GRACIAS A UN AMIGO
Después de cien kilómetros de espera
y largos días,
como glicinia hambrienta por nacer,
ayer, sobre la espalda de mi tronco
floreció, natural, un nuevo impulso.
Gracias al abrazo de un amigo.
Se llenó el foso seco y antiguo
con las aguas del alma
que el recuerdo mantuvo
-aunque calladas
siempre vivas.
Se alzaron las palmeras frente al Alfonso Trece cuatro sueños tal vez, quizás más de seis nubes;
de peineta y mantilla se vistieron las acacias en Doña Marialuisa;
incluso el cascabel del coche de caballos por curva de San Telmo
sonó distinto, más sinfónico, no sé,
más profundo.
Fueron tus brazos firmes apretándome
un par de estrellas
que colmaron de luz
mi firmamento ciego en tú ya sabes qué sombras,
fogata y manta sobre mi corazón helado,
sal mineral, dulce savia
que en verde y blanda fronda
hoy me transforma, que me incita a seguir,
a luchar,
a no ceder.
Siempre hasta la victoria, como dijera el Ché.
Porque ya no es por mí
solamente mi senda,
mi trocha, mi vereda a seguir,
sino por ti también, contigo,
mi entrañable, -va por ti,
amigo mío.
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