Muchas mañanas tengo
en que ya ni desayuno.
Porque mi hambre es de otra cosa.
Ningún panadero o pastelero
puede ofrecerme
el olor único
de aquellos marbellones, gitanillas, jazmines de mi infancia.
Tan sólo algunas veces
volví a encontrarlo
en tus labios,
y me sacié con ellos.
Pero el hambre se repite a diario como el sol o la luna.
El hambre es incesante como el mar
o la perpetua probabilidad
de estar a punto
de que se desencadene otra guerra.
Y tú también te me has vuelto lejana.
Como la paz sin miedos
o aquellas macetas de mi infancia.
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