Una vez llegó a mí una bici holandesa.
La vendí por cuatro perras.
En este pueblo no son buenas las bicis holandesas.
Pero a veces me acuerdo de ella.
A pesar de las cuestas.
O es posible que yo sintiera vergüenza.
Era robusta y negra. Elegante y cómoda.
La bauticé con el nombre de Mary Pickford.
Sólo ella y yo sabíamos de mi ocurrencia.
¿Seguirá Mary Pickford rodando por alguna carretera?
Es horrible saber que no volveré a verla.
jueves, 11 de junio de 2020
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