Callaron las voces.
Helaron sus dedos.
Primavera acuosa.
Atenuados cielos.
Umbrales de abril,
estériles vuelos.
Por donde los cardos
y donde los cuervos.
Donde el camposanto.
Candil de recuerdos.
Allá por las últimas alturas respirables le dijo el zángano último a la abejita reina: -Frótate una de tus últimas patitas por entre la úl...
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