Avenida de La Palmera.
Desubicado, mirando aquí y allá,
un podenco andaluz
por el paso de cebra.
Un podenco andaluz,
alejado del campo y dentro de la selva.
Perdió su rastro no sé tras cuánto tiempo, tras qué conejo, qué perdiz, tras qué vereda.
Un podenco andaluz
por tierras sin lentiscos,
sin jaras ni tomillos,
parece un anarquista en mitin de derechas.
La mujer del vehículo que hay delante de mí,
lo observa. Abre su puerta. Pone pie en la carretera.
Pero cambia el semáforo, y pita el impaciente, y la mujer, a la carrera, quita el pie de la tierra, cierra la puerta, deniega y acelera.
Y todos nos perdemos en la jungla de asfalto y nieblas de gasoil, a tumba abierta, tras nuestros propios rastros, mirando aquí y allá, como desubicados. Como asustados King Konges en nuestras respectivas Nuevas Yorkes. Como podencos andaluces por un paso de cebra.
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