sábado, 30 de marzo de 2019

DE AQUEL MAR

Yo que me tengo por muy puntual, con los años me cercioro de que siempre llegué tarde a determinado tiempo, cierto lugar. A veces irremediablemente, como el caso que ahora expongo.

Aquí hubo un mar, sin ojo humano que lo contemplase.

Taludes semilunares certifican su presencia, fósiles bivalvos, cauces secos, parajes extintos de hembra tierra aún no violada por la humana insensatez. De ello, cielo y luna y sol fueron testigos, mas quién les pregunta.

Y al cabo qué nos queda: tal vez la ensoñación, la imaginaria poética de lo que acaso existió.

Cuando todavía no existía la palabra, qué palabra doy entonces a cierta realidad.
Quién de tus peces me hablará, de aquel rumor de olas quién.
Cuánto ser, vivo o no, habitó mi tierra antes que yo.

Isla cerro, sierra de acantilados, balcones de aquel pasado que a duras penas subsiste entre el esparto y la jara.

Eras de tiempo que menguan nuestro tiempo,
que lo hacen diminuto, que restan de importancia mi existir casi con grado de insulto.

Cuando los hombres y sus dioses proliferaron por igual, si por respeto o temor, tú comenzaste a alejarte, mar de mi tierra, hasta quedarte en el mar, mar a secas, en lo que ahora eres, mar.

Mar huraño, mar remoto, mar del mapa.
Mi mar sigue siendo mar, pero de otro lugar.
¿Hasta dónde llegarás?

Herida cauterizada
de la embestida oceánica
sobre la pared yesal.
Mar de mi tierra perdido
y por mi tierra olvidado:
por las laderas del tiempo
dime,
quién te llorará.

Septiembre de 2017
Sierra de Los Canterones
Estepa

martes, 5 de marzo de 2019

VIÉNDOLAS VENIR

Y cuando abran los ojos
de su consciencia
la razón les llegará
como un puñetazo en el vientre.
Lo más duro será
verse sangre en las manos
y a su hermano tendido muerto.
Entonces errarán nuevos fantasmas
por una tierra que ya nada le sorprende.

domingo, 3 de marzo de 2019

SOBRE LO QUE SÍ Y LO QUE NO

Las naranjas son redondas y sutiles las fronteras.
Olvidemos los relojes y los calendarios,
echemos al fuego
todos los manuales,
golpeemos hasta destrozarla cualquier
máquina de medición,
toda regla, el metro exacto,
el kilo, la campana, el astrolabio,
desliguemos en sus vértices
los cartabones,
las escuadras, tricemos mapas,
la Enciclopedia Británica, el Reader's Digets,
el Larousse,
zapeemos todos los programas de la Dos, profanemos la tumba de Gutenberg,
la de Copérnico, la de Colón,
y salgamos luego a la plaza, al monte,
a la playa, tendámonos bajo el cielo, preferentemente abrazados, mirémoslo.
Y sepamos entonces, a ver,
pensemos, calculemos en qué concreto punto termina cada invierno,
el lunes, el domingo,
el castigo, el perdón,
el almuerzo, el dolor, la pastilla,
la resaca, la pleamar, el absentismo,
la cerrazón,
la sinrazón,
la absolución,
la abolición,
el desconsuelo, la orfandad,
el deseo, la hermandad,
el recuerdo del olvido,
lo caliente de lo frío,
la mar y el río,
lo que es amor y no.

  Allá por las últimas alturas respirables le dijo el zángano último a la abejita reina: -Frótate una de tus últimas patitas por entre la úl...