Aún somos los mismos.
Y qué distintos.
Envidio a las castañas, el color de su piel, su aroma a campo eterno, sabor a primer beso.
Por una sola castaña resbalan mundos infinitos. Igual le ocurre al granado y al madroño.
Si el poeta se duerme en su palabra, el pueblo al que le canta se empobrece. Si el pueblo se empobrece y adormila, el poeta se agranda, des...
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