sábado, 5 de septiembre de 2020

ALTO SERÁ MI SUEÑO

Como las plantas,
prestémonos la tierra.
Hoy que estos campos
se visten del pálido verde
de las hierbas veraniegas,
en algún lugar oculto
yacen pacientes
semillas de jaramago,
esperando su turno,
para volver a cubrir
de verde vivo
y cálido amarillo, allá por mayo,
la esperanza del pastor,
el divagar del poeta,
y el pesebre del establo.
Casi es pura cuestión de fe
saber hoy de su presencia.
A golpe de ciclos
cambia la tierra su vestimenta,
año tras año, siglo a siglo.
Y en un volar de estaciones
se nos va yendo la vida, lenta.
Todos seremos un día poco
más que un vago sueño.
Todo lo que a la vista
se nos antoja inmenso,
ocupará en un mañana, si acaso,
la levedad de un suspiro
entre el aire oceánico.
Yo mientras tanto,
como la oculta semilla del jaramago,
sueño con mayo, con flamantes amarillos, verdes vivos y resurrectos campos.
Alto será mi sueño.
Tal vez más que lo esperado.

A JULIO MARISCAL

Con la muerte planeando en tu cabeza.
Y tú hablabas entonces de bueyes y carretas,
de sangre y primaveras, de Ángelus y estrellas.
Como si la vida todo, como si la muerte nada.

”Y esto será en abril", decías,
entreabierta la boca y la pluma agarrada
cual héroe capitán sostenido al timón,
alta la ola y brava la tormenta,
dejando el corazón en el poema.

domingo, 30 de agosto de 2020

ESTA MAÑANA

Como entonces, sin flores la lavanda.
Como entonces, un campo en abandono.
Un campo abierto al campo. Como entonces.

De un abeto me traje una ramita.
Del suelo coseché varias almendras.
Unos perros se oían a lo lejos.

Y un ave que graznaba lastimera
invisible por el azul del cielo.
Tal vez mi soledad o acaso un cuervo.

En agua tengo puesta la ramita.
Y he tostado las pipas en el fuego.
Se me agosta la noche entre recuerdos.

Sin flores la lavanda, como entonces.
Como entonces un campo en abandono.
Un campo abierto al campo. Como entonces.

Y mi mano en la tuya. Y aquel beso.

sábado, 29 de agosto de 2020

EN TAL MOMENTO

Cuando alcance mi muerte tus oídos
no creas lo que cuente esa pérfida embustera.

Mas si acaso una duda planee en tal momento
por tu mente de azúcar y ajolí,
y la cubra de sombra,
y la tape con yeso,
y la siembre de llanto,
y te des media vuelta hacia la reja
de hierro negro y frío,
bajo un cielo plomizo y es tan alto el ciprés...

No hagas caso.

Sube al Tajo Montero sin pena ni más flor
que esos diez jazminitos prendidos de tus manos,
la rosa de tu boca y el nardo de tu pecho,
ferias de mis barbechos.
Y entre jaras y almendros búscame, que allí estaré.
Componiéndote versos, como al campo el rocío.
Amándote de lejos, como la nube al río.

YO BIEN SÉ

Yo bien sé
de mi peso en la tierra.

Que apenas pegue un salto
regreso pronto a ella.

Yo bien sé
de la senda obligada,

de la noria que gira
dando vueltas y vueltas:

la vista dirigida,
semitapada,

y al cuello gruesa cuerda
al palo atada.

Pero dejadme,
al menos esta tarde,

que una flecha ha surgido
desde un rincón remoto,

y acertó en mis amarras,
y vuelo como loco

por las cimas más altas,
graznando con estrépito

de ola,
de viento y de cascada.

Que no se inquiete nadie.
Será un instante.

Bien sé yo
de mi peso en la tierra.

Si apenas pego un salto
regreso pronto a ella.

Pero dejadme.
Al menos esta tarde.

Por encima de tilos y castaños,
qué grata es la mirada.

Diamantes en el mar,
y copas que se mecen

al compás del alma.

miércoles, 26 de agosto de 2020

MIRO MIS MANOS

Recuerdo aquel ir
de la mano de mi abuelo.

Silencio y sombras
en el viejo camino.

Alguna tórtola
tornaba del pueblo al pino.

Su mano era blancuzca,
fría y huesuda.

Mi abuelo era parco en palabras,
pero sé que me quería muchísimo.

Y yo a él.

Miro mis manos.

Todavía son morenas,
cálidas y carnosas.

Algún día mis manos
serán como las de mi abuelo.

Siempre quedan ilusiones
en el corazón del hombre.

Algún día quisiera pasear
de la mano de algún nieto.

Y al vuelo de la tórtola
en el viejo camino

pensará qué poco habla su abuelo.
Mas sabrá que lo querré muchísimo.

Bajo mi blancuzca y fría y huesuda mano
sentirá el llanto de la rosa,

rezumando puro amor
en los momentos últimos.

lunes, 24 de agosto de 2020

PORQUE VIVIMOS A GOLPES

Ni ultras del lirismo ni pirómanos de la belleza.
Ni ascetas de la profundidad ni plagiadores del canto del grillo.
Que nadie nos imponga un mi sol la,
formas o reformas ni contrarreformas ni únicos arquetipos
para lanzar nuestro grito.

Poesía para el pobre.
Poesía necesaria y como el aire libre.

CON LOS OJOS CERRADOS

Cuando llueve
lo primero que cerramos son los ojos.

Así he de mirarte:
con los ojos cerrados,
detrás de la lluvia,
estás en un lugar
donde alzan su vuelo el sol y la paloma.

Así suelo escribirte:
con los ojos cerrados,
como gotas minúsculas,
como caen de las encinas
las gotas últimas
tras la lluvia,
así caen para ti
mis letras en la tierra,
soñando con espigas.

viernes, 21 de agosto de 2020

RENCOR AMOR

No sé cómo mi corazón no me abandona,
si en guerra siempre lo tengo.
Ni cómo mi razón no hace sus maletas
por mi adicción a lo inexplicable.
No sé este empeño mío,
esta querencia hacia las tablas
de la desilusión y el desengaño,
este andar huyendo de continuo
de los centros tranquilos
como lagos en calma
hacia la tempestad, hacia el vértigo,
hacia ese lado oscuro
del tormento y la derrota.

Rencor, me dijo Guadalupe. Psicoanalista argentina.

Rencor y amor tienen una fonética muy parecida.
Amé las primaveras hasta odiarlas.
Amé los buenos consejos,
el lado práctico del amor inmenso
de un padre honrado
más allá de los límites
que imponen los diccionarios,
esos gruesos seres sin sangre.

Amé la higuera del patio de mi tía.
Amé todas y cada una de mis bicicletas.
Amé los cardenales que me hice en la Era Verde.
Amé a mis maestros.
Amé a mis compañeros.
Amé la amistad surgida espontánea
entre muchachos arrancados de sus casas en los patios y cantinas del cuartel.
Amé la mejorana cuando niño
como el aire necesario que respiro.
Amé todas y cada una
de las fachadas de las facultades que vi a mi paso.
Amé los regresos a mi casa.
Amé todas las ciclistas de Sevilla.
Amé luego los campos en barbecho o florecidos,
colmados de girasoles como océanos de oro,
de algodón como estepas nevadas,
de aceitunas como cielos
con estrellas de zafiro.
Amé el mar,
la profundidad del mar,
lo invisible del mar,
el suspiro inagotable del horizonte del mar.

Amé hoteles ilegales.
Amé aquel robledal en La Alpujarra.
Amé aquel pan cateto,
los espetos de sardinas,
estrenar pantalón,
peinarme para ir a misa.

Amé mis primeras ampollas en las manos.
Amé todos mis errores
en los comienzos de mi oficio.
Amé el olor del pino recién aserrado.
Amé todas las astillas.
Amé el serrín.
Amé la cuenta del banco.
Amé los sueños.
Amé todas las películas, todos los libros.
Amé la música como amé la mejorana.
Amé a los dichosos en paz con el mundo.
Amé a la mujer que llora,
al niño huérfano,
a todos los trenes sin rumbo.
Amé las golondrinas planeando calle abajo
a ras de suelo
anunciando lluvias,
los bolígrafos Bic,
las cartillas Palau,
el dedo de mi madre
recorriendo los renglones.
Amé los puñetazos que no di,
el grito que no pegué,
todos y cada uno de los goles que metí,
los kilómetros,
cientos,
miles de kilómetros que recorrí pedaleando. Los primeros cubatas, El Último de la Fila, Radio Futura, Sabina...

Amé todo lo que viví.
Amé todo lo que estoy viviendo.
Amé todo lo que me quede por vivir.

Pero por huir, por escapar, por marchitarse,
rencor le tengo hoy a la vida. Sí, rencor. Rencor del grande.

De tanto como la amo.

miércoles, 19 de agosto de 2020

A QUÉ NEGARLO

A qué negarlo.
Como el niño que sueña con jugar en primera,
yo también quisiera escribir en primera.
Yo también soy humano y peco de delirios de grandeza.
Viajar por las ciudades presentando mis libros.
Hablar con propiedad en debates literarios.
Ser muy bueno en mi oficio.
Dejar de mirar y que me miren.

Amigos me dirán que pare de soñar,
que al andar se hace camino,
que lance de una vez por la borda mis complejos,
que ponga en los cimientos de mis sueños
la primera hilera de ladrillos.

Y que me tire al mar.

Ellos no saben de las piedras invisibles y pesadas que llevo atadas al cuello,
que me siento viejo y deprimido,
que ya no tengo fuerzas.
Que soy cobarde. Que soy cobarde.

Pero sí, a qué negarlo.
Sueño con escribir en primera,
salir en las revistas y en la radio,
firmar dedicatorias, que me hagan fotos,
que me traduzcan al ruso o al chino,
conferenciar en Manhattan o Berlín,
dejarle buen futuro a mi familia si la palmo.

Yo sé que no saldré de aquí,
de dar chutes a un balón imaginario
en mi Era Verde,
donde a veces sin querer me creo Messi
si acaso algún soneto se cuela por la escuadra de una portería con la red deshilachada.

viernes, 14 de agosto de 2020

LLENO DE PENA

 La realidad está en la margarita, 

y está en la copa. 


Las copas están llenas de margaritas. 

Pero el jardinero 

es un ser perseguido. 


Lleno de pena 

a escondidas se bebe sus margaritas.

JAZMINITOS DEL PILAR

 Ni azucenas ni azahar.

Para mí, jazminitos del Pilar.

Serenitos, sin hablar.


Esencia de la corriente

del manantial de la fuente

viendo la vida pasar.


Blandos, puros, como nieve,

copos de azúcar y cal.


Blancuras de mi niñez.

Aromas de aquella paz.


Para mí, ni azucenas ni azahar.

¡Jazminitos del Pilar!

lunes, 10 de agosto de 2020

TENGO MIEDO A...

 Tengo miedo a encontrarte y resbalar en tu mirada, donde el pasado es presente y la música resiste.

Tengo miedo al abismo de tus ojos como un suicida dudoso ante los acantilados.

Me he encerrado en mi cueva para amarte tranquilo.


Perteneces al día como el sol o la faena y te has fundido con el oxígeno.

Estás en el agua y la luz, átomo inseparable e indivisible.

Estás yo no sé en qué espacio más allá de la razón y de la voluntad, como un misterio cósmico que me hace admitir equilibrios descomunales.


Te amo desde la inexistencia. A veces te amo desde el fondo de un pozo parecido a la muerte. Te amo desde la sombra donde la realidad se debilita. Te amo como la concha a la perla, mi preciada luz secreta.


Me basta con que existas como existen las estrellas, y te hablo como a ellas les hablo, de puro y claro pensamiento.


