domingo, 22 de mayo de 2022

 Poeta de cartera. 

Y no por lo económico, 

sino por el tamaño. 

En un bolsillo cabe,

en una billetera 

-por haberlo doblado en tantas partes-.

Poeta de retrato (pero cosa invisible). 

Poeta que no es foto ni es cristal ni es respaldo, 

ni tan siquiera el marco, 

ni muchísimo menos 

ese arquito que gira

a modo de trompita de elefante 

-a modo de arbotante en planos góticos- que lo sostiene todo: la foto y el cristal, la trasera y el marco. 

Sino ese cartoncito (y a veces papel sólo)

entremedias de todo. Devorado.

Algo así de invisible. Algo así de aislante y de aislado. Prescindible. 

Idéntico a De Niro en Taxi Driver. 


"Hamburguesa en la niebla. 

El caos, la dulzura, poética delicia en los labios

del negro trombonista. 

Sangre y metralla. De repente. 

Manglares, jungla, hélices. 

Salpicándome. 

Anegándome, 

¿desde qué altas, impolutas ventanas o desde qué campanas?

La maldita afición a los porqués sin un porqué, un para qué.

Carteles macilentos se descuelgan -a modo de luceros- 

junto al telón noctámbulo de Brooklyn. 

La manzana gigante 

es una boa constrictor 

desperezándose. 

Todo es cristal, todo empaño y de empeño.

De marfil.

De colmillo.

La niebla no emblandece: acristala, endurece. 

De cristal son las llagas en los labios del trombonista negro. 

Mas no cesan aún, supuran insaciables

igual que incontenibles corrientes africanas. 


Pero está Iris (mi dulce Iris. Verdadera.

Como las llagas purulentas. Pero en el otro bando, donde cesan las hélices y callan las campanas, cauterizan los labios del músico africano, se abren sumideros, y la ciudad se limpia y queda como una nube blanca), como una margarita que me espera en los prados de la acera."

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