CUANDO MENOS LO ESPERAS
Cuando menos lo esperas, tras más de dos mil lunas,
descubres el candado de tu celda
mágicamente abierto.
No sé qué extraño síndrome
te impide salir fuera.
Era cuestión de tiempo.
El guardián ya no está, sólo su silla vieja,
y un manojo en el suelo de llaves herrumbrosas.
Y te arrancas y sales con eléctrico miedo
al oír el chirrido de la reja.
Das dos pasos afuera, pasos torpes.
Algún tipo de imán parece limitarte
la carrera que tantas veces dentro,
-más aún si era en brava juventud
soñaste al presentir la primavera.
No se escuchan alarmas.
Unas gotas de calma, sobre tu corazón acelerado, te apaciguan el vértigo.
Y cruzas kilométricos pasillos.
Nadie hay, solos tú con tu miedo entre una sombra gélida.
Ves una puerta al fondo; un enigma entreabierto; y una luz cegadora colando por la mínima abertura.
Avanzas, andas, trotas, corres hacia ella.
Un sonido de pronto te detiene, oyes atentamente:
es el viento en el mar,
es el mar y es el viento golpeando en las rocas de un crudo acantilado.
-Tu pobre libertad tan esperada.
Mas ya no hay vuelta atrás; te has convertido en pluma, en verso, en aire; quizás ya eres gaviota, tal vez una semilla voladora, o el brillo de la perla dura y pura retando al propio Helios.
¿Dónde comienza el mar, dónde termina?
Preguntas al saltar sobre las olas.
sábado, 18 de mayo de 2024
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