jueves, 24 de agosto de 2023

En mi calle los cuerpos de los hombres

olían a sudores y a tomillo.


En arrugas faciales,

en uñas y nudillos deformados,

la piel era un reflejo del secano

o el tronco retorcido del olivo.


No conformes, en los ratos de asueto,

sobre el rebate tibio,

urdían lentamente las sierpes del esparto.

El vino florecía en sus mejillas

como una rosa roja, justo junto a la orilla

de sus ojos acuosos.


Cada tarde mi calle se moría

en revuelo de juegos de chiquillos:

intrépidos partidos de pelota en la empinada cuesta;

en combas y escondites; pillapillas

al son de Los Chunguitos y Los Chichos.

En navaja afilada sobre un trozo de pan y algo de tocino (y un cazo de gazpacho si sobrara a mediodía).


Los gatos peleaban al sacar la basura, mientras con sutileza,

en el aire sencillo del barrio corachero,

de la dama de noche se expandía 

un aroma (tan humilde y profundo)

que en el sueño vencido aún me persigue

igual que golondrina desnortada 

en las nieblas del tiempo,

sin rumbo ni camino hacia su nido.

domingo, 6 de agosto de 2023

 Juventud emigrada: recompongo tu nido cuando la tarde ahoga.


Ya invisibles, aún siento el despliegue 

de tus alas 

por no sé qué lugares en sombra.


Se mantiene en el aire algún rastro de ti, sobre el añejo aroma de las magnolias.


Línea frágil que la noche borra.

  Allá por las últimas alturas respirables le dijo el zángano último a la abejita reina: -Frótate una de tus últimas patitas por entre la úl...