miércoles, 17 de junio de 2020

ABRAZO Y PICÓN

Laberíntica mente, extensa mente.
De escotillas y códigos.
De escondrijos y claves.
Prodigiosa mente, inmensa mente,
como el desierto o la selva.
Apenas te conozco. A veces te tengo miedo.
Como un castillo antiguo o la casa de niño tú guardas aún lo que se llevó el olvido, y todos los momentos son buenos para la tormenta, para el alud de nieve, para enredarse en la madeja de tus zarzas ocultas.
Tempestuosa mente.
Secreta mente, maravillosa mente.
Eres como un libro antiguo olvidado en el anaquel durante mucho tiempo.
Eres un ejército que aún no conozco entrenado ya para lo que vendrá.
Eres el almacén de todas las imágenes que cruzan por los espejos como los trenes por las estaciones.
Pero también eres las cocheras donde los trenes duermen en su descanso. Y eres todos los destinos de todos los viajeros y eres todos los caminos. Y en ti están todas sus maletas y todos sus sueños.
Caleidoscópica mente.
Si pudieras abrirme un poco la ventana... tengo miedo qué colores tendrán los cielos.
O cuéntame entonces si no sabes el cuento viejo de la abuela.
Abrazo y picón en brasero a veces precisan mis tardes.
Abrazo y picón en brasero. No la ribera encauzada entre malezas de adelfas, trinos de jilguero, y el clocló del agua fluyente por paisajes ajenos y distantes.
Abrazo y picón en brasero. Donde la palabra era una rosa virgen flotante en la alhucema tejiendo la buena bufanda para el camino de los viajeros ciegos.
Abrázame, que ya la tarde se hizo noche. Abrígame con tu sahumerio.
Y pon en marcha a tu ejército.

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