Puesto a soñar, porque todavía uno es capaz de eso, de soñar digo, me encantaría visitar Nueva York. Pero eso sería sólo el preámbulo de mi sueño, que ya puesto del todo a soñar sería mucho mayor, pues con el tiempo visitaría todo Estados Unidos. Recorrer de punta a cabo todos sus estados. Me pasaría no sé, tal vez años recorriendo lugares, paisajes, pueblos, ciudades...
Todo sería perfecto en mi sueño. Hasta hablaría inglés perfectamente. Y comería perritos calientes en Manhattan, lo mejor de mi sueño. Y me pasearía en bicicleta por Central Park. Pero más ilusión me hacen los perritos calientes que el paseo en bici. Vería partidos de béisbol entendiendo ese deporte como si me hubiese criado entre ellos. Y cuando me cansase de ver rascacielos me iría a Philadelphia por ejemplo, o a Boston, o a Iowa, que se lee Jaiogua, a contemplar puentes y recoger flores silvestres. Y luego yo qué sé. A cualquier sitio. A Nueva Orleans, y a Houston, y San Francisco. Visitaría Alcatraz. Y Colorado. A Las Vegas quizás no, no me atrae.
Y pararme en cualquier bar de carretera a comer y la camarera me llenase la taza de café cada vez que me la viese vacía. Y yo sentado en esos asientos de escay rojos adosados y perpendiculares a la pared devorando el plato estrella del bar en cuestión, judías con chile seguramente. Y luego otra vez a la carretera. Con Norah Jones o Katie Melua en la radio. Con mi gorra de béisbol y mis gafas de sol de espejo. Y escribiría un diario, en un cuaderno a rayas verdes con un lápiz amarillo rematado en goma rosa de borrar. Y venga millas...
En fin, de película todo, como sueño que es. De momento iré al Mercadona por bollos y salchichas, por ambientarrne un poco.
sábado, 20 de junio de 2020
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