Atrás truenos, tempestades,
pedestales de la euforia.
Que mi ola más gigante
apenas pase de onda.
En esa quietud sonora
proclamaré mi misterio.
Abisal y laberíntico.
Negro como el pozo negro.
Denso, hondo, escueto, frío.
Acariciando el silencio.
Allá por las últimas alturas respirables le dijo el zángano último a la abejita reina: -Frótate una de tus últimas patitas por entre la úl...
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