viernes, 28 de febrero de 2020

Todo tiene su encuadre en esta vida. Una misma cosa tiene muchas maneras de mirarse. Restaurar un edificio antiguo, por supuesto que lo veo bien. Pero si te pones a bucear en el pasado de ese edificio, que es antiguo, pero tampoco es romano, quiero decir, que no es tan tan tan antiguo, que hay grabaciones en vivo del edificio, de cuando era lo que era, de cuando servía para lo que lo hicieron, y comparas esas grabaciones con el presente... yo no sé hasta qué punto la restauración ha restaurado, porque habrá restaurado paredes, puertas, vidrieras, pero el alma de aquello... ni por asomo. Desde luego más vale conservarlo que derribarlo y aniquilarlo por completo, y tratar de darle otro uso, que siga viviendo, de otra manera, menos romántica quizás. No sé, como decía al principio una misma cosa tiene multitud de enfoques, y cada cual es libre de escoger el que crea más oportuno.

Ayer visité el centro comercial que es hoy lo que hasta comienzos de los 90 era estación de tren Plaza de Armas, o estación de Córdoba, en Sevilla. Pasé por allí muchas veces en su época de estación, pero nunca entré, ni mucho menos la usé. Ni siquiera tengo recuerdos de la fachada. Sólo sé que por aquella zona había una estación, y que se llamaba así, pero nada más, como me pasa también con la estación de Cádiz o San Bernardo, que tampoco existe ya como estación.

Ésta de plaza de armas, no sé si por la hora que la visité ayer, si por no ser época de muchas compras, la verdad es que estaba desierta, muy desierta. También es que me parece a mí que son demasiados centros comerciales ya, que no sé si la oferta está superando a la demanda, si puede ser cosa también de las modas, de preferir ahora el último centro abierto por aquello de la novedad. No sé, el caso es que a mí el lugar me dejó un poco frío, pero el lugar actual, ahora restaurado, que más me pareció un animal disecado que resucitado.

De todas formas nada pudo impedirme al estar allí ponerme a imaginar aquello en sus épocas gloriosas: llantos de despedida sobre los andenes, llantos de alegría por los esperados regresos, servicios militares, emigración, dejar atrás la tierra, la familia, volver a ella. Ir a un amor. Volver de él. Ir a médicos, a estudios, a lunas de mieles. Tantas y tantas cosas que se habrán vivido allí, que todas desconozco pero todas las imagino, y me sabe tan real a veces lo que imagino que lo vivo tal y como si así fuera. Seguramente porque así fue.
Has vuelto, como una aurora veraniega o una crecida antorcha.
Vienen contigo colgando de tus mejillas hebras de luz eterna.
Más bella, más alta, regresas después de cuatro siglos larguísimos como noventa o cien horas,
con mi vida en tu maleta, y sin la última peca.
Has vuelto, con más panes y peces en las manos por las multiplicaciones que hizo tu ausencia.
Has vuelto, y con la escoba de tu sola presencia vuelves a barrerme sin ver y sin querer
las hojas caídas alrededor de mis pies.
Has vuelto, estás aquí de nuevo,
analgésica y redentora como una mar llana.
No sé si alguien se ha fijado en la potencia contenida que existe en los sacos llenos de trigo o en la de los embalses llenos de agua.

Está mi cuerpo lleno como un saco de trigo.
Se necesitan varias mariposas y tormentas
para obtener un grano.

Como un embalse lleno de la historia del agua así está también de historias mi cuerpo lleno.

Mi cuerpo está lleno como de agriculturas,
de esas cosas que son porque sí, como las primaveras y los desiertos, como el sudor y el hambre, como el amor y la mujer.

Y sin embargo no dice nada, como los sacos y los embalses.

Mi cuerpo teme romperse si habla y desangrarse como espiga en la era. Mi cuerpo no llora por no llegar al mar.

jueves, 27 de febrero de 2020

No sé si te diste cuenta,
pero tus manos olían a almendras
y a pipas de girasol,
y algo así como certezas de tiempo
iguales a mariposas
aleteaban en el movimiento de tus manos diciéndome adiós tras el cristal del coche.
Te me haces mayor
y te me estás yendo volando
y yo no siempre me doy cuenta como hoy. Tengo ganas de llorar
y qué bien que no lo sepas
porque sé que andas lejos,
no sé por dónde, mi niña.
Sin escuela días hay donde
a solas aprendes que de
las sierras de cierto sueño
jamás nacerá río de olvido.
En que sin microscopio,
ves el punto exacto cuando
el presente a recuerdo muta,
y un silencio cuajado de mensajes
que no precisan descifre de tan puros
(vuelan con el aire, como semillitas de diente de león).
Y es en esos mismos días
cuando descubres también
que tu ser quedó abolido hace tiempo,
que tu voluntad
ya no te pertenece.
Que ya no importa silencio, distancia o soledad.

viernes, 14 de febrero de 2020

ENTRE ACEQUIAS Y BANCALES

Tiene tu compañía la amabilidad del sol sobre los limones de la Axarquía.
Veo la vida en ti tan clara
como en las flores de los melocotoneros.

De la mano de tu manera de hablar
paseo entre acequias y bancales.
Seguiré siendo verde
cuando llegue el verano.

Bajemos a ese mar que vemos allí al fondo, azul y puro.
O quedémonos aquí, con tus manos jugando en el canasto de nueces, y vino dulce.
Será magnífica la luna esta noche.

