Un poema me ha hecho recordarte:
de García Baena, Molino de los ciegos.
Treinta años pasando por tu vera, homónimo molino.
Treinta años a tu lado.
Cuántas veces a mi paso he reparado en ti, mas nunca supe de tu historia.
Ya que no te conozco, déjame imaginarte,
porque algo más que la vida termina con la muerte.
Pero tú permaneces en tu nombre,
en pleno vórtice de tiempo y de caminos,
en la espiral vertiginosa del cambio y el olvido,
en cuatro muros de remiendos encalados que hoy nada custodian
salvo material silencio manantial de elegías,
sin alguien que me cuente tus secretos,
ciego molinero del molino antiguo
tal isla abandonada entre ríos de alquitrán.
Ante moles de granito rodadas por bestias
y niebla cereal en tu garganta,
déjame soñarte ciego músico
de afinado oído para el eje cadencioso de lejanas carretas,
de olfato avizor de futura lluvia que malogre por húmeda tu harina,
de manos entre el grano cual pilones de romana calibrando peso y tamaño,
qué gusto y miga tendrá el pan según el año ha sido.
Me pregunto si supiste
verde a mayo,
blanca la molienda y dorados los campos de la espiga,
pardo el rastrojo, canela el yute.
Pedro, Andrés, Sebastián, cuál fue tu nombre.
A qué lugar llevaste tu aceña sin río y el río de tu historia.
Si fuiste alegre.
Si amaste y fuiste amado.
Si mereció la pena tanto sudor y grano.
viernes, 31 de enero de 2020
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