Entro a tu habitación, como quien entra
en un campo de labranza.
Doblada tu espalda hacia el bancal que es tu mesa, el bolígrafo en tu mano es como una azada creando surcos de azulados brillos sobre el blanco papel tendido.
Te observo trabajar, callado.
Labras tu porvenir con énfasis de empecinada, honrada campesina, entre los duros libros,
con los ojos de la ilusión puestos en el cielo futuro.
Cultivas esperanzas, tiempo y camino.
Te miro y eres en mis ojos tierna y nutritiva como el pan bien merecido, pero pesas también sobre mi mirada como fanegas de tierra áspera,
porque en mi corazón, dependiente del tuyo, se hincan como garras
las raíces invisibles de lo inseguro.
Te abrazo, y es posible que no sepas todavía que en ello está ya todo lo que en el fondo andas sembrando, todo eso bueno que esperas cosechar un día. Como selecto aceite o la mejor harina, como el fruto más preciado de la tierra: amor tan grande.
Y qué fácil te lo doy, y qué inmediato.
Tanto, que, viéndote luchar, casi resulta incómodo, de tan sencillo.
viernes, 27 de marzo de 2020
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Me dicen mis cercanos que gasto mucho frío últimamente. Será porque es invierno o que ya pocas cosas me calientan. Será que estoy llegan...
-
Si el poeta se duerme en su palabra, el pueblo al que le canta se empobrece. Si el pueblo se empobrece y adormila, el poeta se agranda, des...
-
Ayer fuiste pirómana, hoy bombera. Si pudiera elegir te haría barrendera. Entreabro las ventanas porque vuelve el calor. Cualquier mínima b...
-
Poeta de cartera. Y no por lo económico, sino por el tamaño. En un bolsillo cabe, en una billetera -por haberlo doblado en tantas parte...
No hay comentarios:
Publicar un comentario