Mañana cortaremos por las lindes los espárragos más tiernos
y compraremos pan y miel de romero.
A tu lado la vida y el mundo son unos buenos amigos.
Ciertos libros parecen guardar el secreto de la dicha eterna, como una primavera sin límites, como un día perpetuo capaz de evitar a la noche, siempre luminoso y cálido.

Ciertos libros parecen conocer el antídoto contra aquellos atardeceres que sonaban a martillo de juez dictaminando que acabó la fiesta, la jornada de gira campestre y familiar, donde hacíamos candelas, carne asada, arcos y flechas.

Entre las hojas de ciertos libros hay un laberinto sencillísimo; sin embargo, llegando al final uno mismo retrocede voluntariosamente al principio, porque no quieres salir jamás de ahí, porque no quieres desdicha, inviernos, noche, oscuridad, frío; porque quieres seguir lanzando flechas de varetas contra aquel juez hijo de la gran.

Digamos que ciertos libros podrían denominarse uterinos. O ajardinados. Protegen a la par que seducen. Y son buenos con y para uno al uso de la bondad de la buenas abuelas. Más altos que murallas, más que montañas, una vez dentro de ellos el mundo empequeñece, queda como muy abajo o muy detrás, apenas si se le oye.

Pero lo más curioso para mí de ciertos libros es ese sospechar si su autor te conocía de tan para ti que parecen haber sido escritos.

miércoles, 12 de febrero de 2020

LOS CANTERONES

Si un gran tesoro perdió esta tierra, fue aquel agua.
Quedan vestigios, presencias vanas:
fósiles, un silencio oceánico, y el beso
de las olas disecado en los taludes.

A veces voy allí a imaginar reinos marinos donde Neptuno hoy es el olivo rey, las ninfas de piel blanca son las cornejas negras, y como danzantes algas raquíticas retamas.

Quién sabe si en el viento vaga perdido todavía el huérfano rumor de una vieja caracola, como también la noche a veces

nos trae ecos de nuestra infancia.
También de las costas del hombre, la vida
se retira paulatina hasta que todo es playa.

domingo, 9 de febrero de 2020

Y LA TIERRA QUE TÚ ERES

Cuando estoy en aquel lado, viajero en lo negro,
te imagino atareada barriendo nieve y fregando margaritas en un prado de un reino alejado.

Barres con tu corazón, y con tus manos
defiendes el orden de nuestro universo.

Por los abismos del espacio
siento caer, impotente, las torres donde hemos
sido altísimos.

Pero más allá sé que estás tú, maestra de mareas, aya de la lluvia y las cosechas, y tus manos educando primaveras.

Y no tengo más salvación ni esperanza
que tú
y mi asiento en el tren del reloj.

Hiende el sol su navaja leve,
rasgando ventanillas y horizontes.

Y ahí estás, sobre el andén o arriate como una flor temprana, salvadora, goteando luz de la mano del alba.

Tu cara explica amor y honrada necesidad, como en los jornaleros. Tienes el color de la tierra y el aroma de las talegas llenas de pan.

Soy la planta que soy por la semilla que soy y la tierra que tú eres.

sábado, 8 de febrero de 2020

Estoy a punto de
marzo.

Ten cuidado.

Si pestañeas,
puedo romperme en flores.

Escucho Telemann
y llover bonito.

No extrañes si mañana
me confundes con jacintos.

jueves, 6 de febrero de 2020

Pasas,
fugaz como estrella fugaz.
Y tras de ti
tu voz de bálsamo,
tu aroma a confitura,
las ciruelas de tus manos,
suaves, dulces, abrigadoras
como jarapas.

Pasas, 
y tras de ti
mis zánganos recuerdos
te iban cortejando,
aunque no te percataras
y creyeras que ibas sola,
igual que abeja reina distraída
en sus quehaceres
entre el cielo y la flora
que habita por las rotondas.

martes, 4 de febrero de 2020

Eso que llaman patria será como la tierra que vi en tus ojos, aquella mañana que me iba al extranjero.

Desde el mástil de tu frente bandereabas paños color café, y tu boca era alegre y emotiva como ciertos himnos eslavos.
En tus manos sonaban sirenas,
como en los puertos.

Dicen que un marinero en su barco
nunca está fuera de su patria.
Así atravesé campos y ríos, a bordo de mi pecho en que resides mascarón de proa,
hasta alcanzar regiones donde tu nombre en el aire era una pluma exótica.

Regresé pronto, telúrico y con morriña
como gallego en aguas del River Plate,
cargado de nomeolvides
y un sombrero.

ORFEO Y EURÍDICE

Quiero escapar de los caracoles de oro que no dejan baba
y tenderme fakir en el puercoespín de tu rastro.
Alistarme al comando de amapolas bajo tierra
donde en cónclave furtivo traman su guerra roja contra los inviernos.

Quiero escapar del influjo de todos los planetas.
Oculta en mi fondo como la perla en la concha,
en tus párpados de horizonte el mundo se despierta.
Clara y honda, hablas con el idioma de los barrancos y de las palmeras.

Por mirarte una vez, tu imagen permanece en el agua de todas las fuentes.
Tienes el color de la primera flor,
porque eres el boceto con que ensayan las primaveras.

Sabes a sol y en tu huerta abunda la hierbabuena.
Conoces los secretos del jazmín, eres acogedora como una ermita
y en la panadería de tus pequeñas manos me regresas a la masa de los primeros días.

  Allá por las últimas alturas respirables le dijo el zángano último a la abejita reina: -Frótate una de tus últimas patitas por entre la úl...