jueves, 26 de mayo de 2022

 JARDÍN ANTIGUO, de Luis Cernuda. (Las nubes)


"Ir de nuevo al jardín cerrado,

que tras los arcos de la tapia,

entre magnolios, limoneros,

guarda el encanto de las aguas.


Oír de nuevo en el silencio,

vivo de trinos y de hojas,

el susurro tibio del aire

donde las almas viejas flotan.


Ver otra vez el cielo hondo

a lo lejos, la torre esbelta

tal flor de luz sobre las palmas:

las cosas todas siempre bellas.


Sentir otra vez, como entonces,

la espina aguda del deseo,

mientras la juventud pasada

vuelve. Sueño de un dios sin tiempo."


Composición general del poema:

Poema estructurado en cuatro estrofas de cuatro versos eneasílabos cada una. Rima asonante en los pares: a-a en la primera estrofa, o-a en la segunda, e-a en la tercera, y e-o en la cuarta.


Reseña general a modo de introducción:

Jardín y juventud es lo mismo. El poeta retorna a su viejo jardín (plano físico), lo que le devuelve mentalmente a su juventud (plano metafísico). La repetición del retorno en cada estrofa: "Ir de nuevo", "Oír de nuevo", "Ver otra vez", " Sentir otra vez", es una redundancia para remarcar con insistencia la idea principal del poema: volver, repetir, retornar, sentir de nuevo lo que se perdió en el tiempo pero el jardín custodia. Lo estático y lo mutable se entremezclan: no es lo mismo el mismo tiempo en la vida del poeta errante que entre las paredes de ese jardín estable, bucólico pero real. Subyace una comparación aquí: antes se deterioran los hombres que las casas, al menos en aquel tiempo donde las construcciones arquitectónicas eran más duraderas que hoy en día.


Análisis de versos:


"Jardín cerrado", como el alma del poeta encerrada en el cuerpo; "magnolios, limoneros", como pinceladas de un cuadro expresionista, cortas, escuetas, pero muy marcadas en color, en esencia; "guarda el encanto de las aguas", el agua para el poeta contiene eternidad, juventud sin fin, frescura, claridad, renacimiento constante, todo eso guarda el jardín, y lo mantiene vivo, pero el poeta físicamente no puede hacer eso con su vida, por ello le surge la nostalgia, la tristeza.


La segunda estrofa comienza con algo muy profundo: "silencio, vivo de trinos y de hojas". Aquí hay una antítesis o contradicción: si se escucha algo no puede haber silencio, a qué silencio se refiere entonces: a la tranquilidad, a la calma, al sosiego, como escuchar a Chopin alejado del mundanal ruido. Y continúa con una prosopopeya o personificación junto a una sinestesia, "el susurro tibio del aire", el aire no susurra, se escucha, pero el aire no tiene boca para susurrar, que eso solamente pueden hacerlo las personas, es una cualidad humana principalmente, y la tibieza, que significa ni calor ni frío, sino templanza y equilibrio de temperatura, adjetivando a susurro como sujeto en la oración (oración averbal, sin verbo, no hay acción explícita, sino implícita en el contexto) y no al aire, complemento del nombre susurro, remarca la prosopopeya: el aire es un ser (y no un fenómeno atmosférico) que le habla con templanza, con dulzura. ¿Y qué le susurra el aire al poeta? Ese susurro le transfiere la imagen de una especie de barco o cualquier otro medio de transporte, invisible pero sensible, donde aún se mantienen intactas las viejas almas, tanto las diferentes almas cronológicas del poeta en edad temprana como las almas que conoció, bien de personas que ya no existen, o que existen pero son ya viejas.


De la tercera estrofa hago mención del último verso: "las cosas todas siempre bellas", que es una extensión de lo expuesto hasta ahora: en el jardín se guardan las cosas tal y como existieron en el pasado para el poeta, cuando todo era bello, nada estaba corrompido, en una especie de perfección eterna. Las cosas sí, el instante sí, todo era bello, menos la separación del poeta y el jardín: el primero no conoció nada mejor después, y por ello el jardín, lo estático, lo no caduco, le retrotrae a aquellos tiempos felices. De aquí se pueden sacar enlaces con Manrique: "cualquiera tiempo pasado fue mejor", y cosas por el estilo. 


Y por último: la última estrofa, el colofón, la revelación de lo que "subterráneamente" se ha venido insinuando en el fondo de todo el recorrido del poema: aquel jardín, en aquel tiempo, provocaba, incitaba, encendía el ánimo, la voluntad, querer vivir, daba pie a desear. Es lo que Gamoneda llama "la desaparición de los componentes de la juventud, de la energía", pero que hoy, tomado ese hoy por aquel día en que Cernuda regresó al jardín, han vuelto. 


La apoteosis culmina en el final del último verso: "Sueño de un dios sin tiempo". Verdaderamente aquí me enfrento con algo tan grande que no sé si soy capaz de analizarlo. Qué quiere decir exactamente esto. ¿Hasta los mismos dioses considerados todopoderosos han de soñar en el sentido de que el sueño proporciona lo que en realidad no se puede hacer?, ¿hasta los mismos dioses tienen sus límites frente a determinados imposibles?


Que por qué para mí Cernuda es el más grande: por lo que he intentado explicar aquí con mi análisis de un poema que posiblemente tenga poco de famoso entre su obra. Primeramente el uso de las nueve sílabas, poco común, y que aun siendo de arte mayor son versos de los más pequeños en ese arte; porque dieciséis versos es poco más que un soneto, y en lo corto hay que ser muy artista para comprimir tanto sentido y tanta profundidad sin mutilarlos. Profundidad, ornamentación; sentido y belleza; compresión; afinamiento; arte extremo.


Estructura y expresión en conjunto, orden y espontaneidad, equilibrio, armonía, sonoridad, lo antiguo y lo moderno, hipérbaton barroco, escaso pero presente, suavizado: "las cosas todas siempre bellas", cuando cabría decir "todas las cosas siempre bellas"; el uso de la asonancia y sólo en los versos pares ante la consonancia recargada. Aquí todo es suavidad, licor de lo bello, esencial, bien cribado, sublime. La cima de la escritura artística, emocional y sensitiva, profunda en superficie. Podada de lo sobrante sin llegar a la aridez de lo moderno.


Sé que me quedo corto, que quizás este solo poema necesita mucho más análisis que lo aquí expuesto, que no he reseñado por ejemplo a qué se refiere con lo de "el cielo hondo", que para cualquier mortal lo hondo es hacia abajo por lo común o hacia el frente, pero es difícil dar cualidades de hondura a lo que está arriba, porque ahondar es caer o seguir hacia adelante en una cueva, pero casi nadie entiende que se pueda ahondar hacia arriba, hacia la luz; las connotaciones religiosas subyacentes también en el poema. Y en lo puramente estructural tampoco he dicho nada de varios encabalgamientos, casi siempre suaves y casi nunca abruptos (lo cual incide en la criba entre barroco y moderno dejando sólo lo esencial, lo importante, sin menoscabo de nada). 


He aquí el reto principal para cualquier aspirante a antropólogo: hacer ciencia sin hacer ciencia de la vida en su conjunto, y ser capaz de demostrarlo.

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