Estás en mí en mi llanto, en el plato, en la almohada. Estás en el mercado, acechante detrás de cada estantería. Estás en otro cuerpo, estás en otras manos que me tocan. Estás como un maestro invisible al que pregunto mis dudas. Ahora mismo sé que me estás abrazando. Ahora mismo bebo de tu boca. Ahora mismo escucho tus palabras.  Y no hay desierto. Tengo un amor tan fuerte como los fósiles, fragante como la mejorana. Te estoy viendo con los ojos de los ojos, con los de las manos y los de la boca. Te estoy viendo con los ojos que atraviesan los límites.


Por ti sé que no moriré solo. 

Por ti sé que amaré siempre.


Y eso es muy dichoso.


Aunque no te tenga.

Aunque no te tenga.

DÓNDE SE ESCONDEN

 El otro día se formó de pronto esta pregunta en mi cabeza: Dónde se esconden las moscas verdes cuando no hay carne muerta.


Desde entonces no hago más que volver mis ojos interiores hacia ella, como el que mira a un animal en reposo o a una persona callada esperando el momento en que se mueva o diga algo.


A lo mejor no se va a mover de ahí ni a decir nada más. A lo mejor de ahí no va a nacer nada más como nacen las ramas del tronco de los árboles y yo estoy esperando en balde.


Puede que sea una simple duda, sin más. Seguramente es una duda sin más. Pero incluso las dudas crean dudas. Así que no puedo evitar de momento seguir vigilándola. Igual mañana de una de sus letras veo brotar alguna letra nueva, como especie de yema en la rama de una higuera.


Intenté hacer un poema con ella, pero cualquier palabra que añadía no conseguía unirse, acoplarse, soldarse a la frase; todo resultaba falso, inventado, un paripé.


Por otro lado he reflexionado sobre la propia pregunta en sí y mis conjeturas si no son acertadas o no las puedo demostrar sí son al menos más reales y fiables que las cosméticas añadiduras poéticas.


Por ejemplo pensé:


El campo es enorme, y siempre habrá algún bicho muerto donde estén las moscas verdes, ésas que sólo ves cuando ves un bicho muerto.


Igual la carne muerta es riquísima en alimento y estas moscas con poco que coman pueden permanecer después largo tiempo escondidas a saber dónde. Porque la naturaleza es increíble, hoy sin ir más lejos he aprendido que los lirones pueden estar más de seis meses durmiendo.


Pero el misterio sigue en mí. Seguramente sus respuestas o respuesta será algo sencillo, como las mareas según la luna o que las noches sean más largas en invierno que en verano. 


Esto me hace pensar en la importancia del misterio. Dentro de él puedes imaginar infinidad de posibles respuestas. Una vez que la verdad ofrece la respuesta correcta, el misterio muere.


Escribir, como yo lo hago, quizás no es una forma de buscar respuestas, sino de divertirme por los caminos del misterio mientras la verdad no aparezca y me cierre el parque de atracciones.

SON PARTE DEL GUION

 Costumbre es en mi oficio tener siempre una astilla clavada entre las manos. No suelen ser muy grandes, mas no por ser pequeñas, me hacen menos daño. Son parte del guión, y así me lo ensañaron, antes de yo cruzar las puertas del taller sin acabar la escuela.


Bien lo supe esa vez cuando volví del cerro con la bolsa repleta de hojas de morera, aún ni adolescente. Hincado entre mi dedo, como alfiler pequeño, un pincho de madera. 


Llorando de dolor se lo mostré a mi padre. Luego vino el sermón, y más dolor aún cuando agarró mi mano y sentí su navaja.


No te curten los años según como nos cuentan, ni es más dura la piel jamás que la madera. Treinta inviernos y otoños, al pie del viejo banco o en la sierra de cinta, otra cosa demuestran.


Mas sí te enseñan algo que no viene en los libros, si acaso los hubiera. 


Más sabia que la astilla, es la naturaleza, pues al cabo de un tiempo, alrededor se cría una especie de callo, de celda membranosa que impide al cuerpo extraño ahondarse más aún entre la carne tierna.


Y no hay más que esperar. Al cabo de unos días, cuando menos lo sepas, olvidado el dolor como por una extraña sensación de anestesia, te percatas y observas. 


Casi siempre me basta con usar una uña, a veces unas pinzas, y otras veces, las menos, doy uso a la navaja.


Y es mágico el momento cuando hurgo mi herida y al más leve contacto, entre un brote de pus y un ligero entusiasmo, tal barca que en el mar hundida se reflota, la astilla traicionera emerge misteriosa.


No te impiden los años que otras nuevas espinas se claven en tus manos, pero te enseñan claro, sin sermón visionario ni frases sentenciosas, que no hay mejor remedio, llegado sea el caso, que el dejar a la carne valerse por sí sola.

domingo, 2 de agosto de 2020

CAMPO DE TU BOCA

Labios soldado
lucharon frente a frente
en larga e íntima batalla.

Extraña batalla donde las haya.

Perder era ganar.
Morir resucitar.
Caer herido, volver a retoñar
como el podado olivo.

Paz firmaron extenuados
y sobre la colina
clavaron en unión
victoriosa bandera.

Así cuenta la leyenda
de aquel cerro sin crepúsculo.
Dulces arroyos
de agüita clara
manan de sus entrañas,
y nunca llegan al mar.

viernes, 24 de julio de 2020

Y DARÁN SU VEREDICTO

Para cada agosto su Asunción y para cada acto su merecida y debida evaluación. Acto ejecutado y no evaluado es un absurdo, una vana avellana, un océano sin peces, un desierto sin oasis, un cielo sin Osa Mayor, un desprecio al tiempo que se nos otorgó, un deshonor a Dios, un fondo en saco roto de inversión en un banco en bancarrota.

Ociosos de lleno hasta el cuello en esta sociedad del ocio qué nos cuesta, decidme, qué nos vale ofrecernos retalillos de nuestro dilatado e inconsumible tiempo en calificar, puntuar, juzgarnos mutuamente nuestros más ínfimos actos como buenos conciudadanos complanetarios.

Una puerta de calle que se abre en la noche ya de por sí es mucho más que una simple puerta que se abre. Luz de zaguán que viola una porción de oscuridad de la calle. Señor o señora que asoma de cualquier forma vestimentamente hablando y calzadamente también. Ojos guiñados por la oscuridad, pues no sólo nos ciega la luz. Porque una calle en la noche no es cualquier cosa, es un túnel desconocido que de pronto y sin fondo se nos abre a uno y otro lado. Y hay que actuar con rapidez, y precisión, y cronometración, pues todo ha de calcularse. Hay que quitar platos, vasos, cubiertos y manteles según dicte la televisión con sus descansos publicitarios, vaciar desperdicios, fregar, secar, sacar la bolsa del cubo, atarla, a veces junto a la garrafa de lejía, o de suavizante, o de aceite (bien escurrido del todo en la garrafa nueva), bajar los escalones en chanclas o pantuflas según época del año, con sumo cuidado porque el sueño comienza a hacer estragos, hasta llegar al rellano final, al punto preciso, como el saltador de trampolín en el filito. No puedo errar. He de concentrarme. Ha de salirme perfecto. Van a observarme y a evaluarme. Hay mucho en juego... Y abre la puerta.

Mira a uno y otro lado, justo cuando una voz en off describe para imaginarios televidentes el lance, la ejecución, el desarrollo del ejercicio. Luego observa el punto exacto con mirada de tirador, de arquero, de goleador olímpico donde ha de clavar su bala, su flecha, su balón, su bolsa de basura... mientras que la voz en off va diciendo... Perfecta coordinación de extremidades... Bien en velocidad... Guau! con qué temple de voz consciente de las horas que son ha dado las buenas noches al grupo de vecinas que frescaban en la puerta siete casas más allá... A ese doblez de espalda para depositar la bolsa quizás le faltó un pelín más de encorvamiento... Pero señoras y señores... la ha clavado!  La ha clavado!... increíble... sin sobresalir de la acera... erguida la bolsa como un junto! Extraordinaria ejecución, sí señor (o señora). Esperemos la opinión de los jueces.

Jueces que en la acera de enfrente, alineados, bien vestidos, serios, sentados frente a la hilera de mesas con sus papeles y sus bolis y sus pizarras y una banderita en cada mesa: Irlanda, Azerbaijan, Guatemala, Canadá, Islas Cook, deliberarán, pintarán un número en sus pizarras, las erguirán, y darán su veredicto.

Jueces en realidad todos vecinos del mismo pueblo o barrio que una noche son jueces, a la otra voz en off, y a la otra sacan la basura, o guardan su coche en la cochera, o llevan al perro (o perra) a pasear, o sanean la nariz en su balcón, o liberan gases, pero con la seguridad de que su ínfimo acto no será un acto cualquiera y sin más, sino evaluado, juzgado, admitido o no en los irrefutables cánones de la sociedad.

viernes, 17 de julio de 2020

A VECES NECESITO

A veces necesito mirar el infinito
que existe en cualquier punto:
una mosca que llega y que se posa
en la cara de un libro.
Un mechero, un bolígrafo.
Mi reloj de pulsera en la mesa tendido.
Un flexómetro, un folio hecho un gurruño.
El taco de madera achicharrado
donde pongo en descanso cigarrillos.
O acaso sea mejor cerrar los ojos
y abrir de par en par a los oídos:
ni pájaros ni fuentes,
tan sólo el viento fuerte y repetido,
así va todo julio.
A veces un tractor a sus labores.
A veces un camión con mercancía.
A veces un taladro lejano que se impone ante los fuertes vientos
tractores y camiones.

Et c'est tout, mes amis.

Primavera promete, mas no se compromete.
He aquí su producto. Lo perjurado en mayo.
El fruto corrompido. El tedio y el hastío.

miércoles, 15 de julio de 2020

ASÍ TAMBIÉN YO CANTO

Nos estamos volviendo en universo.
Dime: ¿tú también lo percibes?

Dos trocitos de un todo diseminándonos despacio en la gran noche opaca, donde a veces, distantes, brillamos todavía.

Conocernos, ya era un separarnos, nuestro big bang. Los abrazos, los besos, dándose, eran ya pasajeros en viaje de despedida.

También en la Tierra, los continentes, las islas, fueron un todo fundado en actitud de ruptura y huida.

¿Qué corrientes de convección no dejan de desgarrar nuestra unión?
¿Qué tectónica de placas nos separa
hacia distintas derivas?

Somos tierra, somos cosmos, somos naturaleza. Y somos compromiso.

Pero el ave amazónica canta recuerdos de aquel Sahara fértil y frondoso.

Así también yo canto en mi órbita celeste con ecos de tu voz hacia el espacio.

lunes, 13 de julio de 2020

Se te transparenta el amor
tras tus finas frases de palabras claras.

Qué distinta es la luz
a través de sus alas de mariposa.

Tus palabras no caen sobre mí,
se posan como plumas delicadas.

Arropan mi corazón
con la fragilidad de la gasa.

Yo me abro, de pétalo a estambre,
para recibirlas,

lo mismo que una flor
a las abejas.
¿Por qué siguen sonando campanas si todo el mundo tiene reloj? Me preguntó esta mañana mi hija chica. A mí no se me ocurrió otra explicación ni comparación que la coca cola.

Eran las doce de este mediodía y sentados los dos en una escalinata a la sombra de una iglesia muy antigua comenzaron las campanas a tocar. El ángelus, le dije a mi niña. Eso qué es, me pregunta ella. Le dije que eso fue cuando el arcángel san Gabriel anunció a la virgen María que estaba embarazada, y que en su vientre llevaba al hijo de dios. Que según es tradición parece ser que esa Anunciación fue justo al mediodía, aunque otras versiones sostienen que fue al atardecer. Yo le hice mención también de un famoso cuadro en el que aparece un matrimonio de campesinos en medio del campo, dejando sus faenas agrícolas porque desde el fondo llega el sonido de las campanas de la iglesia del pueblo que se ve a lo lejos. Es la hora del ángelus, pero en ese cuadro es al atardecer. Entonces fue cuando ella me hizo su pregunta.

