lunes, 10 de mayo de 2021

 Pero el cielo no me basta, ni su color cambiante ni sus huéspedes las nubes.

Tampoco el viento, ni pájaros, ni árboles.

Ni el río adormecido, paño de llantos para el sauce, ni el catre de la luna que es el mar.

Para que el cielo sea cielo, nube la nube, río el río, ancho y blando el mar, necesito algo más.

Necesito decirlos, escribirlos, expulsarlos después de devorados. Volver a dotarlos de identidad pero ahora salpicados por aquí y por allá de minúsculas partículas, pedacitos de azúcar arrancados en las cuevas de mi espíritu.

miércoles, 5 de mayo de 2021

 Me parece que en lo práctico no sé si voy a dar mucho más de sí. En cambio en lo no práctico, en las cosas que nunca serán reflejadas en un extracto bancario, quizás pueda aún hacerle sentirse rico a alguien. Por un lado estoy agotado, exprimido; por otro soy un tallo virgen, y no sé cómo expresarlo mejor, que no serán como de algodón mis cabellos de aquí a unos años, sino exactamente algodón. Los deseos se confirman si en ellos se insiste a la larga. Yo nube quise ser durante mucho tiempo, playa serena u olor a mejorana. En verde noto cómo me estoy volviendo lentamente, aromático verde a los pies de mi sierra, en dulce playa antigua que bañó estas tierras, en alta nube gruesa de algodón y gracia etérea.

 Estoy aquí, tranquilo, en mi taller, la puerta del patio abierta, dibujando, haciendo planos, y escucho una tórtola arrullando cerca. 


No puedo concentrarme en mi trabajo. 


Compruebo que el ruido dulce y sereno también puede alterarte como lo hace el ruido de mucha gente concentrada, por ejemplo una manifestación, o los motores de muchos vehículos juntos. Pero este ruido, aunque me arranque del deber, me lleva a otros lugares y estados tranquilos. La tórtola, sin ella saberlo, me está transportando al cerro, a sus laderas entre pinos, a sus bancos metálicos y verdes, a ver mi pueblo blanco allá abajo, entre ramas, bajo un cielo muy azul, y paseantes con perros, y patios de casas viejas, y tendederos de alambre y sobre ellos secándose la ropa. La tórtola sin saberlo trae con su arrullo a mi mirada perdida en la pared el azul y el rojo y el amarillo de unas flores diminutas de ciertas plantas sembradas en los arriates de las laderas del cerro, así como el olor del romero y el de la lavanda. No le hace falta tampoco a la tórtola esmerarse mucho en su canto para que en mis oídos suenen las campanas de la iglesia de los frailes, tocando al Ángelus, y escasamente después lo hagan las de Santa Clara.


La tórtola persiste. Pero yo debo seguir con mi trabajo.


Así es la vida, así es el tiempo que nos arrastra, lento, pero no para.


Tendré que acercarme a mi casa para coger mis gafas de cerca. Antes de que apareciese la tórtola ya se me torcían las líneas de mis dibujos. Ahora noto que la cosa en mis ojos se ha puesto peor.

lunes, 3 de mayo de 2021

 Si comprenderme quieres

no hagas caso a las lógicas del mundo.

Ese mundo tan tuyo como mío

que adoctrinarnos quiere

con sentencias, palabras, tan necias como estúpidas.

Si comprenderme quieres

te invito a hacer periplo junto a mí sobre mi barca

por las costas en niebla del misterio,

por donde yo viajo habitualmente.


Allí comprobarás

que no hay palabra ni sentencia clara,

que todo es nebulosa, tierra ignota.


Mas entre tú y el mundo,

mas entre el mundo y yo,

mas en nosotros juntos otro mundo 

más claro y más preciso resurgió.

Lo afirma mi recuerdo si la tarde se nubla,

si hace frío en mis labios,

si mis ojos se cierran

y aún no estoy dormido.


Y entonces, sólo entonces,

la niebla se disipa. Sólo entonces

sinónimo es mi nombre

de playa nunca hollada,

de jardín florecido en malvaviscos.

domingo, 2 de mayo de 2021

 Tractores ruidosos 

pasan por la carretera

a su labor diaria. 

Pájaros pían, aletean, 

emigran en bandada 

buscando el arroyuelo y la semilla. 

Vuela de nuevo cada abeja a su flor, 

hacia su piedra cálida andará la lagartija

donde embriagarse de sol y sortilegio. 

Esquilas suenan, esquilas y el torrente de voz del cabrero a su perro, hacia la cabra necia que

hambrienta se adentró en el sembrado ajeno. 

El día se derrama 

como volcado cántaro lleno de luz. 

Maduran lentamente las almendras 

y los trigos. 

Se colman los pesebres de verdor, 

la savia de las plantas huele dulce, 

la sangre de las plantas huele a fuente de fe aliñada entre aromas. 

Y es fe segura. 

Toc toc. 

Será el verano, que tras la puerta anuncia nuevas noches serenas 

en cónclave de estrellas claras 

y de lunas llenas. 

Largos son, diría sin fin, 

los cabellos trenzados de los sueños. 

Polilla nueva seré de nuevo, 

polilla huérfana que amor encuentra 

en los rayos de luz de la libélula.

 Lejanas golondrinas, ajenas en su vuelo,

sobre los tallos verdes soliviantan recuerdos.

De repente y confuso el río caudaloso

galopa dando brincos de quebrado cristal,

y en delicado rosa transforma las adelfas.

La hormiga se despierta, enfiébranse las bestias, 

y un zumbido de fondo, como de abejas,

cercena la neblina de la tarde lluviosa.

Entre irisados montes,

por debajo del arco de los siete colores,

piaras de ganados pacen tranquilos.

De la flauta de hueso del pastor

brota una melodía que a la gloria del cielo, por entre nubes rotas de gigante algodón,

directa se encamina.

Mas tu rendido ánimo procura 

la vieja senda hacia el cortijo viejo,

soledades de campo, eras sin trigo.

Fuente sólo es tu sangre para salvaje higuera

creciendo en los corrales del olvido.

  Allá por las últimas alturas respirables le dijo el zángano último a la abejita reina: -Frótate una de tus últimas patitas por entre la úl...