jueves, 24 de noviembre de 2022

 Mi choza es idéntica a la tuya.

No supimos aprender la correcta arquitectura. A veces percibo el lodo trepando las laderas de mi cama,


y una danza de fauces en el sólido estuario de la negrura.


Más allá, a través de catorce mil ramas 

y adobe,

escucho jugar un niño.


Pero ciertas veces, también, una luz cuela por el torpe techo.

Y confundo el día y la noche: si es de luna o de sol esa luz precipitada -o tal vez de una galaxia aún sin nombre.


Has de saber, compañera, que ante ella me desnudo y me entrego completo.


Porque suelo pensarte entre esa luz: ave acuática libre, 

volando sobre líquidos espejos 

de océanos lacustres al cobijo 

del junco y la espadaña. 


Y el mundo, de tan claro y polícromo, 

no me dicta más juicio 

que una canción luminosa.

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