Yo le dije, tú sabes lo que es la coca cola, yo también, y creo que todo el mundo sabe lo que es la coca cola. Sin embargo esa marca se sigue anunciando. Y me dice ella: eso lo harán para que aunque la conozcamos, no se nos olvide y dejemos de comprarla. Yo le dije que a lo mejor por eso también siguen sonando campanas aunque todos tengamos reloj.
La plaza era un bosque humano. Yo era otro árbol más entre los árboles. No me sentí extraño. Yo agradecía el fresco de la mañana, mañana fresca de verano, el banco de piedra a la sombra sobre el que sentado todo lo observaba. La plaza era un hervidero de sonidos y olores y movimiento. Nada allí estaba quieto, salvo la fuente, fuente sin agua. La observé durante un buen tiempo. Me fijé en su diseño y descubrí el arte de construir fuentes. También estaban quietos los edificios, y los bancos, y las barandas, y los árboles, los de verdad. Lo demás todo se movía. Gente que pasaba, cruzaba la plaza, y luego se perdía. Creo que ya se han perdido para siempre. Un cicloturista hace entrada y apoya su bicicleta repleta de mochilas y trastos sobre un banco. El ciclista es un muchacho joven. Su cara muestra rasgos orientales. Se sienta sobre el banco, luego se levanta, busca algo entre las bolsas de su bicicleta. Dejo de mirarlo. La mayoría de los árboles del bosque humano eran mayores. Casi todos con su mascarilla. Los árboles de edades menores no se detenían en la plaza. Niños y niñas con ropa deportiva. Mujeres con carros de la compra. Algunas al cruzarse hablaban entre sí. Algunas mujeres jóvenes llegaban con sus hijos pequeños en los carritos. Dos de ellas se sentaron cerca. Primero una con su hija, luego otra con la suya que llegó justo al irse la anterior. Esas dos niñas fueron como mi visión de que aquel bosque estaba en continua renovación. Yo sólo miraba esas niñas, aunque también sabía que el empedrado del suelo y la iglesia y la plaza de abastos y el ayuntamiento y el casino eran cosas muy antiguas y llenas de historias y personas que por allí han pasado pero que hoy ya no están.  Me embrujaron esas niñas. Lo demás era como secundario. La primera porque tenía una cara que no podía ser más bonita, nariz chata y ojos verdes, que se caía cada dos por tres intentando caminar. Yo pensé que aprender a caminar sobre aquel suelo deforme y duro era un buen ejercicio para ella. En un descuido, madre e hija ya no estaban. Entonces llegó la siguiente. Madre joven también, y la hija un pelín mayor que la anterior, pero más chiva, más inquieta, un pequeño torbellino dentro del bosque que acabó por embrujarme por completo. Sentó a su muñeco en el banco de piedra, le daba agua de beber, parece que "su hijo" no quería agua o no estaba conforme con estar allí porque la niña, que todavía no sabía hablar, no hacía más que cogerlo y cambiarlo de sitio pero con malos modos, como cuando las madres están hasta el moño de su niño patoso que no para de dar la lata y ya no saben qué hacer para que esté contento. Con un espectáculo así ante mí me sentí olvidado de todo. Entretenido y relajado al máximo. La niña a veces me miraba y sonreía mostrando sus escasos dientecillos. Pero también llegó la hora de irse. Y se fue. Creo que ya también se ha ido para siempre. Mi hora también llegó. Me levanté y me fui de allí. Al pasar junto al cicloturista me fijé en la cantidad de pegatinas de su bicicleta, todas o eso me pareció eran de banderas. Pude ver la de Gran Bretaña, creo que la de Escocia, y sí vi con claridad la de Euskadi. Había más, estoy seguro, muchas más. Y allí quedó todo. Allí quedó aquel bosque humano. Ahora mismo recuerdo el frescor allí sentado a la sombra, y cierta pena o algo parecido de que aquella fuente no estuviese echando agua, como buscando otro punto más de perfección. Todo era idílico. Olía a churros y a tostadas y a café. La gente iba y venía. El sonido de los coches tampoco era desagradable.
La canción del colibrí
vuelve a mí, suena y se va.

Relámpago colibrí,
amorosamente acuático.

Sin un principio ni fin,
la canción del colibrí.

Como si Apolo tañera
su lira entre las aneas:

onda redonda y armónica,
sobre la cara del agua,

vuelve a mí, suena y se va,
la canción del colibrí.
Qué fácil escriben haikus perfectos los suspiros, las bandadas de pájaros, el rumor de los ríos.

El llanto, la risa, el trueno, el arcoiris.
El beso, una noche de feria.
Unos ojos que se cierran.

El temblor de las tripas.

El berrido del chivo recién nacido.

La piel que se eriza de buenas a primeras,
y no sabes por qué.
Qué sencillo si toda la felicidad
estuviese en un plato de calamares,
y saludar desde tu mesa
a conocidos que pasan por la calle alumbrada de farolillos.
Y te ven ahí, con tus calamares y tu sonrisa
y eres como otro más en la feria de vuestro pueblo.
Pero tú sólo alcanzas mitades de felicidad.
Los calamares, la mesa, tus conocidos, los farolillos, se pierden al chocar con tu falsa sonrisa de aparentar uno más en la feria.
Qué sencillo si toda la felicidad
estuviese en un plato de calamares.
No escribirías poemas, dormirías mejor,
tu piel estaría limpia.
Pero te empeñaste luego de haberlo sido en ser rosa perpetua, no admites simulacros, y es lógico que añores la protección que ofrecen los platos de calamares y olvidar tantas cosas.
Tu voz perfora el tiempo.

Se elaja más allá
de los ciclos de la tierra.

Por su raíz fecunda y poderosa
aún perdura esta rosa.

sábado, 4 de julio de 2020

SENDEROS SOBRE LA NIEVE

Dame tus pedazos inservibles.
Ésos que nadie te reclama.
Con ellos empedraré
senderos sobre la nieve.

El cactus sobrevive con lo mínimo.

Yo te devolveré tapices de escenas mitológicas,
canastitos de mimbre llenos de conchas del Mar de Java,
morrales de piel labrada con especias de Ceilán.

Un catalejo que te acerque las estrellas.
Una barca, un columpio, un moisés
que te acune y te meza en la alborada.

viernes, 3 de julio de 2020

DEBO HACER ALGO

La materia se me evapora.
Debo hacer algo.
Construir algo.
Dejar señal de algo.

Mis niñas crecen.
He de hacer algo.

Que cuando lo vean sientan algo así como unos labios
que aún pueden besarlas.

Poemas, algún libro, algún cuadro quizás.

Excavaré el papel con empeño campesino,
no dejaré en paz a mi cabeza.

O quizás algo más les dejaré,
una especie de manual con dos o tres consejos.

Que la palabra relojero puede llevar a engaño,
pues no es igual construir que reparar relojes.

Que un vestido, todos los vestidos, son un conjunto de hilos.

Que el bosque siempre está necesitado de más árboles, y os aceptará, pero para la propia protección del mismo bosque, y así perderéis vuestra identidad.

Así que sed constructoras de vuestros relojes, descomponer cada cosa en los hilos que la componen, y no pertenezcáis demasiado al bosque.

AMANECER EN LA PLAZA

Una melodía en el recuerdo
ya no precisa instrumentos.

En la plaza el sol enciende árboles,
jazmines, el agua de la fuente.

En la plaza, el sol enciende en las cosas cierta música encerrada.

NOCTURNO EN EL MANANTIAL

Un coro de gigantes
danzan y cantan.

Y el son del agua.

Tienen largas melenas
de plata y esmeralda.

Y el son del agua.

El fondo del escenario
es una honda cueva apagada.

Sólo las candilejas
hacen brillar sus barbas.

La noche es un laberinto
con miles de salidas y de entradas.

¿Siento miedo? Tal vez no.
Porque los gigantes danzan.

¿Qué siento yo? Sólo amor.
Porque los gigantes cantan.

Desde sus altas bocas cimbreantes
cae una nana como inocente cascada
que me mece y que me abraza.

Entré muy triste al teatro.
Los gigantes me calmaron.

En mi habitación a solas
luego pinté garabatos.

Los gigantes dieron alas a mi voz
prisionera en una jaula.

Amor, amor, amor mi voz canta
hoy por los cielos de la mañana.

NACES DE MÍ

A veces naces de mí como una flor,
voluntaria y espontánea.

No hay nada que hacer.

Sola y natural te abres sobre mi piel y yo siento tu perfume y eres prácticamente tangible.

Extasiado ante el misterio,
huelga todo intento de comprensión.

Tu aroma y tu color son un océano
donde me baño y gozo. Donde olvido
el dolor acunado entre tus pétalos.

Y TODO SERÁ EN VANO

El día que me faltes
tendré cara de malva.

Y cantarán los mirlos
sobre altos cipreses.

Y agotará la lluvia
su fértil trapisonda.

Y todo será en vano,
la tierra y la semilla.

Porque aunque tú no estés,
mientras mi sangre corra,

serás el acueducto
que abrevará mi vida.

sábado, 27 de junio de 2020

AQUEL RUMOR

Al tiempo que el tiempo pasa
me alimento de recuerdos
en los presentes baldíos.
He comprado un ramillete
de lozanos crisantemos
a la difunta esperanza.
Qué lejano aquel rumor
de estaciones y tranvías,
de niñas en bicicleta
por soleadas avenidas,
ritmos de tango y bolero
flotaban en aquel río.
Limpio el cristal que me aparta
de la humedad de la noche
y de los rayos del día.
Noche despierta del alma.
Noche desierta sin luna.
Mar y cielo. Guerra y calma.
Vida y muerte todo en una.

JUSTO AHORA

En Montana o por Vietnam
te juro que justo ahora
corre el agua por un río,
que alguien vaga vagabundo
por las calles de París,
que ha sido abatido un ciervo
por un rifle en cualquier parte,
que están cayendo ilusiones
al tiempo que se ilusionan
tres mil millas adelante,
que ha espirado el moribundo
su penúltimo estertor,
mientras un recién nacido
desgañita anunciador
el proseguir de la sangre.
En cambio en la misma hora,
redonda como una onda,
yo no sé nada de ti.
Crueles como puñales
me atraviesan toda el alma
las agujas del reloj.

jueves, 25 de junio de 2020

SANDÍAS Y MANDARINAS

Hace unas semanas tuvo lugar la última misión a la Estación Espacial Internacional. Ya escribí algo sobre ello, poco serio por cierto. Desde esos días en que seguí con entusiasmo todo el desarrollo de dicha misión, desde el despegue hasta el acoplamiento de la cápsula a la Estación, con la posterior entrada a ella de los dos astronautas y el recibimiento de los otros tres que ya estaban allí dentro, no he hecho más que pensar en el asunto. Impactante es. Y admirable.

Sentadito en casa qué fácil se ve todo, qué sencillo parece lo que estás mirando. Pero para que eso ocurra centenares de mentes privilegiadas han estado previamente centenares de horas estrujándose sus respectivos cerebros hasta conseguir el objetivo de su común proyecto.

Por no extenderme demasiado, entre las muchas cosas que he pensado sobre todo esto, es la altura a la que la Estación Espacial está situada con respecto a la Tierra, que es de unos cuatrocientos kilómetros.

En mi casa tengo un globo terráqueo. Será del tamaño de una sandía. Yo por ejemplo sé que entre mi pueblo y Toledo hay unos cuatrocientos kilómetros de distancia. Eso en mi globo terráqueo vendrán a ser como cinco milímetros. Si esos cinco milímetros los imagino en altura sobre mi globo terráqueo puedo tener una idea bastante aproximada de a qué distancia orbita la Estación alrededor de la Tierra.

