Lejanas golondrinas, ajenas en su vuelo,
sobre los tallos verdes soliviantan recuerdos.
De repente y confuso el río caudaloso
galopa dando brincos de quebrado cristal,
y en delicado rosa transforma las adelfas.
La hormiga se despierta, enfiébranse las bestias,
y un zumbido de fondo, como de abejas,
cercena la neblina de la tarde lluviosa.
Entre irisados montes,
por debajo del arco de los siete colores,
piaras de ganados pacen tranquilos.
De la flauta de hueso del pastor
brota una melodía que a la gloria del cielo, por entre nubes rotas de gigante algodón,
directa se encamina.
Mas tu rendido ánimo procura
la vieja senda hacia el cortijo viejo,
soledades de campo, eras sin trigo.
Fuente sólo es tu sangre para salvaje higuera
creciendo en los corrales del olvido.
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