sábado, 19 de junio de 2021

 CASAS


Mi primera casa era un ring de boxeo

donde pugnaban entre sí lágrimas contra el sol y otras estrellas. En ella descubrí la luz y el barro, el mar, la sierra, el aire, la hoja seca.

Mi primera casa era también un barco

donde viajaba mi deseo, era un triciclo pedaleando en cueros, era macetas y azotea, era un balón de plástico, un abuelo, caramelos de menta. Era la cara suave de mi madre, las manos ásperas de mi padre, su ronca voz y su tierno corazón que descubrí muy tarde.

Mi primera casa era un microscopio y un telescopio, era el universo y era las alas de una mariposa, o la hoja de un sauce, pero también era unas gafas rotas.

En mi primera casa la imagen del mundo era transparente y cariñosa, pero quebrada y cortante, igual de cruel que dadivosa.


Mi segunda casa es una amnistía, un tratado de paz, un país libre, una tierra virgen.

Mi segunda casa es un barco llegado a buen puerto, a una isla misteriosa de paz y bien con su tesoro a flote.

Sus nativos no comprenden por qué a veces mis lágrimas, pero me abrazan.

Y compartimos sol y otras estrellas, paseamos junto al río, 

hacemos fuego y comemos en unión.


Pero mi barco avanza.


En mi tercera casa no habrá techo ni cielo, sol ni lágrimas.


Procuro encontrar fuego cada día, decir te quiero sin escuela, seguir llorando, en lucha contra el sol y otras estrellas.


Mi barco avanza.

Mi barco avanza.


Estoy exhausto.


Necesito engañarme con nuevas primaveras.

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