Para mí todos los días llueve.
En unos más que en otros.
Pero en casi todos llueve en abundancia.
A veces me paro y miro el reloj, son las diez.
Luego vuelvo a mirarlo, son las once, o son las doce, o son las cuatro. Y todo sigue tal cual que a las diez, o a ayer a las diez, o a antes de ayer a las cinco.
¿Sentís como yo esa lluvia perpetua caer?
Pero el reloj también sabe marcar las ocho o las nueve de la noche, y entonces me ducho primeramente para secarme tanta lluvia, y me cobijo en mi cuarto, porque sigo oyendo llover por todos los rincones, y abro un libro o pongo música o hago un juego literario, o escribo, o miro mis cactus; como el que enciende una estufa.
Hasta mañana, lluvia.
O hasta dentro de un rato.
miércoles, 24 de junio de 2020
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