas;
y de fondo, un silencio.
Era hermoso aquel pan
que el cuchillo del tiempo
fue rompiendo a pedazos.
El tiempo con su hambre irrefrenable.
De aquel pan han quedado
migajas solamente en el tapete.
Con mi mano de canto
las hago un montoncito,
las presiono y las uno,
les impregno vapor desde mi boca.
Pequeña bola cálida que amaso,
le doy forma de pan.
Prendo un cigarro.
Asciende, lento, el humo.
Por la ventana cuela un sol medroso,
apenas si disipa
el vaho inoportuno en los retratos.
En el patio se desmadró la higuera,
rosales sin destino, regentes madreselvas.
Hay olvido en el río y en los álamos.
Se terminó el incienso.
Y abril clavando en mayo
herraduras de plata.
Ya no quedan vecinas cantaoras de coplas.
Tan sólo alguna tórtola.
¿O acaso ni eso sólo, sino que estoy soñando con arrullos de tórtolas?
Con un pequeño pan entre mis manos,
sentado ante una mesa,
de fondo escucho risas, quejas,
palabras de proyectos;
y en el aire, un silencio.
Y tras la puerta el viento.
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