Mi poesía nace en mis ojos.
Un niño, a la entrada de la estación, sentado sobre un rebate, comiendo una hamburguesa.
El bocadillo, mordido entre sus manos, pequeñas y morenas, parecía una media luna morena.
Humildad en sus ropas y alegría en su boca.
Una muchacha, quizás fuera su hermana, a su lado sentada, le sonaba los mocos y le daba a beber zumo de una pequeña botella.
Alrededor, la nada ruidosa. A mi lado, más palomas de dedos amputados, se me acercaban por el extremo opuesto al de la violencia.
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