domingo, 1 de julio de 2018

Hace días que todo cuanto leo
(bosteza el libro debajo de mis codos)
está detrás de mi ventana.

Mis ojos, como dos faros marinos
a los que se les han bloqueado
los rodamientos
que facultan sus giros,
permanecen fijos
hacia un
indeterminado
punto del paisaje.

A oscuras, luego,
en la cama
yo les pregunto
qué ven,
qué leen,
qué les pasa.

Y se cierran,
ignorándome,
y se callan.

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