Tus besos: qué dulces esta noche desde tu recinto gris.
Apenas eran besos, por tratar de escondernos. Silentes sinfonías cegándome en su luz. Qué blandura, qué blandos los vallados de repente: de seda de improviso sus cordeles hirsutos.
Qué apertura de campos, qué ímpetu en el pulmón al son del aire claro y dilatado.
Qué dulzura profunda en tus labios quedos. De una sima innombrable surgió la punta sin mácula de un sueño oculto. A ella me sujeto en este amanecer de variado cromatismo con bien atados crampones de lirios vivos, por no volverme nube.
Y qué blanda tú, desnuda de leyes, casi de vapor y olor a vísperas de lluvia.