martes, 24 de abril de 2018

Inteligencia

Inteligencia:
esfuérzate un poco menos
en darme
el nombre exacto
de las cosas
que veo.

Que tu palabra
no sea tan la cosa misma.

Que por tu engaño
vuelvan mis ojos ilusos
a las cosas.

Que por tu mentira
piadosa
deje de creer
(guerra, invasión, infanticidio)
en tantas cosas.

sábado, 7 de abril de 2018

Aquí, y en esta hora...

Aquí, y en esta hora,
y a cada tarde
lanzas tus redes sobre el mar
de la nada.

De la nada no,
es sobre el mundo, que sigue ahí,
girando sobre sí mismo,
como un carrusel ininterrumpido
en el que también tú vas subido.

Mejor compárote con ese indígena
experto en plantas
buscando adormidera
que succionar a solas
con que pasar a la otra orilla,
donde conduces
carros de fuego entre estrellas
con cabello y cara,
o bajas como intrépido espeleólogo
la sima de tus venas
hasta llegar ahí,
a tu propio corazón
romántico e ilusorio.

Entonces juegas con él
la misma partida de siempre,
y en la que ninguno de los dos,
curiosamente, nunca gana.

Sólo gana la banca,
la del tiempo,
que en alianza con la noche y con la luna
te invita a jugar otra partida.
Pero mañana.

Como semilla caída...

Como semilla caída
del pico de un ave,
sobre mi corazón te has posado.

Tierra fértil para tu sueño de nubes.
Grácil promesa para mi cárcel de lástimas.

Sea el tiempo lluvia fecunda
en instantes imborrables.

viernes, 6 de abril de 2018

En los Tajillos

He estado en los Tajillos,
donde manaba el agua
brillando bajo la luz de la tarde,
cristal vibrante
o líquida estrella derramada.

He estado en los Tajillos,
donde un eco de antiguo
susurraba entre los pinos,
entre los almendros,
los algarrobos,
altas sus copas o minaretes
donde el almuédano viento
parecía convocarme
a no sé qué oración.

He estado en los Tajillos,
donde tuve hace tiempo
un hondo deseo,
como un sueño entre alas
o el perfume de la mejorana
que ahora perdura en mi mano.

He estado en los Tajillos,
donde, perdiéndose en la ladera,
manaba el agua como si tal cosa.

miércoles, 4 de abril de 2018

Dedicatoria

Como quien contempla
majestuosa catedral durante un tiempo,
mucho tiempo,
quizás toda una vida.

Ya atrás quedó
aquel primer deslumbre
de la alta nave,
la ingravidez de las nervaduras
en el sublime espacio,
la plenitud de la luz
por rosetón filtrada o vidriera frágil,
el arbotante esbelto
o brazo de Dios sujetando el embeleso.

Ahora, a cada rato, con cada sol,
tras nueva sombra,
a cada contemplación,
con vario ánimo o edad distinta,
advierte
el fascinante detalle que nunca en ella
antes apreció:
el gesto adusto con ojos sibilinos
de una gárgola al incendiarse un crepúsculo,
un leve signo o geroglífica firma sobre desapercibida losa,
el caracol de hierro en filigrana reja...

Así,
durante un tiempo,
mucho tiempo,
quizás toda mi vida,
contemplo yo tu obra,
-inabarcable espacio
para mi tiempo finito-
Luis Cernuda.

  Allá por las últimas alturas respirables le dijo el zángano último a la abejita reina: -Frótate una de tus últimas patitas por entre la úl...