También sé que entre la Tierra y la Luna hay cuatrocientos mil kilómetros. Así que con multiplicar por mil esos cinco milímetros obtengo también otra idea muy aproximada de la distancia real entre los dos astros. Cinco metros. Con lo cual he de ponerme en la cocina, coger una mandarina, y a una distancia aproximada de cinco metros hasta donde está mi globo terráqueo, puedo decir, esta mandarina es la Luna, y aquello redondo y azul que veo en aquella sala es la Tierra. Y ahora puedo hacer comparaciones, entre los cinco milímetros de la Tierra a la Estación Espacial y los cinco metros de la Tierra a la Luna. Y es la Luna el astro más cercano a nosotros, y fijaos lo lejos que queda. ¿Venus o Marte cuántos metros estarían de lejos de mi globo terráqueo entonces? ¿Me faltaría casa para calcularlo? ¿A qué distancia estarán entonces Plutón o yendo más allá cualquiera de esas galaxias que a menudo descubren y hablan de que están situadas a millares de años luz de aquí? ¿Alguien se ha parado a pensar que la luz recorre trescientos mil kilómetros en un segundo? ¿Cómo tendría que ser mi casa de grande para calcular con mi globo terráqueo esas distancias?

En fin. Y toda esta retahíla no es más que un intento por tratar de abrir cierto camino para la explicación de otra cosa.

Con mis Juegos Literarios ya he dicho también que no paro de descubrir autores y obras. El otro día le tocó el turno a un filósofo: Antonio Escohotado. El texto que descifré era parte de su obra "Caos y orden". Me interesó lo que decía dicho fragmento, así que indagué en el autor. Vi un par de vídeos, un par de entrevistas. La primera de Jesús Quintero, que la vi completa. La segunda, con una presentadora que no recuerdo el nombre, y que sólo aguanté hasta la mitad. Y es que el docto filósofo comenzó a escocerme. Cada respuesta que le daba a la mujer, igual de tajantes como repelentes, abrían una brecha entre ese hombre y yo. Respondía como los tenistas. Y las preguntas de la presentadora por lo menos a mí no me resultaban banales. Sin embargo él tan seguro de su verdad, soltando reveses a diestra y siniestra. Y yo pensaba: este hombre me parece a mí que vive en un micromundo, y con olor a ficticio. Lo que toma por verdad es la verdad de su micromundo. Mi instinto me dice que ese hombre se ha creado su propio planeta, su propia verdad. Mi instinto me dice que ese mundo suyo propio le sirve para defenderse, como cápsula bien pensada para aguantar en el espacio exterior. Y es que en ese espacio exterior puedes toparte por ejemplo con presentadoras en minifalda de piernas bonitas, de cara bonita, de pelo bonito, de boca seductora, inteligentes, que te hagan aferrarte a tu verdad porque lo que tienes ante ti está zarandeando y sin esfuerzo los pilares de la microverdad de tu micromundo. Eso me pareció a mí este hombre, una especie de astronauta amenazado porque la escafandra se le está quebrando o su cohete se está quedando sin batería. También me recordó a aquel Simón en el desierto de la película de Buñuel. Encerrado en sus ideas, aupado en lo más alto de su columna, decía cosas que proclamaba por verdades generales, aunque no eran más que escudos para sí mismo. ¿Habrá pensado este hombre en sandías y mandarinas, cocinas y salas con un globo terráqueo, en cómo de grande ha de ser una casa para intuir la distancia de un año luz, de un mes luz, de una semana luz, de un día luz, de una hora luz? ¿Quién carajo te crees que eres en el universo: Don Antonio Escohotado?

Me resultó curioso lo que dijo sobre la utilización de los adjetivos y adverbios en los textos, que según él son sinónimos de mentira o distanciamientos con la verdad. Acusó a Charles Dickens y Carlos Marx de escritores mediocres por ese motivo. Él dice que llevaba doce años ya sin utilizar adjetivos ni adverbios en sus escritos. Vamos a ver. ¿Si yo digo: Estuve en tu casa, es más verdad que si yo digo: Ayer estuve en tu preciosa casa? Según él sí.

Precisamente ayer, y otra vez con mis Juegos Literarios, me salió un texto de Charles Dickens. Y me hizo mucha gracia cada vez que me topaba con un adjetivo o un adverbio en el texto. Me acordaba de Antonio Escohotado. No sé, si yo no viniese de la lección del filósofo a lo mejor esos adjetivos y adverbios me hubiesen pasado desapercibidos, como en cualquier lectura normal. Pero lo quisiera yo o no su lección me había influenciado, y cada adjetivo o adverbio ahora estaban más presentes, más llamativos para mí.

Con esto vengo a decir que el mismo filósofo estaba pecando de aquello que criticaba. Si los adjetivos y adverbios influyen en el sentido de encauzar a otros por caminos subjetivos, las críticas filosóficas también lo hacen, y utilizando adjetivos, porque ¿qué es mediocre, gramaticalmente hablando, sino un adjetivo?

Es que es normal que la mayoría de los filósofos acaben medio locos o locos del todo. Es que la verdad es inmensa, como el espacio infinito, para querer atraparla y defenderla.

Pero sobre todo intentemos ser humildes, Don Antonio Escohotado, intentemos ser humildes. Y si quien está ante ti, aparte de estar como un tren, ha osado y sin esfuerzo estar a tu altura, admítelo, sé tú principalmente todo lo objetivo que le pides a los demás para depurar la verdad. Bájate de tu columna. Pisa la tierra común de todos. Vuelve atrás de tus delirios irrefutables. Recapacita. Y como diría Machado ”Tu verdad no, la verdad. La tuya guárdatela."

CIERTOS LUGARES

Entrar a ciertos lugares para mí, no es entrar a cualquier lugar. Es mucho más que atravesar una puerta y colarme dentro, porque eso es sencillo, y todos los lugares valen para eso. En cambio hay otras puertas que al cruzarlas y nada más entrar te das cuenta de que no lo has hecho solo. Algo en ti y contigo hace acto de presencia de repente, llamémosle alma. Y es ella la que a partir de ese momento dirige tus pasos, tus movimientos, mientras que tu cuerpo pasa a un segundo plano, no por ello menos importante, pues seguirá siendo el portador de tus cinco sentidos, que parecían dormidos, igual que el alma, que el lugar también despierta.

Como ejemplo haré mención de un par de esos lugares. Uno, los viveros, otro, las papelerías. También podría decir las floristerías y las librerías, pero las primeras son mucho más pequeñas que los viveros y todo está ahí como demasiado limpio, demasiado ordenado y perfecto, y muy cortado todo, lo que me lleva un poco a sentirme engañado, y en las librerías con respecto a las papelerías me ocurre que en ellas todo está como concluido, algo de cementerio tienen las librerías, de demasiado serio. Una librería viene a ser en cierta forma una invitación a conocer lo que otros dijeron, mientras que la papelería viene a ser una invitación a que digas a los demás quién eres tú. Una librería es como una tienda de muebles, mientras que una papelería es como un almacén de madera y ferretería. Una librería es como un almacén de alfas y omegas, pues cada libro tiene su principio y su fin. En cambio una papelería es como un universo aún por abrir y descubrir, en ella encuentras las herramientas, y el viaje te lo fabricas tú. Eres tú quien puede marcar el principio y el fin.

Tanto a los viveros como a las papelerías entro sin necesidad, según se entienda. Entro como el que va al cine o al teatro. Compro porque esos lugares están ahí para eso, son negocios. Pero yo sé que compro como el que paga una entrada, y además salgo de allí con algo en las manos, un minicactus o un boli, una macetita de albahaca o una libretilla. Objetos que en cierta forma me sirven de consuelo cuando ya me empieza a dar apuro por llevar demasiado tiempo extasiado entre infinidad de plantas y charcos del riego y olor a tierra y vegetal mojado y mi piel se ha humedecido y las suelas de mis zapatos están llenas de barro y mi cabeza perdida entra palmeras y melocotoneros y jazmines y rosales y geranios y el infinito de todas las plantas lo estoy viendo ante mí, o ante las pilas de cuadernos de todos los tamaños y colores y en blanco o a rayas o a cuadritos o los provocadores puñados de bolígrafos y lápices allí, a menos de un metro de mí, detrás del mostrador, tan apetecibles, tan... iba a decir vírgenes. Carpetas, portafolios, gomas de borrar, sacapuntas, compases, reglas, cartabones, paquetes y paquetes de folios, joder, si es que ahí hasta los blocs de facturas me ponen... iba a decir cachondo.
Es verdad. Mucho se habla de los libros, del hojear un libro sólo por sentir su olor, pero lo mismo me ocurre con los cuadernos o los blocs de albaranes, que cojo alguno y lo hojeo y procuro hacerlo cuando no me vean porque mi cara tiene que ser todo un poema, erótico o algo parecido. Así que llega un momento en que decido pagar, y salir, un poco menos triste con mi souvenir en las manos, como si viniese de Venecia o Acapulco, y vuelvo mi cabeza hacia el lugar, como el que se despide del puerto, entre ruidos de sirenas de barco y gaviotas. Recién ido, y ya tan deseoso de volver.

miércoles, 24 de junio de 2020

TAL CUAL QUE A LAS DIEZ

Para mí todos los días llueve.
En unos más que en otros.
Pero en casi todos llueve en abundancia.
A veces me paro y miro el reloj, son las diez.
Luego vuelvo a mirarlo, son las once, o son las doce, o son las cuatro. Y todo sigue tal cual que a las diez, o a ayer a las diez, o a antes de ayer a las cinco.
¿Sentís como yo esa lluvia perpetua caer?
Pero el reloj también sabe marcar las ocho o las nueve de la noche, y entonces me ducho primeramente para secarme tanta lluvia, y me cobijo en mi cuarto, porque sigo oyendo llover por todos los rincones, y abro un libro o pongo música o hago un juego literario, o escribo, o miro mis cactus; como el que enciende una estufa.
Hasta mañana, lluvia.
O hasta dentro de un rato.

PERO NO PASA NADA

Quién provocó la guerra
con este mar oculto.
Quién puso acorazados
sobre sus playas calmas.
Quién. Quién se lo pidió.

En la hora bastarda
miro mi piel herida.

Me infiltro en el frontera
donde termina el agua
y comienza la llama.

Veo barcos varados,
incendiados. Escucho
el llanto inconsolable
de sus tripulaciones.

Ya supieron la muerte
del capitán Infancia.
¿Quién les quiso jamás
como ese capitán?
Solos y a la aventura
lucharon lo posible.

Pero no pasa nada.

En la cartografía
de mis volcanes rojos
imagino siluetas
de signos zodiacales,
tener más que los ojos
para evacuar las lágrimas,
y en cada grieta en sangre
se abre una magnolia.

domingo, 21 de junio de 2020

TAL VEZ AHORA

Cesado el torbellino,
aún te me apareces.
Intacta.
Como una rosa ilesa
después de la tormenta.

Atrás quedaron los bosques laberínticos,
el estrépito de ramas azotadas,
la marabunta de hojas
que nos nublaban el suelo.

Tal vez ahora,
bajo un cielo limpio y calmo,
habitamos por regiones
alejadas de toda inclemencia.

Invisible en el aire,
como un aroma,
aún eres verdad sobre la tierra.

sábado, 20 de junio de 2020

COMO TANTAS COSAS

El amor, como las peleas, es cosa como mínimo de dos.

Lo cual es todo falso, como tantas cosas que se dicen, y más éstas, dichas de esta manera tan contundente y filosófica. Porque para amar o pelearse con uno basta.

Yo por ejemplo estoy todo el santo día de pelea conmigo mismo, aunque a veces me amo también.

Lo cual también es falso, no que no me ame a veces o esté todo el tiempo peleándome conmigo, sino que yo no soy uno sólo, soy un conjunto de seres formando un ser, algunos parecidos entre sí y otros muy diferentes, como los ángeles en el cielo o los demonios en el infierno. Unos se toleran. Otros se llevan fatal. Y así ando.

En fin, parece que hoy estoy bocú de filosófico. Será mejor dejarlo antes de acabar con gorra y vendiendo pseudolibros a veinte tronchos la unidad y esperando un wathsaap del Olimpo anunciándome que ya me están preparando un pedestal.

