Recuerdo aquel ir
de la mano de mi abuelo.
Silencio y sombras
en el viejo camino.
Alguna tórtola
tornaba del pueblo al pino.
Su mano era blancuzca,
fría y huesuda.
Mi abuelo era parco en palabras,
pero sé que me quería muchísimo.
Y yo a él.
Miro mis manos.
Todavía son morenas,
cálidas y carnosas.
Algún día mis manos
serán como las de mi abuelo.
Siempre quedan ilusiones
en el corazón del hombre.
Algún día quisiera pasear
de la mano de algún nieto.
Y al vuelo de la tórtola
en el viejo camino
pensará qué poco habla su abuelo.
Mas sabrá que lo querré muchísimo.
Bajo mi blancuzca y fría y huesuda mano
sentirá el llanto de la rosa,
rezumando puro amor
en los momentos últimos.
miércoles, 26 de agosto de 2020
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