Si un gran tesoro perdió esta tierra, fue aquel agua.
Quedan vestigios, presencias vanas:
fósiles, un silencio oceánico, y el beso
de las olas disecado en los taludes.
A veces voy allí a imaginar reinos marinos donde Neptuno hoy es el olivo rey, las ninfas de piel blanca son las cornejas negras, y como danzantes algas raquíticas retamas.
Quién sabe si en el viento vaga perdido todavía el huérfano rumor de una vieja caracola, como también la noche a veces
nos trae ecos de nuestra infancia.
También de las costas del hombre, la vida
se retira paulatina hasta que todo es playa.
miércoles, 12 de febrero de 2020
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