DE PELÍCULA TODO

Puesto a soñar, porque todavía uno es capaz de eso, de soñar digo, me encantaría visitar Nueva York. Pero eso sería sólo el preámbulo de mi sueño, que ya puesto del todo a soñar sería mucho mayor, pues con el tiempo visitaría todo Estados Unidos. Recorrer de punta a cabo todos sus estados. Me pasaría no sé, tal vez años recorriendo lugares, paisajes, pueblos, ciudades...

Todo sería perfecto en mi sueño. Hasta hablaría inglés perfectamente. Y comería perritos calientes en Manhattan, lo mejor de mi sueño. Y me pasearía en bicicleta por Central Park. Pero más ilusión me hacen los perritos calientes que el paseo en bici. Vería partidos de béisbol entendiendo ese deporte como si me hubiese criado entre ellos. Y cuando me cansase de ver rascacielos me iría a Philadelphia por ejemplo, o a Boston, o a Iowa, que se lee Jaiogua, a contemplar puentes y recoger flores silvestres. Y luego yo qué sé. A cualquier sitio. A Nueva Orleans,  y a Houston, y San Francisco. Visitaría Alcatraz. Y Colorado. A Las Vegas quizás no, no me atrae.

Y pararme en cualquier bar de carretera a comer y la camarera me llenase la taza de café cada vez que me la viese vacía. Y yo sentado en esos asientos de escay rojos adosados y perpendiculares a la pared devorando el plato estrella del bar en cuestión, judías con chile seguramente. Y luego otra vez a la carretera. Con Norah Jones o Katie Melua en la radio. Con mi gorra de béisbol y mis gafas de sol de espejo. Y escribiría un diario, en un cuaderno a rayas verdes con un lápiz amarillo rematado en goma rosa de borrar. Y venga millas...

En fin, de película todo, como sueño que es. De momento iré al Mercadona por bollos y salchichas, por ambientarrne un poco.

miércoles, 17 de junio de 2020

ABRAZO Y PICÓN

Laberíntica mente, extensa mente.
De escotillas y códigos.
De escondrijos y claves.
Prodigiosa mente, inmensa mente,
como el desierto o la selva.
Apenas te conozco. A veces te tengo miedo.
Como un castillo antiguo o la casa de niño tú guardas aún lo que se llevó el olvido, y todos los momentos son buenos para la tormenta, para el alud de nieve, para enredarse en la madeja de tus zarzas ocultas.
Tempestuosa mente.
Secreta mente, maravillosa mente.
Eres como un libro antiguo olvidado en el anaquel durante mucho tiempo.
Eres un ejército que aún no conozco entrenado ya para lo que vendrá.
Eres el almacén de todas las imágenes que cruzan por los espejos como los trenes por las estaciones.
Pero también eres las cocheras donde los trenes duermen en su descanso. Y eres todos los destinos de todos los viajeros y eres todos los caminos. Y en ti están todas sus maletas y todos sus sueños.
Caleidoscópica mente.
Si pudieras abrirme un poco la ventana... tengo miedo qué colores tendrán los cielos.
O cuéntame entonces si no sabes el cuento viejo de la abuela.
Abrazo y picón en brasero a veces precisan mis tardes.
Abrazo y picón en brasero. No la ribera encauzada entre malezas de adelfas, trinos de jilguero, y el clocló del agua fluyente por paisajes ajenos y distantes.
Abrazo y picón en brasero. Donde la palabra era una rosa virgen flotante en la alhucema tejiendo la buena bufanda para el camino de los viajeros ciegos.
Abrázame, que ya la tarde se hizo noche. Abrígame con tu sahumerio.
Y pon en marcha a tu ejército.

viernes, 12 de junio de 2020

MARGARITAS VIVAS

Una vez hace años un tipo me habló mal
de aquellos que salieron a las calles
en aquel mayo del 68.

Yo permanecí callado.

Después de varios años acaba de venirme la contestación.

Aquellos lanzaron margaritas vivas desde su boca. Y es posible que hoy alguno sea director de banco. Pero por una vez al menos de su boca nacieron margaritas. Pregúntate qué ha nacido siempre de la tuya. Marchitos crisantemos y gladiolos putrefactos. En tu aliento de rico suena el eco de las cosas que jamás tuvieron sangre. No menciones palabras como AMOR, MUERTE o VIDA. Son cosas que tú no sabes.

Perdón por el retardo.

jueves, 11 de junio de 2020

MARY PICKFORD

Una vez llegó a mí una bici holandesa.
La vendí por cuatro perras.
En este pueblo no son buenas las bicis holandesas.
Pero a veces me acuerdo de ella.

A pesar de las cuestas.
O es posible que yo sintiera vergüenza.

Era robusta y negra. Elegante y cómoda.

La bauticé con el nombre de Mary Pickford.

Sólo ella y yo sabíamos de mi ocurrencia.

¿Seguirá Mary Pickford rodando por alguna carretera?

Es horrible saber que no volveré a verla.

PEQUEÑAS ESPINAS , GRANDES LECCIONES

Tengo cinco minicactus juntos en una maceta, cada uno de una especie diferente. Tengo otro más, el que lleva más tiempo conmigo, a solas en otra maceta, pero vecino de los otros cinco. El solitario apenas mediría cinco centímetros de altura cuando lo compré. Es verde en el tronco y lila en las puntas de las múltiples protuberancias que rodean su cuerpo al completo, desde la base a su altura máxima. A veces algunas de esas protuberancias se alargan más que las otras, formando como minúsculas ramas, llenas de protuberancias también. A veces en algunas zonas aparecen unas miniflores blancas, en la corona del tronco principal y en las de esas ramas. No hace mucho que lo compré, y en contra de la advertencia del vendedor de que ese tipo de cactus es lentísimo al crecer hoy mide ya siete centímetros, que acabo de medirlo para escribir con rigor. Su quinteto vecino está integrado por: uno central, espigado, de cuatro caras separadas por aristas verticales hirsutas, verde oscuro y pálido, un poco triste en general. Alrededor suyo, lo más radialmente colocadas como buenamente supe, están los otros cuatro. Uno es pequeño, lleno de hojas gruesas y puntiagudas verde lima. He observado en él ir naciéndole más pequeñas hojas en dirección al borde de la maceta, lo que me hace soñar si algún día esas hojas sobrepasarán dicho borde y cuelguen babilónica y maravillosamente en una especie de microjardín. En dirección contraria a las agujas del reloj nos encontramos con uno rechoncho y bajito, sin ojos boca ni nariz pero tiene cara de buena gente. También tiene protuberancias, pero más discretas, aunque alrededor de cada una lo que hay son espinas, como cactus que es, y a mucha honra. El siguiente es un poco parecido al babilónico, pero éste no tiene pinta de saltar el borde y colgar con gracia, sino le veo un poquito dominante, parece que según va creciendo intenta ocupar el sitio de sus conciudadanos vegetales. Su verde es claro, pálido, como la piel de los frailes. No me fío mucho de él, por eso ando constantemente vigilándole. Ya está casi rozando al del centro, en cuanto vea que lo toca caerá sobre él un buen tijeretazo. Que se ande con cuidado. Y por último el más extraño de mis minicactus. Con éste tengo que afilar bien el lápiz para describirlo. Yo diría que en sí mismo es todo un mundo, no porque los demás no lo sean también si bien se miran, sino porque en él mismo hay una variedad de formas y tamaños no tan notable en los otros. Está compuesto a día de hoy por diez tallos erguidos, con protuberancias, hoy me voy a hartar de escribir dicha palabra, pero muy curiosas, porque parecen hojas de acanto. Miro la planta y es como mirar aquellas fotos en blanco y negro que existen aún en tantas casas, padre, madre, el hijo más pequeño en brazos de la madre, el resto de hijos ya en pie cada uno en su lugar, unos más altos, otros más bajitos, cada cual diferente pero todos tan iguales, cada cual independiente pero todos en conjunto. Pero lo más curioso verdaderamente de este cactus es que en los tallos de mayor tamaño crían en su parte superior una especie de antena larguísima relativamente hablando que termina en un microcapullo, es decir, una minúscula punta de lanza de color rosaceo que he estado bastante tiempo observando con esa mágica espera del que sabe que ahí en algún momento va a ocurrir una eclosión desconocida. Y así fue. Un atardecer, en la antena nacida de aquel tallo mayor, vi abierta una pequeña flor, lila, de un par de pétalos como máximo, súper delicada. Yo me puse a mis lecturas, a mis cosas, y de repente, cuando vuelvo a mirar aquella flor, veo que se ha encogido. Pensé, esto es cosa de la naturaleza, no voy a preocuparme. La planta sabe que es de noche y en la noche lo normal es irse a dormir. Quien quiera creerme que lo haga, pero durante el siguiente día estaba deseando de volver a mirar mi cactus, y comprobar si su pequeña flor estaba de nuevo abierta. Pero no fue así. Ni ese día ni los siguientes. Así han pasado ya quizás más de siete. Pero hoy, en el siguiente tallo en altura, y sobre su extraña antena, observé abierta una nueva flor. Volví a llenarme de alegría. Y otra vez fui feliz como pocos sabrán comprender otra vez. Y yo ya por experiencia sabía que esa flor iba a durar unas horas abierta. De hecho ya está cerrada. Porque el tiempo no para. No perdona. Pero yo sigo vivo. Y eso es maravilloso. Y en las cosas que nos rodean hay maravillas, repetidas durante miles de años, pero hoy lo están ahí para cualquiera. A veces la realidad parece fantasía. Pero es verdad. Imaginad que vuestra vida no durará más que varias horas. Qué importancia tiene eso cuando todo tu tiempo es tan importante. Cuántas horas de nuestra vida malgastamos en tonterías. Sin embargo una pequeña flor efímera viene a explicarme ante mis narices cosas tan importantes.

sábado, 6 de junio de 2020

AL BORDE DEL BARRANCO

Al borde del barranco,
tu muñeca agarrada.

Te aferrabas al mundo.
Me he aferrado a tu alma.

Tú ya habías nacido.
Con muñecas jugabas.

Yo era un sueño profundo.
Yo era un mundo soñado.

El tiempo dio un suspiro.
Y de ti me he prendado.

Al borde del barranco,
en la Cuesta del alma.

Tú te aferras al mundo.
Yo me aferro a tu alma.

EL VALS DE LAS ESTRELLAS

Somos la pareja perfecta
que siempre esperará
ese baile final
que nunca llegará.
Estuvimos bien cerca de bailar
el vals de las estrellas.
Pero no llegará, mi amor,
pero no llegará.
Y lo que es peor,
la luz del día nos aparta
de la luz de la noche.
Nos arrastra y nos lleva.
Cada vez más lejanos,
cada vez más ausentes,
como diría Miguel Hernández.
Qué cerca estuvimos mi amor,
de bailar el vals de las estrellas.


Hay momentos en mi vida que me hacen más falta tus besos que el aire.

ESTO ES

Esto es lo que yo quiero,
que me apuñalen poemas
con su navaja fría.
Que me desguacen canciones
el alma mía.

Sólo intuyendo la muerte,
conoceré la vida.

AL CIELO NO

Al cielo no,
ni al cielo ni al mar ni a la luna.

Primero no.

Primero el fondo final de mi alma.

Donde el cielo y la mar y la luna aguardan.

CIERTA COMPLICIDAD

Creo formas con palabras.
Como si fueran barro.

Llegan a mí.
No sé desde qué lado.

No hay intención.
Sólo proceso.

Luego las miro.
Encuentro significados.

Arcilla, agua y mis manos.
Lebrillos, cántaros, platos.

Un animal mitológico.
Una figura envuelta en sombra extraña.

Me significo.
Soy materia.

Del mismo material
que la materia.

Materia de mi propia materia.
Me renazco en cada creación.

Y así puedo contemplar la luna
con cierta complicidad.

TREN DE LAS CUATRO

El viento es el maquinista
del tren de las cuatro.

En abril es amplio el campo.
Y el sol se estira como los lagartos.

Las señoritas no usan sombrero.
Y los corazones se tienden descalzos.

En julio los abanicos
airean sueños arcanos.

Llega octubre cargado de miel.
Pero se fue.

Y enero no trae lo que llevó ayer.

Detrás de la ventanilla,
el campo es una gavilla
de esparto.

Vuelve el topo a su guarida.
Solitario.

Cumbres nevadas,
hondos barrancos blancos.

Pasa el tren de las cuatro.

CANCIÓN DEL CORAZÓN Y LA MANZANA

La tierra es un corazón
en llamas.

La luna es una manzana
que canta.

Y no quiere mirar.

CANCIÓN DEL BARQUITO

Sobre el papel un barquito.

Qué bonito.

Sin viento que se lo lleve,
ni aguas donde se hunda.

Infinito.


TRES CANCIONES MATUTINAS

1

No le busques tres qué
al rosal.

Huele bien, daña mucho.
Y ya no hay más.

Si quieres saber lo tercer,
llégale con suavidad.


2

Mañanita nublada.
Pienso en tus brazos.

Soy una gacela asustada
dentro del prado.

Aúlla el viento en la vaguada.
No estoy a salvo.

La luz está amenazada,
y el corazón se ahoga en llanto.

Buena amada,
el sol se escondió en tus brazos.


3

Porque me quieres, bésame.
Porque te quiero, me encantaría besarte.

Ten mi boca, pon la tuya.
Ya lo ves, así de fácil.

Entre zarzas y claveles,
caminaremos besándonos.

Con y sin nosotros,
la tierra seguirá girando.

miércoles, 27 de mayo de 2020

ALREDEDOR DE TI

Girar es mi camino.
Espérame al final
de la última vuelta.
Confirma tu querer.
Yo viajo en torbellino
alrededor de ti.

viernes, 15 de mayo de 2020

Aislado entre su aroma y su belleza,
pregunto si el jazmín llora a escondidas.
Si da fruto el olvido en Hiroshima
como lo hacen las vides
en las cuajadas lavas tinerfeñas.
Me pregunto si el mundo entero sabe
que hay vida entre las piedras de Atacama.
Si precisa consejo el que llora sin ojos,
sobrevive sin agua, olvida lo más grave;
el terreno arrasado por las llamas
y a su vez es por ellas abonado.

miércoles, 6 de mayo de 2020

PARA QUE AMANEZCA GRANIZANDO DESAMOR

El siempre es todo aquello
que es siempre buen momento para lo que sea.

Para que amanezca granizando desamor.
Para cumplirse el sueño ácido en que te ves por la calle caminando desnudo.
Para que no haya viento siquiera que te eleve
si te has quedado en pluma sobre el suelo
del pájaro que fuiste.
Para que la vida deje de dolerte, para volver a dejar de creer. Para mandar al infierno toda esperanza.
Para nacer de nuevo del vientre de un milagro. Para tomar un café. Para que llegue el poema o rompas todos tus lápices. Para cruzarme contigo en cualquier esquina del destino, y vuelva a dolerme la vida, y vuelva a creer, y vuelva a sentirme vivo.

Eso es el siempre.

YA ESTÁ MÁS CERCA EL DÍA

Escribo porque siento sonar
el tiempo en mi reloj interno,
y me duele.
Escribo a veces
cansado de esperar
aquello iluminado
que me obliga a escribir.
Entonces busco una luz parecida,
o me la invento.
Y escribo como a golpes
de engaño.
Tal vez con ello
no le haya matado
pero dejo algo así
como herido
al sonido del tiempo
criminal que me apuñala,
por un momento.
Pero yo sigo esperando siempre.
Yo espero esa luz sin sentido.
Yo sigo escribiendo.
Sé que es inútil,
que de mi cuerpo a su tierra
no hay camino que yo aprenda.
Sí lo hay al contrario.
Entonces escribo
como quien camina,
por pura constatación
de mi existencia.
Escribo como quien hace uso
a diario
de todos sus sentidos.
Yo también pero tengo seis.
Escribo preguntándome,
pero no busco respuesta.
Por las galerías de mi casa
fluye una corriente fresca
que alcanza mi cuerpo,
la noto,
y ya es motivo para escribir.
O podría escribir sobre el recuerdo,
sobre el olor de tu pelo
en mi memoria
que se va pareciendo
al de las pastillas de jabón
en los cajones
de las antiguas cómodas.
Oh sí,
del tiempo que fuimos marqueses
en palacios de ilusión,
la vida quedaba
algo así como más allá
de Finisterre
pero el tiempo
instauró su república puedo escribir.
O sobre por qué en realidad
soñaba de niño
con hacerme arqueólogo
o marinero submarino,
como un visionario.
Pero sobre todo
escribo como quien quiere adueñarse
del tiempo.
Decorarlo a su antojo.
Llenarlo a su capricho.
Que ese todo lleno de nada
que nos aniquila no esté vacío.
Que no pase por mí como si nada.
No tengo discurso.
Escribo a vuelapluma.
Soy el efecto de cosas que causan
y no entiendo.
Ésas que siempre ando esperando.
A veces llegan, me ciegan un instante,
y luego me abandonan y se van.
Busco puertas,
canciones de esmeralda,
mapas,
senderos que allí me lleven.
Y así colmo de un yo no sé sin sentido
mi existencia, implorando de continuo
estar tocado de esa luz sabia
que no tiene respuestas.
El tiempo me consume
y sigo sin ser arqueólogo ni marino.
Ya está más cerca el día
en que todo
quedará más allá de Finisterre,
reinos y repúblicas,
viejos planetas y supernovas,
tu pelo y los jabones.

lunes, 4 de mayo de 2020

CAMINO DE LAS SIETE OLLAS

El lunes va sin zapatos.
sin balas ni cartuchera.
El sol le escuece en los ojos
fuera de la madriguera.

Camina por las cunetas
de las siete carreteras.
El miedo es como un caballo
galopando en la pradera.

Los lunes no tienen techo
ni paredes. Todo es fuera.
En la guerra de los días

de otra semana cualquiera,
el lunes marcha descalzo,
con el alma en la trinchera.


P.D. Y el aire es gratuito. Y yo no quiero más que respirar.

LUEGO VENDRÁN

Luego vendrán los infiernos,
tan hondos y tan fríos
como tan alta y cálida es esta gloria
al recordarte.
Dejadme este momento
en el que todo soy amor
y nada más que poesía.

sábado, 2 de mayo de 2020

SOBRE LONGEVAS PIEDRAS

Comenzaba con medio sillar visible,
terminaba en tres,
tras una veintena de metros.

Así era la base
de la pared posterior
de aquella iglesia,
justo al inicio de la ladera.

Ladera que al otro lado del camino
circundante del templo
caía medio en picado,
sombreada por altos pinos
inclinados hasta el grito de asombro,
fruto de la gravedad y de los fuertes vientos.
Si una piña caía,
rodaba hasta las tapias del pueblo.

Reclinado, una mañana cualquiera,
sobre las longevas piedras
del eclesiástico muro,
Arsenio escribía como el que ora:

No estés lejos de mí mucho tiempo.
La tierra, más allá del sendero,
es peligrosa.
Desde mi alto árbol inclinado,
fruto de la gravedad y de los fuertes vientos
temo caer y rodar como una piña.
Al pie de las tapias del mundo,
no habrá quien mi comprenda.

Salvo si da la tapia a tu casa.

viernes, 1 de mayo de 2020

AQUÍ ESTOY

Aquí estoy, emprendiendo otra noche,
en medio de la vida.
Con mis pequeñas manos
abro surcos, vierto la semilla.

La noche es un oscuro callejón.
Los ojos de las cosas parecen que me miran.

Los cuadros de los muros,
el cactus y el geranio,
la lámpara de mesa,
un cofre en miniatura.
Sobre su tapa un barco
navega con las velas extendidas.
Sobre la mesa un libro de poesía.

Pero las cosas no miran.
Soy yo el que las mira,
dotándolas de una mirada que no es fría.

Emprendiendo otra noche,
rodeado de cosas que han cobrado vida,
con mis pequeñas manos,
disfrutando esta suerte de sentidos,
abro surcos y vierto la semilla.
A veces estoy loco y te digo que te quiero.
Otras veces no lo estoy pero veo que lo que te dije es cierto.
Y me pongo a llorar como un loco.

jueves, 30 de abril de 2020

DESDE ENTONCES

Tu boca es la caverna donde guardas
cautivados océanos, como la caracola.
Allí nadó mi lengua, y conoció secretos.

Cierta fiebre manando de los fondos marinos,
la glucosa nutriente que levanta a las algas,
el nácar de las perlas como gotas de nata.

Desde entonces mi boca sabe a sal unas veces,
otras es oleaje, otras es playa en calma.
Pero mi boca calla, se contorsiona y calla.

Carcelera de océanos, nadadora de besos,
pescadora de secretos marítimos,
se retuerce y se calla. Como la caracola.

martes, 28 de abril de 2020

Y ASÍ VOY

Mi mundo es de silencio.
Soy hermano del brote del rosal,
del río primitivo y de la sombra.
Cada mañana me despiertan pájaros.
Y el sueño cada noche es una ofrenda
que me obsequia la luna.

Y así voy,
consumiendo mi tiempo lentamente.
De simiente en la tierra
a ser espiga un día es mi deseo.

Pero no extrañaré una tarde cálida
de julio la guadaña.
Y al rulo del molino me rendiré seguro.

No desdeño episodio del libro de mi vida,
pues todo forma parte de un conjunto.

Qué ilusión ser harina yo en la artesa
entre agua y aceite, sales y levaduras.
Ensancharme, crecer, dorarme al horno.
Alcanzarme la gloria que soñando pretendo
ser pan entre tu boca masticado,
morir entre tus dientes,
ahogarme en tu saliva como cristiano mártir
en el circo romano,
y acabarme en tu estómago
como simple alimento,
y terminar allí, de puro enamorado,
en tu cueva de luz desprendida del sol.

lunes, 27 de abril de 2020

AMOR SIN ROBOT

Tú, que has llegado más que nadie
lo más hondo en mí,
compañera de un corto trayecto
dentro de mi submarino.

Quien bien te quiere
no precisa aparatos.

El amor verdadero no se calcula
en cuotas mensuales ni megabytes.

El amor verdadero no precisa
avisos de fecha de ningún robot.

Amor es saber no tener futuro
y no parar de querer.

Amor es abrazar el aire
cuando quieres abrazar
un cuerpo ausente.

No haber un sólo día
sin llanto, es también amor.

Amor es dolerte cada fiesta.
Amor también es necesidad de sentirte amado.

Amor es no tener fecha de caducidad,
ni siquiera la muerte.

Amor es saber que vives porque amas,
has amado y amarás ya para siempre.

Amor es luchar contra ese amor
y ser vencido.

El desvelo, la locura, cada minuto de tu tiempo es minuto compartido, eso es amor.

Porque ya no estás solo en tus profundidades,
porque no eres único, sino doble, completado,
porque muy dentro de ti hay alguien más viajando contigo.
Eso es amor.

domingo, 26 de abril de 2020

COMO CAMA AL CANSADO CUERPO

Porque estás en todas las cosas,
ni siquiera la muerte acabará
con este empeño
de las cosas por hacerte presente.

La flor en mi ventana,
la música envolvente,
la lluvia que consuela,
varios folios siempre en guardia
-como cama al cansado cuerpo-
para ser lecho de versos.

Porque estás en todas las cosas,
en ellas seguiremos tú y yo,
ausentes,
presentes,
siempre.

sábado, 25 de abril de 2020

PELARGONIUM

Un geranio tengo frente a mí, sobre esta mesa en la que escribo, justo ante mi ventana.
Es tan perfecto que parece irreal.
Me dan ganas de hincarle la navaja
y comprobar si sangra.
O ponerme a llorar, por ver si también llora.
Los pétalos de sus flores parecen hechos con tela de seda almidonada.
En su conjunto, es decir entre los tallos con hojas verdes y brillosas, y el puñado de flores de colores rosa y carmesí que coronan la planta, sinuosas como volantes de traje de gitana, me recuerda a los cuadros de Valdés Leal. Hay como un temblor parado en ella, un efecto de ascensión, de impulso a elevarse. Me recuerda también a mí mismo, a mi vida en estos últimos tiempos.

