Hay poemas tan bellos, versos tan hondos,
que en ocasiones, al terminar de leerlos, beso la hoja del libro
en el que están impresos.
Y cierro el libro luego. Y cierro mis ojos despacio.
Toda la hermosura del mundo está en ese momento dentro de mí.
Es muy potente el asunto. Parezco una granada madura, o el capullo de un geranio en un patio cordobés, o un poeta de infantil rango que acaba de descubrir el mar.
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