jueves, 8 de diciembre de 2022

 Noche en el tren. Tras el cristal, 

la invisible visión 

es un puma al acecho.


En la espesa negrura 

imagina paisajes de olivar 

en un campo infinito, 

huertas, caminos, 

acequias que discurren su agua clara 

con agradable plática. 

Desde el fondo le llega, 

tal música de pájaros, 

celestial y gloriosa, 

como una voz divina:

"Nada se ha dicho aún 

en el preciso instante en que se sueña. 

Todo está por hacer,

nada está consumido."


El sueño en su labor

es abeja que liba la exigencia en nacer 

de las cosas del mundo. 

Y ante el necio pretender desandar 

hirientes y obcecadas agujas de reloj,

tal vez pueda caber relativa esperanza,

pues toda aurora en ciernes, 

al igual que el lentisco en la infancia de marzo,

acarrea algún grito presentido.


Porque aún hay deseo, aunque exiguo,

en el fondo del alma del viajero 

barruntan con torpeza determinadas filias:

quizá quede más fe, más margaritas;

quizá quede más miel por apurar de aquellos días. 


Pero es noche en el tren.

Y avanza su viaje al compás del otoño. 


Tras el gélido vidrio  

-realidad sin cortinas-

la invisible visión es un puma al acecho.

  Allá por las últimas alturas respirables le dijo el zángano último a la abejita reina: -Frótate una de tus últimas patitas por entre la úl...