Escribo a intervalos. Unas veces escribo y otras contemplo el geranio. Pienso. Vuelvo a escribir.

En los intervalos de pensar y observar pienso en ti. Y en mí.

Tanto te he amado que me contagié enseñándome a quererme a mí mismo,
justo a tiempo por suerte ahora que no estás como antes.

En ciertas batallas no suenan bombas ni tiros ni hay sangre brotando de cuerpos mutilados. Ciertas bombas son invisibles, y ciertas escopetas. Pero hay explosiones y disparos en los interiores que aunque no se ven, duelen, y dañan, y mutilan, no los cuerpos, sino las almas. Y la sangre quiere salir pero no encuentra puerta. Me siento exactamente como el ruiseñor de Miguel Hernández ahora mismo, cantando encima de los fusiles, y en medio de las batallas.

Esta batalla no sale en los telediarios. Parece como si las cosas para ser reales tuvieran que sonar, moverse, oler, derramar sangre. Mi geranio no suena, no se mueve, su olor es tan tenue que apenas se nota, y no derrama nada, salvo belleza, extrema belleza. Como mi alma.

Lo compré esta mañana en una tienda de piensos. Lo vi y me gustó. Marcos le he puesto de nombre.

Escribo en esta habitación sobre mis cosas. Me siento muy real. Puede que no lo parezca, pero así me siento, tremendamente real. Escucho canciones seductoras que no entiendo sus letras, pero eso no importa. Ciertos lenguajes no necesitan idioma. Y todo está en armonía. Llueve con fuerza, el geranio es impresionante, mis dedos son la puerta para mi sangre que necesita salir, la música es maravillosa. Todo es como un pequeño ecosistema.

Pienso también que hay derrotas que en verdad son triunfos. Porque provocan un estado de lucidez y de emoción difíciles de alcanzar en un existir común. Podría hablarse entonces de la fortuna y gloria del herido, del vencido.

Amarse a uno mismo, de esta forma, es pura necesidad de sobrevivir. Tengo que amarme porque no estás ni estarás. Tengo que amarme porque ya sólo estás en mí. Al quererme te quiero. Al sentirme te siento. Teniéndome te tengo.

miércoles, 22 de abril de 2020

SOLILOQUIOS DE REENCUENTRO

Podré vestir mi cuerpo,
pero para mi alma no quiero ropa.
Ni ropa ni que hable con idiomas extraños.
Ella tiene su idioma para expresarse sola,
habla con el mismo lenguaje de los ríos
y el de las abejas.
Podré y a veces hago camuflar mi cuerpo entre los decorados.
Acostumbro a perderme en otros bosques,
subir hasta tal cima, nadar mares adentro,
donde al final encuentro no más que soledad, silencio y extravío.
Pero en otro lugar queda mi alma,
abajo, en el principio, al pie de las orillas,
transparente y certera como el agua, concreta y definida como la luna llena.
A veces, muchas veces, la tengo en el olvido.
Pero ni el peor viento, ni el tiempo, ni las olas, ni yo mismo en su olvido la erosionan.
Cuando desciendo la cima,
cuando me desenredo de los bosques, cuando vuelvo a pisar
nuevamente la arena,
ahí está ella.
Siempre me espera.
Tan exacta a la de siempre vuelve a alumbrarme clara y sin esquinas.
Va llegando el día de abandonar cimas, bosques y océanos que poco tienen que ver con nosotros. Recuperar mi ser y mi voz, oh fiel compañera. Mirar al sol de nuevo pero desde mis propios ojos para proclamármelo y proclamarlo ante el mundo. Eso es el sol, diré seguro.
De tu mano alma mía quiero gastar el tiempo que nos queda.
Hablaremos con nuestro lenguaje igual al de los ríos y las abejas, entendiéndonos perfecto, musicales y unidos.
Desnudos y transparentes como el agua gastaremos nuestro aire hasta el final del viaje, contemplando la brisa de vals
que hace bailar los olivos, el pan recién hecho, el caldo del cocido, la lluvia y los claveles.
En tu océano profundo
siento que floto
sujeto a una pequeña astilla.

Es mi gran tronco para no ahogarme.
Alrededor todo es niebla y aguas infinitas.

Mi verdad es esa astilla.
Verdad por la que sufro y lucho,
por la que siento de verdad y me siento verdad.
Verdad por la que lloro y respiro realmente
y sólo así comprendo mis lágrimas y el aire.

Amor y fe, y este ansia de salvación
en mitad de la ceguera.

lunes, 13 de abril de 2020

LUEGO MARCHABAN

Venían con la noche
desde lejanos prados,
hacia los frutos rojos
que encandilan las almas.

Su mirada era al frente
o más bien hacia abajo.
Su mirada más bien
era una luz perdida,
una mirada extraña:
era llena de luz,
y una luz apagada.

Venían con la noche,
de la flor del tomillo,
de riberas lejanas,
hacia los frutos rojos
que encandilan las almas,
antes que las estrellas,
de nieve y forasteras,
fulgieran en sus rostros
ajenos desengaños.

Venían con la noche
de los antiguos prados
hacia los frutos rojos.
Bebían y callaban.

Luego marchaban.

Su temple y su mirar los delataba,
su caminar arriero
de quien ya busca nada.

VASTAS NIEBLAS

El silencio humaniza al solitario.
Mas si lo es por desprecio o por olvido,
vastas nieblas de barro se lo tragan.

Ya en la noche,
tan solo es el recuerdo quien le alumbra.

Pero en terreno firme precisa proseguir,
cual semilla cautiva en gravedad perpetua.

Y ruega cese el huracán del pensamiento,
y al alma selvática añoranzas de antaño.

Y tierra virgen do vivir reclama
tal liebre libre, sin norte ni pasado.

PIGMENTOS SOBRE EL BLANCO

Nada más que por la enorme cantidad
de cosas que no sé y quisiera saber,
me gustaría vivir al menos
cincuenta veces cinco
esta vida.
Otras tantas por sitios que admirar.
Las mismas para conocerme un poco más.

A veces detesto el tiempo y su velocidad.
A veces pienso en la muerte y siento miedo.

Ayer me llené de sol. Un día seré sombra.

A veces pienso que soy una pajita en un río.

Mi vida es una línea entrecortada.
Mi tiempo una frecuencia de instantes,
un texto en morse.
Luces y sombras,
pigmentos sobre el blanco.
Tal vez por ello mi memoria
no es más que su reflejo.

A veces sólo pienso en besos y en abrazos.
A veces también pienso en los silencios
de unos ojos que se miran
y unas bocas que no hablan.
A veces pienso en corazones
que se besan y abrazan y se observan diciéndoselo todo sin decirse nada.

A veces también pienso que ya no necesito
vivir cincuenta veces cinco esta vida.

A veces pienso que he tenido mucha suerte,
a pesar de la muerte.

martes, 7 de abril de 2020

LAURA ESTUVO EN LA AZOTEA

Hueles a frío.
Entre lo que sale de ti
y lo que ha caído sobre ti
hay una nube alrededor tuyo
que huele gélida.

Has bajado la escalera,
has cruzado el pasillo,
derramando frío a tu paso.
Lo he sentido saltar los escalones como canicas de hielo desparramadas desde tu pelo.

Vaporosa como un tren por enero
en la estación de Hamburgo
entras a mi habitación mientras
leo un cuento japonés sobre chinos,
inudándola de cierta nostalgia de película antigua.

Dejo el libro y te abrazo. Te abrazo y te digo que hueles a frío. Y mis dedos desenredan en tu pelo finas hebras de escarcha.

Era el último suspiro del invierno que
en ti encontró refugio.

Y vuelves a oler a sol,
al vaporcito de Cádiz,
a cigüeña, a panadería.

Y te vas,
clara y azul como el verano.

Y yo sigo leyendo.

lunes, 6 de abril de 2020

COMO TUS MANOS

A veces leo grandes pensadores
que han creado murallas al amor.
Los grandes pensadores son personas
sabias.

Pero muy cobardes.

Yo no soy valiente ni sabio ni escribiré grandes cosas. No tengo grandes pensamientos.

Mis pensamientos son pequeños como tus manos cuando las recuerdo
y algo así de pequeño no hace daño.

Al contrario,
me hacen alto y fuerte como murallas.
Son ellas quienes me protegen.
Eres tú quien me salva.

viernes, 3 de abril de 2020

AFÁN

Pasó toda su vida con un único afán:
el de encontrarse a sí mismo.

Una vez conseguido
trazó fronteras a su alrededor
y se juró no traspasarlas nunca.

Pero a veces derrapaba en la oscuridad y atravesaba sus alambres de espinos y luego se sentía herido (tremendamente herido) por haber resultado vulgar.

La cabra sigue tirando pal monte, meditaba. Cosa que no admitía.

Entonces pensó que seguía siendo demasiado generoso consigo mismo
y decidió elevar y comprimir aún más sus fronteras.

Sus escritos ya eran rotundos,
cegadores de lúcidos,
cuasi exactos,
rozaban la perfección.

Pero no era suficiente todavía para él,
así que continuó estrechando su propio cerco.
Dejó de utilizar letras y las sustituyó
por pequeños puntos y largos espacios,
como en un código secreto que sólo
él (que ya se creía un dios, o Dios) y los demás dioses o semidioses
serían los únicos capaces
de descifrar y comprender desde sus palcos VIP, por encima de los asientos vulgares del populacho vulgar que les adula, en recíproca alimentación.

Pero todavía creyó que era enorme la libertad que se otorgaba, y no pudiendo comprimir ya más sus fronteras decidió comenzar a amputarse miembros. Primero un pie, después hasta la rodilla, luego un dedo, más tarde el brazo,
la cabeza sin miramientos, hasta dejar sólo su ombligo.

Ya lo tenía conseguido. En lo mínimo estaba lo máximo, se dijo.

Un día se miró al espejo y se llenó de todo
con aquella diminuta redonda,
tan estúpida como hipócrita,
tan mentirosa como solitaria,
pero eso sí, absoluta y perfecta,
Como la nada.

jueves, 2 de abril de 2020

MEJOR ASÍ

Quizás es preferible de esta forma,
dejarlo así, como ausente,
como olvidado, como un recuerdo
borrado en la memoria.

Quizás es lo correcto lo que hicimos,
dejarlo allí colgado sobre un árbol
como un objeto que ya no nos sirve,
y despedirnos de él con cruda alevosía.
Luego marcharnos,
hipócritamente más ligeros al andar,
tú por mi camino,
yo tras tu sombra,
igual que hicimos.

Tú eres consecuente,
yo soy consecuente,
pero la vida es demasiado consecuente
con su aritmética
y a veces debemos calcularnos en la suerte.

Quién sabe.
Tal vez una mañana
de esas en que nos pensamos poco,
seguramente de otoño o primavera,
tú pasando junto al árbol,
yo persiguiendo tu sombra,
nos sorprenda distraídos y nos atraque por la espalda
dejándonos desnudos como un ladrón avaro;
muerto
que de pronto renace
y nos asuste al abrir los ojos
desorientando otra vez nuestros caminos;
caballero medieval
que vuelve del pasado
gritando y reclamándonos con su afilada espada
el reino que fue suyo.

No habrá que luchar, sino rendirnos.
Él se encargará solo
de nuestra reconquista.

Amor lo llaman.

domingo, 29 de marzo de 2020

Te quiero en tu frescura,
es decir con tus errores,
en tus titubeos te quiero,
señales de que aún
estás en crecimiento.

Te quiero en tu boca
que duda mi beso.
En tu honestidad
te quiero.

Te quiero en tus miedos.
Te quiero en el engaño.

Te quiero por debajo de la tierra
como a veces el Guadiana.

Pero también junto al mar te quiero.

