Mi choza es idéntica a la tuya.
No supimos aprender la correcta arquitectura. A veces percibo el lodo trepando las laderas de mi cama,
y una danza de fauces en el sólido estuario de la negrura.
Más allá, a través de catorce mil ramas
y adobe,
escucho jugar un niño.
Pero ciertas veces, también, una luz cuela por el torpe techo.
Y confundo el día y la noche: si es de luna o de sol esa luz precipitada -o tal vez de una galaxia aún sin nombre.
Has de saber, compañera, que ante ella me desnudo y me entrego completo.
Porque suelo pensarte entre esa luz: ave acuática libre,
volando sobre líquidos espejos
de océanos lacustres al cobijo
del junco y la espadaña.
Y el mundo, de tan claro y polícromo,
no me dicta más juicio
que una canción luminosa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario