jueves, 26 de agosto de 2021

 Tengo una gata que vive en los tejados.

Hace años que mi gata vive en los tejados.

Ya ni recuerdo si alguna vez la vi pisar el suelo.


Mi gata me maúlla desde sus tejados al oírme llegar, y yo le ofrezco agua y alimento subiéndome a una vieja escalera de madera.


Mi gata es huraña, y por mi mano al menos nunca permitió ser acariciada.


Pero mi gata me maúlla si me escucha llegar, y yo le doy su alimento y su agua.


Si algún día no la escucho maullar cuando llego, siento un vacío, o más bien un dolor. 


Mi gata es huraña, pero sus maullidos son la única cosa capaz de llenarme ese vacío o quitarme ese dolor.

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