Ten paciencia, amiga mía, que está el campo preñado de promesas.
Y aunque esta lluvia tan justa y necesaria
tu corazón anegue de tristezas,
y el nubarrón por tu cabeza
galope igual que yegua desbocada sempiterna;
aunque el charco te embarre el ala
y te sientas a la angustia como anclada, desposeída de tu brillo, tu fineza,
como un rubí en el fondo de una ciénaga,
y todo se te enturbia, todo es gris:
tu voz, tu alma, tu fiereza...
Amiga mía: detrás de aquel allá,
justo detrás de aquel allí,
escucha,
estate atenta.
¿No sientes algo así
como un clamor de arroyos,
de ruiseñores sobre madreselvas,
de espigas y cigüeñas,
de jazmines y caléndulas,
de colibríes y azucenas?
Yo ya lo presiento.
Viene firme en su galope,
con vendaval relincho
y resplandor de espuela.
Es abril.
Y viene hacia ti.
jueves, 15 de marzo de 2018
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