domingo, 29 de marzo de 2020

Imagino la extrañeza de la naturaleza ante este brutal cese en general de la actividad humana. Dicen que han visto delfines cerca de Venecia. Mi pueblo no es Venecia, pero también aquí se aprecian señales. Acabo de llegar al taller y por la carretera me han llamado la atención varios conejos. Aunque no es del todo extraño observarlos por esta zona, sí lo es por la mayor cantidad que hoy acabo de ver. En cierta forma claro que sí les afecta también a los animales el coronavirus. Las plantas respirarán mejor también supongo. Estamos tan acostumbrados a ver la realidad a través de pantallas que cuando la observamos directamente también nos provoca extrañeza. Quienes me leéis ya desde hace tiempo seguramente comprenderéis que yo pueda sentir cierta pena el día que todo esto acabe porque tengo poca confianza en el ser humano en general, porque todos somos también quien más quien menos Donald Trump, algo ciegos y un tanto despóticos, y como iba diciendo, me apenará cuando otra vez los tubos viertan su humo negro a las nubes blancas y al cielo azul y las cañerías su mierda (nuestras mierdas) a los ríos y los mares. Ahora siento ganas de abrazar esos conejos que acabo de ver y decirles carpe diem, y seguro que me entienden, como entenderían a Lorca, que soy amor, que soy naturaleza.

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