lunes, 10 de mayo de 2021

 Pero el cielo no me basta, ni su color cambiante ni sus huéspedes las nubes.

Tampoco el viento, ni pájaros, ni árboles.

Ni el río adormecido, paño de llantos para el sauce, ni el catre de la luna que es el mar.

Para que el cielo sea cielo, nube la nube, río el río, ancho y blando el mar, necesito algo más.

Necesito decirlos, escribirlos, expulsarlos después de devorados. Volver a dotarlos de identidad pero ahora salpicados por aquí y por allá de minúsculas partículas, pedacitos de azúcar arrancados en las cuevas de mi espíritu.

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