Los árboles que orillan el estanque
inclinan su interés hacia las aguas.
Vegetal expresión de amor callado.
Un ballet de diez peces de colores
ensaya su espectáculo sin público
en la hora temprana.
Sólo un espectador ocupa una butaca:
provincia de Almería en azulejos,
Almanzora, Comarca de los Vélez,
Fiñana, Oria, Huécija, Bacares,
y otras toponimias singulares:
Velefique, Tabernas, Carboneras,
Chirivel, Lucainena de las Torres.
Medio siglo en la tierra
y no conozco toda Andalucía.
Tampoco en su existencia
sabrán de mar o lago o río auténticos
esos peces del agua,
y sin embargo danzan... cómo decirlo: deshinibidos.
Y además con dulzura;
cual coro que acompaña con su baile
el amor de los plátanos de sombra
hacia las verdes aguas estancadas.
Escucho un ditirambo en cascabeles,
y la onomatopeya lejanísima de una campana.
Despierto de mi ensueño.
Un coche de caballos comienza su jornada,
y la primera misa de la mañana.
Amanece. Sevilla.
Plaza de España.
En un día cualquiera.
Bueno, no tan cualquiera.
A veces me distraigo en los semáforos
con minúsculas hierbas de la acera.
Vegetal reflexión, fugaz filosofía,
bastión irreductible
de un tiempo cuando aquí todo era campo.
Los naranjos me lanzan
de nuevo su azahar a mis fosas nasales,
y si puedo afinar más el olfato
alcanzaré el incienso;
y si también mi gusto
manzanas de rubí con traje caramelo,
y torrijas de miel, y arroz con leche;
y si también mi oído
el rasgar de alpargatas bajo el cancel vetusto;
y si también mi vista
el niño inflando a gotas su pelota de cera.
Bien está lo que vive en cualquier forma,
pero vive.
Bien está lo que ama como puede,
pero ama.
Bien está la rutina, el día a día.
Bien está la visita entresoñada a provincias lejanas que nunca conociste,
el amor inventado por tu parte en árboles del parque, o el bailar de los peces en su cárcel de agua.
Bien están los recuerdos, escribir. Recordar y escribir es vivir todavía, es ansia, voluntad, coraje en repetir (de qué le vale un lápiz y un papel a los muertos bien muertos).
La dicha está en el sol y está en la lluvia;
la dicha está en el aire,
y en tus cinco sentidos.
La nostalgia y cualquier otra cosa semejante
es simplemente símbolo.
Sentir, sufrir, reír, llorar, el errar o acertar, el ganar o perder, creer o no creer,
el negar, el asentir. Todo es símbolo.
Qué más da dónde se halle la verdad.
La suprema verdad se encuentra en el ahora, con su carga pasada cargada de pesantes presentes y futuros.
Él y solo mantiene con su farsa o axioma
aquello que merece ser vivido.
Calcula de un plumazo el laberinto
del estar y del ser,
ignora lo perdido y lo no conseguido,
estimula al vencido,
rearma al desarmado,
realma al desalmado,
infla con viento renovado
las velas del sopor del desvelado,
y devuelve al carril de la creencia
al más descarrilado descreído.