lunes, 20 de enero de 2020

... como por ejemplo MORFEO. Morfeo en realidad no es nada. Sin embargo para usted que sabe leer, morfeo ya es algo, ahora mismo ya es algo en usted, y en mí, que también sé leer y también sé escribir. Y yendo un poco más allá, si usted que sabe leer ha leído ciertas cosas en su vida, o visto documentales, o haya asistido a alguna conferencia sobre mitología clásica, puede que la palabra le haya hecho sentir tener repentinamente alas que bate con rapidez junto con una clara necesidad de huir a cualquier parte del mundo. Si es así, le pido que espere un poco en su partida si no es mucha molestia y escuche mi relato, y luego váyase si quiere, vuele adonde quiera.

Usted ha leído primeramente la eme, luego la o, después la erre, y así hasta llegar a la última letra, otra vez la o. No sé si usted es como yo, y en lugar de darle antes que nada un significado a las cosas que se le presentan de improviso, se detiene primero en otras cualidades de la cosa, porque todo está lleno de nombres obligatoriamente, de nombres que significan, la palabra palabra es una palabra que quiere decir palabra, por ejemplo. Pero como le iba diciendo, antes de dar significado a la cosa en sí, podría entretenerse en la morfología de cada letra que la compone, como esa eme, que a mí se me antoja una leve cordillera de dunas, escueta correlación de pequeños promontorios, de curvas inocentes que se elevan sobre la tiranía del recto renglón; después la o, orificio por el que mirar, isla anónima, onda en una charca, voluta de fumador experimentado, y a saber qué más cosas. Siga, siga usted practicando con cada letra, no es difícil. Vuele en el suelo antes que por el aire. Una vez que se canse del juego de interpretar la morfología de cada letra puede inventar otros juegos con la misma palabra. Invertir letras, o eliminar, o añadir, transformar. Orfeo, orfeón, oreo, morreo, órreo, arreo, reo, feo, orfebre... Y todavía no hemos llegado a su significado. Ni hace falta, porque es tanto el juego que cada palabra ofrece. Yo por ejemplo me he imaginado algo. Morfeo es nada, no era nada, andaba sobre una rama acechando, quieta, a la espera. De pronto pensé en ella y ahora existe, la escribo, la publico, y ya existe también en usted. Así que bien la he podido comparar como una garrapata escondida en una rama de arbusto, acechando, a la espera de algo que le dé vida, como un pobre perro que pasaba, y zas, la garrapata siente el calor corporal del perro y se pega a él, se agarra a su pelaje, es que me la imagino con sus diminutas garras sujetándose con todas sus fuerzas, para luego perderse entre el tupido bosque de pelo hasta alcanzar una zona propicia de piel  (qué clase de GPS usarán esos bichos, me pregunto) y una vez encontrada hincar los dientes, chupar la sangre, alimentarse, vivir... existir, sin mayor importancia, simplemente vivir, más allá o más acá de significados y de significantes.

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