sábado, 29 de enero de 2022

 Recuerdo con dulzura el aroma a colonia

de hombres y mujeres que rodearon mi infancia.


Hombres, eran hombres.

Mujeres, íntegras mujeres.


El olor de los hombres y mujeres de mi infancia

ha llegado hoy a mí.


No sé por qué, ni para qué.


Quizás porque ando falto de verdad, de integridad.


Quizás porque un cometa me atrapó,

me elevó de la tierra.

Me apartó. Me convirtió a la vez 

en el propio cometa de mí mismo.


Mas un hilo de cuerda, invisible y sensible, pero fuerte, no me deja escapar. 


Y hoy huelo a Mesones, a barbería de Félix,

a naranjos en flor en El Salón, a Villa de Madrid, a calle de los cojos tal mi madre decía (su nombre verdadero es Libertad),

a la Plaza de Abastos, a voces de hortelano

y charcuteros gritando mercancías,

a la doble ración de caramelos por un premio, la taberna del Rubio (antes ancá Lechuga), ancá Copete, con su blusa morada nazarena.


No sé por qué ni para qué, hoy recuerdo con dulzura el aroma a colonia de hombres y mujeres que rodearon mi infancia, 

sobre todo en sus manos.

A viruta y serrín las de mi padre.

A cebolla y lejía

las de mi madre.


Hay verdades inmunes a la muerte,

certezas que traspasan las crueles fronteras 

de lo que ya no está,

ancladas en el fondo del alma

del que supo aceptar con dignidad

que toda la vida cabe en pétalos de almendro,

a merced del final, cual víctima del viento.


Del invierno finito, del cartero Bigotes,

del cura Don José, de aquella catequesis churretera en la casa del amo de mi abuelo.

Las manos de Pilar, mi catequista,

oliendo a regaliz. ¡Sus ricos caramelos!

abriéndome de paso por umbrales de azúcar

las puertas de otros mundos paralelos,

de amores más precisos

y distintos 

a todo su Evangelio y Jesucristo.

viernes, 28 de enero de 2022

 En la cara del agua contemplo mis raíces. 

El agua temblorosa corre, fluye, 

brinca de piedra en piedra, de una orilla a la otra 

-lo que fui, lo que soy, lo que seré,

y lo que no seré- 

con esa inexperiencia -tan experimentada-, 

con la inexactitud con que los sueños disimulan, protegen la verdad. 

Mas mi raíz persiste en reflejos solubles, 

en los cantos rodados de su profundidad, 

en algas arraigadas, en torrentes de tiempo, 

en la sala juiciosa subacuática 

donde Neptuno rey ahuyenta pretencioso 

juventudes, nostalgias, espíritus, fantasmas,

simbólicos presentes, presencias invisibles, esencias naufragadas...

Santas compañas cortejan tras de mi alma.


En corrientes de amor y tempestad,

-maliciosos finales de otro invierno, deliciosas campiñas, la injuriosa actitud de los almendros-

existe -comprobada la rosa y las espinas-

cierta serenidad.

El humo es tiempo condensado,

espiritual materia que se eleva,

que parte de la llama,

última luz abandonada.


Abajo

grueso tronco o bravo combatiente

se resiste, cruje parco,

tal si apretara los dientes.


Aún bella es la vida entre tus grietas, 

ya no verdes, sino tal cuevas grises.


En silencio 

vuelan pájaros contigo,

cadenas de estaciones,

el aullido del viento, los nidos cual zarcillos,

la vara golpeándote su jambre jornalera.


Viejo tronco de olivo,

ardiente majestad,

útil toda tu vida.


Y aún ante tu muerte,

en la claudicación de tu existir,

mis manos ateridas

extiendo sobre ti.


Y barro las cenizas tras de la noche fría.

Y encuentro algunas ascuas,

tal vestigios de amores del pasado.

Tal un sueño atrapado entre el deseo.

Tal el calor de un beso en la estación final,

última luz abandonada.

martes, 18 de enero de 2022

 Soñé despierto.

Salías de tu casa

con aquel abrigo blanco.

Yo pasaba.


Tal vez por ello ahora

mi boca sabe a caramelo,

y mi mirada, transeúnte en el tiempo 

y el espacio,

divaga en cabalgatas de jazmín

y otras flores de nata.


Tú que sabes del misterio de abril

deshielas mis arterias.


Abres mi corazón en pétalo y fragancia

con sólo imaginarte.

  Allá por las últimas alturas respirables le dijo el zángano último a la abejita reina: -Frótate una de tus últimas patitas por entre la úl...