Y más allá del mar te quiero.
Más allá de la verdad.
Transversalmente más allá de todo
te quiero.

Pero es mejor quererte más acá de tanto.

Como yo te quiero.
Si me muero
qué alegría llevarme el saber
lo que es un beso.
Imagino la extrañeza de la naturaleza ante este brutal cese en general de la actividad humana. Dicen que han visto delfines cerca de Venecia. Mi pueblo no es Venecia, pero también aquí se aprecian señales. Acabo de llegar al taller y por la carretera me han llamado la atención varios conejos. Aunque no es del todo extraño observarlos por esta zona, sí lo es por la mayor cantidad que hoy acabo de ver. En cierta forma claro que sí les afecta también a los animales el coronavirus. Las plantas respirarán mejor también supongo. Estamos tan acostumbrados a ver la realidad a través de pantallas que cuando la observamos directamente también nos provoca extrañeza. Quienes me leéis ya desde hace tiempo seguramente comprenderéis que yo pueda sentir cierta pena el día que todo esto acabe porque tengo poca confianza en el ser humano en general, porque todos somos también quien más quien menos Donald Trump, algo ciegos y un tanto despóticos, y como iba diciendo, me apenará cuando otra vez los tubos viertan su humo negro a las nubes blancas y al cielo azul y las cañerías su mierda (nuestras mierdas) a los ríos y los mares. Ahora siento ganas de abrazar esos conejos que acabo de ver y decirles carpe diem, y seguro que me entienden, como entenderían a Lorca, que soy amor, que soy naturaleza.

sábado, 28 de marzo de 2020

Ayer me paró, que también podría decir me detuvo, por quedar algo más fino, pero aun siendo en este caso verbos sinónimos, el segundo puede llevar a quien me lea a una mala interpretación. Hay que ser consecuente con lo que se dice, creo yo. Bueno, que me paró la Guardia Civil, en una especie de emboscada, aunque esto también debería de explicarlo un poco porque las personas cortitas de espíritu como es mi caso vemos emboscadas por todos lados y a cada rato. Yo salía de mi casa, por la tarde, después de dar mi cabezadita reglamentaria, que si ese bicho tiene cojones a ver si es capaz de dejarme sin mi siesta, que lo mato, porque sin ella no soy persona, aunque tras ella siga igual de cortito de espíritu. Entonces, camino del retorno al trabajo, me acordé que el día anterior había visto que una papelería de la avenida despachaba sus productos a través de la reja. No tengo goma de borrar. Como yo dibujo los planos de mis muebles y mis puertas sobre tablero al estilo de los grandes creadores artísticos renacentistas, eso conlleva un enorme gasto en goma de borrar si me equivoco dibujando (que suelo hacerlo de sobra), cuestión de temperamentos enfrentados, porque la aspereza del tablero fulmina la suavidad de la goma, que esto bien podría extrapolarse a las relaciones humanas. Entonces decidí acercarme a dicha papelería, pero como ya iba asustado, y vi que no había clientes en la acera, y que a lo mejor todavía seguía medio amorrado, y que soy tímido, sé que leí un gran cartel que decía toque el timbre, pero que yo qué sé, será que la avenida desierta impone, decidí dejar lo de la goma de borrar para mañana, o sea hoy, e irme para el taller. Pero para coger ese camino yo tenía que continuar en dirección contraria a él para llegar a la rotonda más próxima que me permitiera invertir mi camino para llegar a mi destino. Entonces fue cuando caí en la emboscada, en la rotondaemboscada. Cuatro o cinco patrullas de la guardia parando (o detuviendo) a todo quisqui. De momento caí, cosa que no me sorprendió. Mantén la calma, me intradigo, mientras tardo en atinar con el botón del elevalunas. Buenas tardes, porque otra cosa no sé, pero educados son. ¿Dónde va? A trabajar. En qué. En mi taller. De qué. De carpintería. ¿Y cree usted que ese trabajo es... no recuerdo la palabra exacta que me dijo, pero venía a decir algo así como si aquello era... inapelable? No sé si esa palabra se la enseñan en la academia, o a lo mejor la aprendió por cuenta propia, como yo por la mía aprendo otras, como xilófono o exangüe. El caso es que aquel diálogo fluía, al menos desde mi lado, por lo que como respuesta le di una leve elevación de hombros con lo que claramente quería decir si no trabajo no como. Pero hemos de ser civilizados y admitir que esa conversación no podía acabar allí, sino que el guardia fiel a su trabajo también tenía que completar su interrogatorio. ¿Qué taller? El mío ¿Trabaja solo? Sí ¿Tiene usted en su vehículo algún documento que lo acredite? Nueva elevación de hombros. Déjeme su DNI, y yo dios mío, que no le dé a la perra por ladrar, bueno, si ladra es porque a lo mejor la perra en su idioma y como sé que me quiere tanto está gritando a su modo Viva España, y como el guardia y yo hasta el momento nos estábamos entendiendo tan bien puede que mi perrilla también pudiera entrar en aquel entendimiento porque está vacunada y siempre la llevo en una jaulita sobre todo porque si va libre me lo pone todo perdido de pelos y porque pueden multarme también. Puede continuar, me dice el guardia, devolviéndome el carnet. Continué, pero yo ya no sabía para dónde. Ya ves, cogí a la derecha, no sé si por el ambiente, pero sé que aquél no era mi camino, aunque sí lo fue para salir de todo aquello, como trocha entre ladera empedrada, como cabrero que tiene que afianzarse en su trayecto, sin más ideologías que las del miedo y el amor, la vida y el pan.

P. D. Creo que exangüe debe llevar tilde en la a, porque la diéresis corta el diptongo entre la u y la e. Tampoco entiendo mucho de estas cosas, y no debo equivocarme mucho, porque sigo sin goma de borrar.

viernes, 27 de marzo de 2020

EN ELLO ESTÁ

Entro a tu habitación, como quien entra
en un campo de labranza.

Doblada tu espalda hacia el bancal que es tu mesa, el bolígrafo en tu mano es como una azada creando surcos de azulados brillos sobre el blanco papel tendido.

Te observo trabajar, callado.
Labras tu porvenir con énfasis de empecinada, honrada campesina, entre los duros libros,
con los ojos de la ilusión puestos en el cielo futuro.

Cultivas esperanzas, tiempo y camino.

Te miro y eres en mis ojos tierna y nutritiva como el pan bien merecido, pero pesas también sobre mi mirada como fanegas de tierra áspera,
porque en mi corazón, dependiente del tuyo, se hincan como garras
las raíces invisibles de lo inseguro.

Te abrazo, y es posible que no sepas todavía que en ello está ya todo lo que en el fondo andas sembrando, todo eso bueno que esperas cosechar un día. Como selecto aceite o la mejor harina, como el fruto más preciado de la tierra: amor tan grande.
Y qué fácil te lo doy, y qué inmediato.
Tanto, que, viéndote luchar, casi resulta incómodo, de tan sencillo.

viernes, 20 de marzo de 2020

ESTE CASO ES VERÍDICO, COMO DIRÍA PACO GANDÍA

Ayer comimos cocido en mi casa, olla como decimos por aquí. Sobró pringá. Hoy le he propuesto a mi mujer que cuando vaya a por el pan compre un mollete y que a la hora del almuerzo me espere con camisa blanca y mucha escandalera de platos y vasos y dando carreras pacá y pallá por la cocina. Cuando yo llegue a mi casa haré como el que entra a un bar, a uno en concreto, muy sevillano y muy céntrico, fundado por dar un dato el mismo año en que nací. Entonces yo entraré, muy animoso, le pediré a mi mujer una cerveza después de que me pregunte en su trajín qué desea el caballero ¿Y de comer, alguna cosita? Y yo haré como el que piensa, como el que duda ante tanta oferta, y después de unos segundos puramente teatreros diré, ponme un montaíto de pringá, ella pegará un vosejón a un cocinero imaginario y al ratillo me pondrá el mollete con la pringá que sobró en un plato y un puñado de papas fritas onduladas Hacendado sabor jamón pero que no las echará bien, sino que muy metida en su papel se le caerán algunas sobre la barra que será el poyo de la cocina dándole la máxima credibilidad a la obra. Yo entonces viendo tanta bulla y tanto amasijo de gente allí pidiendo como locos me iré a las escalinatas a sentarme, que será a mi ojo patio, que está alicatado de azulejos moriscos y me sentaré sobre el borde de la pilita del grifo, entre el cubo con la fregona, la bombona de repuesto y la cestita y los juguetillos de la perra. ¿Quién dice que no estaré como en el (ojo) Patio de San Eloy?

domingo, 8 de marzo de 2020

Lorca

Ay voz secreta del amor oscuro
¡ay balido sin lanas! ¡ay herida!
¡ay aguja de hiel, camelia hundida!
¡ay corriente sin mar, ciudad sin muro!
 
¡Ay noche inmensa de perfil seguro,
montaña celestial de angustia erguida!
¡ay perro en corazón, voz perseguida!
¡silencio sin confín, lirio maduro!
 
Huye de mí, caliente voz de hielo,
no me quieras perder en la maleza
donde sin fruto gimen carne y cielo.
 
Deja el duro marfil de mi cabeza,
apiádate de mí, ¡rompe mi duelo!
¡que soy amor, que soy naturaleza!


domingo, 1 de marzo de 2020

Practicaré esta noche
el viejo oficio de alfarero,
con tierra de palabras
y el agua del deseo.

En curva parecida
desde tu pie al cabello
elevaré mi barro.

Tendrá materia el sueño,
y marzo algún sentido.

viernes, 28 de febrero de 2020

Todo tiene su encuadre en esta vida. Una misma cosa tiene muchas maneras de mirarse. Restaurar un edificio antiguo, por supuesto que lo veo bien. Pero si te pones a bucear en el pasado de ese edificio, que es antiguo, pero tampoco es romano, quiero decir, que no es tan tan tan antiguo, que hay grabaciones en vivo del edificio, de cuando era lo que era, de cuando servía para lo que lo hicieron, y comparas esas grabaciones con el presente... yo no sé hasta qué punto la restauración ha restaurado, porque habrá restaurado paredes, puertas, vidrieras, pero el alma de aquello... ni por asomo. Desde luego más vale conservarlo que derribarlo y aniquilarlo por completo, y tratar de darle otro uso, que siga viviendo, de otra manera, menos romántica quizás. No sé, como decía al principio una misma cosa tiene multitud de enfoques, y cada cual es libre de escoger el que crea más oportuno.

Ayer visité el centro comercial que es hoy lo que hasta comienzos de los 90 era estación de tren Plaza de Armas, o estación de Córdoba, en Sevilla. Pasé por allí muchas veces en su época de estación, pero nunca entré, ni mucho menos la usé. Ni siquiera tengo recuerdos de la fachada. Sólo sé que por aquella zona había una estación, y que se llamaba así, pero nada más, como me pasa también con la estación de Cádiz o San Bernardo, que tampoco existe ya como estación.

Ésta de plaza de armas, no sé si por la hora que la visité ayer, si por no ser época de muchas compras, la verdad es que estaba desierta, muy desierta. También es que me parece a mí que son demasiados centros comerciales ya, que no sé si la oferta está superando a la demanda, si puede ser cosa también de las modas, de preferir ahora el último centro abierto por aquello de la novedad. No sé, el caso es que a mí el lugar me dejó un poco frío, pero el lugar actual, ahora restaurado, que más me pareció un animal disecado que resucitado.

De todas formas nada pudo impedirme al estar allí ponerme a imaginar aquello en sus épocas gloriosas: llantos de despedida sobre los andenes, llantos de alegría por los esperados regresos, servicios militares, emigración, dejar atrás la tierra, la familia, volver a ella. Ir a un amor. Volver de él. Ir a médicos, a estudios, a lunas de mieles. Tantas y tantas cosas que se habrán vivido allí, que todas desconozco pero todas las imagino, y me sabe tan real a veces lo que imagino que lo vivo tal y como si así fuera. Seguramente porque así fue.

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