Creo que emito la voz de quien, ya inexistente, por mí, se sigue haciendo oír.
Soy, quizá, lo que no conozco, lo dilatado en el tiempo; un algo más allá de este vivir y este morir.
Por mí cantan pájaros pretéritos, se recompone la selva, y un fuego extinto aún arde en mis manos. Estoy, creo creer, más allá del humo, del hidrógeno, del carbono y el oxígeno.
Quizá, cuando yo ya era, yo aún no era palabra.
Quizá, detrás de mi materia, soy un algo incombustible. Quizá soy, también, lo no viviente nunca.
Pero canto.
Aunque no sepa por qué.
Ni para qué.
Mi canto, bien mirado, es mayor que el mayor de los desiertos.
Porque mi canto ya no es materia.
Mi canto es un deber y no lo es. En campos de eternidades, no existen nimiedades.
Tal vez canto para mi ser de mañana, cuando ya el ser no sea mi ser. Y soy puente.
Puente soy, tal vez, que prolonga el ser y estar de muchos, por mí, por muchos, entre dos indefiniciones.
Quizá soy sólo eso.
Y nada más.
Y todo así de simple.
martes, 15 de octubre de 2024
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