Entre un cauce de olvido todavía me suenas
con tu canto secreto, tu arrullo de planetas.
Tu potestad de ala eleva allí donde mis pasos
se pierden al reclamo de falsas primaveras.
Del alto campanario o de una estrella
desciende con descargas de luz remediadora
tu voz de miel o vino, de brisa marinera,
cuando mi aliento gris reproduce el ocaso.
Alba y abril, una pintura, la carta de soldado
en la trinchera. Peregrina es tu voz por el bosque
como una vendedora de benéficos vientos.
Ven y repinta con la certidumbre de tu brújula
este mapa maltrecho de borradas señales.
Regrésame a la cumbre de mi única música.