lunes, 20 de enero de 2020

No tengo más envidia que al jazmín. Estoy tan callado y tan lleno de no sé qué dulzuras que a él quiero parecerme. Batallones de recuerdos me tienen cercado en este tránsito entre el día terminado y otra noche que comienza. Recuerdos y otras cosas. Estoy tan callado que escucho hacia dentro. Oigo mis latidos, monótonos. Dentro de mis oídos está sonando mi sangre, martilleante, perenne en su misión. Es puramente mía. Mía para el mundo. Me siento vivo de manera muy certera. Aleatoriamente lo mismo exhalo mejorana que El juicio final de Martín de Vos. Está inmensa la noche de belleza, enorme de aromas. Anuncian nieve para mañana. Y esta música en mi interior, este orden natural de las cosas. Me siento tan de la tierra como el agua y la fuerza que la impulsa, el calor que la transforma en nube, y el frío que la hace lluvia. No tengo más intención en esta noche que la de expresarme como lo hacen los jazmines. Puros como conciencia infantil, como el amor rotundo, como una cara blanda donde sembrar los mejores besos.

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