Cuando estoy en aquel lado, viajero en lo negro,
te imagino atareada barriendo nieve y fregando margaritas en un prado de un reino alejado.
Barres con tu corazón, y con tus manos
defiendes el orden de nuestro universo.
Por los abismos del espacio
siento caer, impotente, las torres donde hemos
sido altísimos.
Pero más allá sé que estás tú, maestra de mareas, aya de la lluvia y las cosechas, y tus manos educando primaveras.
Y no tengo más salvación ni esperanza
que tú
y mi asiento en el tren del reloj.
Hiende el sol su navaja leve,
rasgando ventanillas y horizontes.
Y ahí estás, sobre el andén o arriate como una flor temprana, salvadora, goteando luz de la mano del alba.
Tu cara explica amor y honrada necesidad, como en los jornaleros. Tienes el color de la tierra y el aroma de las talegas llenas de pan.
Soy la planta que soy por la semilla que soy y la tierra que tú eres.
domingo, 9 de febrero de 2020
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