El viento es el maquinista
del tren de las cuatro.
En abril es amplio el campo.
Y el sol se estira como los lagartos.
Las señoritas no usan sombrero.
Y los corazones se tienden descalzos.
En julio los abanicos
airean sueños arcanos.
Llega octubre cargado de miel.
Pero se fue.
Y enero no trae lo que llevó ayer.
Detrás de la ventanilla,
el campo es una gavilla
de esparto.
Vuelve el topo a su guarida.
Solitario.
Cumbres nevadas,
hondos barrancos blancos.
Pasa el tren de las cuatro.
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